martes, 28 de julio de 2009

Maribel / 20

Pudo ser la jalea real, posiblemente su efecto placebo, probablemente los padrenuestros dosificados de Maribel, las cientos de oraciones de las abuelas, la naturaleza o una mezcla improbable de todo aquello, el caso es que un día tuvo una falta, después tuvo otra y le dijo a Joaquín, que creo que sí, y sí, estaba embarazada y estaba feliz y Joaquín también, porque también deseaba tener un hijo al que ponerle su nombre y la casa se convirtió de esperanza concreta y la vida empezó a cambiar de manera radical.

Por evitar que se desplazara y se cansara, los domingos iban los futuros abuelos a casa de Maribel, con lo cual lograban que trabajara más arreglando la casa y preparando las comidas, aunque la parte más cara la traían ellos.

Le dijeron que era bueno pasear y paseaban como si fuera un entrenamiento para una prueba deportiva, sin correr, para arriba, para abajo, sin parar en todo el día. Recordó su vieja promesa al casarse y se despidió con lágrimas en los ojos de doña María, que había sido su lazarillo, sus ojos y su sentido del humor tanto tiempo, además de ser la guía que le solucionaba sus más profundos problemas y los más nimios; quería a aquella mujer menuda y a ella se le notaba que también tenía un sincero apego a Maribel, adiós hija, vuelve a verme cuando quieras y de paso compra algo que no vendrá mal, rematado por su eterna risa alborotadora y contagiosa, desproporcionada para aquella menuda mujer de edad indefinida y muchas primaveras. Ambas lloraron un poquito y después le dio doña María un sobre, toma, no puedo darte más, no tenía que darme nada, que sí hija, cógelo y toma, esto es para el niño, y abrió la caja en la que había un primoroso conjunto de un jersey minúsculo y cuatro pares de patucos igualmente pequeños, todos de color azul, porque estaba decidido sin ningún dato que lo corroborara, que lo que estaba por venir sería un niño.

En casa tenía mucho tiempo para prepararlo todo, la comida, la ropa del niño, las cosas que se necesitaban y poco a poco, echando mucho de menos la tienda, se iba acostumbrando a las horas en casa y las horas en el mercado del barrio, a las vecinas y las conversaciones en la calle o en la escalera.

Joaquín seguía callado, pero se le notaba un brillo en los ojos cuando hablaban del niño, que era a todas horas, todos los días, porque el niño, sin estar, se había instalado ya en la casa y en sus corazones, y cada vez ocupaba más espacio físico y afectivo en los armarios, en la superficie y en las tareas de aquella casa.

Maribel cada vez estaba más gordita, y por su ingravidez se volvía inestable, sus gestos torpes y sus manos iban a su barriga cada vez que su hijo se manifestaba en forma de movimientos o de lo que ella llamaba patadas. A pesar de la evidente molestia de aquel estado, la transformación, los cambios que se producían, la constancia de llevar en sí una nueva vida le gustaba como nunca antes le había gustado nada.

Y a cualquier hora imaginaba cómo sería su hijo, pero no en su inmediato nacimiento, sino cuando tuviera veinte años y fuera ya un catedrático famoso por sus conocimientos, o un médico que salvara muchas vidas, o un ingeniero que diseñara puentes y casas; junto a aquellos sueños de grandeza aparecían las sombras ¿tendría alguna enfermedad?, ¿estaré preparada para atenderle?, ¿seré una buena madre? y entre deseos y miedo el día iba pasando, leyendo todo lo que podía caer en sus manos sobre cuidado de los niños y escuchando atentamente los dispares consejos de las que ya habían sido madres.

Las tardes y las noches se hicieron más largas cuando llegó el verano y coincidió con los tres últimos meses de embarazo, las piernas hinchadas, los dolores de riñones, estar permanentemente incómoda sentada, tumbada o erguida, pero Maribel no se quejó ni una sola vez salvo cuando se sentaba y hacía gestos de dolor acompañados de una sonrisa que pretendía disimular sus dolores, estaba ya loca por parir y aún quedaba, y el calor cada vez era mayor, pero había que aguantar y Maribel aguantaba con valor y decisión.


© 2009 jjb


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1 comentario:

Flordegato dijo...

Has descrito muy bien lo que se
siente al estar embarazada.
MARIBEL, es un relato cada día
más bonito. Se te ve mucha "alma"
de mujer en este escrito.
Me gusta mucho, te felicito.