domingo, 30 de noviembre de 2008

El ciudadano horizontal /2

Yo supe de otros ciudadanos horizontales en otras épocas. Hace muchos años, en aquellos tiempos, a pesar de una dictadura, también había hombres sin techo aunque esa nomenclatura aún no se había inventado. Por el simplismo de la época y la incorrección de nuestro lenguaje de entonces, los llamábamos borrachos, porque así solían estar la mayor parte del día.

El alcohol, de la misma pésima calidad que el que toma ahora nuestro ciudadano horizontal, les hacía a veces ser violentos entre ellos, y había tremendas peleas a cámara lenta que normalmente acababan con una nariz rota, o unos dientes menos, dependiendo del estado de deterioro de los bíceps del contrario. Jamás se metían con personas decentes, y solían ser mas mayores que los que ahora ocupan el mismo territorio que ahora ocupan sus sucesores, su origen era distinto, porque aquellos solo provenían del alcohol y estos vienen de las drogas en general, incluyendo otras que no es el alcohol.

Tantos años no han servido para acabar con ese fenómeno, y si eso es así, algo estamos haciendo mal. Algo falla en una sociedad que durante treinta años tiene los mismos problemas en los mismos sitios. A mi me duele ese ciudadano horizontal porque yo puedo ser igual que el mañana, pero me duele mas que hayamos consentido que haya llegado hasta ahí, a ese filo de la navaja que solo tiene el cartón de vino como salida.

Algunas noches, cuando el frío es más intenso, aparecen unas cuantas personas con termos, con galletas, les dan un poco de calor y un poco de compañía. No seré yo el que critique a aquellos que hacen lo que no hacemos ninguno de nosotros, porque ellos al menos son la reserva de humanidad que necesitamos perentoriamente. No seré yo el que critique al que regala su tiempo a los que nadie ni siquiera mira por temor a que le pidan algo. Pero siempre que les veo me pregunto si no será solamente dar un poco mas de oxigeno al condenado a muerte. Y posiblemente sea así, pero es que los condenados a muerte aprecian ese oxigeno y que alguien les trata como lo que son, como personas.

Pero a mí me gustaría más que, acompañando a esta gente de bien, fueran unos cuantos políticos en temporada baja, lejos de las campañas electorales, para que eso dejara de ser caridad y entrara directamente en los presupuestos generales del Estado, por la vía de la decencia.

sábado, 29 de noviembre de 2008

El ciudadano horizontal /1

Le vi allí, vestido de cartones, con un refuerzo de ropas que jamás conocieron las tendencias del mercado y mucho menos la talla adecuada. Embutido en un saco de dormir al cobijo de los soportales del Teatro Real.

Dormía cuando los demás trabajaban, y posiblemente dormía porque antes se había emborrachado con ese vino tinto en cartón que le ponía los dientes negros y del mismo color el estómago, el hígado y el alma, porque el alma es lo primero que se oscurece cuando todo te abandona. Seguía fumando cigarrillos robados al tiempo y a la buena voluntad, y a veces al miedo, de aquellos a los que sonríe mostrándoles la mella del tabaco, el alcohol barato y el tiempo.

Nadie sabe su nombre, y lo que es peor, a nadie le importa, si se sabe que es incomodo para Juan Carlos aparcar la moto en el mejor sitio, y Benito a la hora que viene es imposible que la deje allí. Es un borracho que vive al raso de la ciudad, igual de inhumana que todas las grandes ciudades, que da cobijo a muchos y a algunos los expulsa a la calle, probablemente haya una historia de desengaños y celos detrás de ese hombre, quizás fue un deportista de élite o un as de las finanzas, pero hoy solamente es un estorbo para las motos, una mala imagen para los turistas, un referente pasivo para los viandantes y una vida al limite que a nadie interesa.

Mientras los demás ciudadanos se dirigen a sus trabajos, pasean, circulan, se pierden todos ellos en su correcta posición de homos erectus, el ciudadano horizontal permanece ajeno a esas tareas que la vida encarga a los que en la vida tienen un cometido concreto, y su vida nada tiene que ver con cualquier horario decente, por muy extraño que este sea. Mas que probablemente hará sus necesidades en los alrededores, las necesidades mingitorias, porque sus necesidades sexuales parece ser que las soluciona bajo la intimidad de los cartones, para escándalo de los que por allí circulan y por los que allí trabajan. Porque una cosa es que un hombre esté medio congelado y tumbado en la calle, y otra muy distinta que se adivine que está realizando el pecado de Onan en la vía publica.