martes, 31 de marzo de 2009

Nueremberg /12

Tantas emociones trajeron como resultado una noche en blanco en aquellas dos habitaciones de aquel hotel bávaro, la mañana, y parecía que en Alemania amanecía y oscurecía mucho más temprano que en cualquier otro lado, empezaba con fuertes y sanos habitantes de aquel lugar en bicicleta, abuelos que parecían mas jóvenes, niños sonrosados, y en las dos habitaciones del mismo piso comenzaba un ritual que era muy distinto, él se afeitaba y después se duchaba, jamás le había parecido de hombres ni utilizar desodorante, ni mucho menos colonia, ni ningún otro tipo de afeite, había discutido con sus amigos, cuando el tiempo era un bien abundante, si era mejor afeitarse antes y después de ducharse, y aquella conversación había quedado como tantas otras, cada uno lo hacía como le daba la gana.

Ella comenzaba con la ducha y después seguía con una larguísma lista de alisamiento de pelos, maquillaje, sombra de ojos, para todo ello necesitaba una autentica colección de adminículos en forma de lápiz, pincel, cajita, bote, frasco, y mucho sitio en el bolso y en la maleta para aquella impresionante colección de elementos auxiliares de la belleza. También necesitaba mucho tiempo, salir a la calle no era automático, era un largo proceso que sistemáticamente le había proporcionado una cierta fama de llegar siempre tarde a cualquier sitio, y que su novio cada vez aceptaba mas a desgana, y reaccionaba ante ello de una forma menos agradable, pero no estaba para eso ahora, procuraba concentrarse en la línea del ojo, en la homogeneidad al aplicar un fondo, en labores mecánicas que le hacían olvidar un poco aquella confusa mezcla de sensaciones de felicidad y culpabilidad.

A pesar de haberse cepillado los dientes durante los tres minutos de penitencia que se había fijado hacía años, seguía teniendo aquel regustillo dulce del postre, que ella decidió, y así mantuvo durante toda su vida, que era el saber de aquellos besos robados al mundo, ¿cómo se llamaría aquel postre?, qué bueno estaba, tan dulce, tan crujiente, tan pequeño que te quedaba con ganas de más, y más, dios mío, era ya tarde, y aún le quedaba vestirse.

En el pequeño comedor todos le miraban con ojos cómplices, todos esperaban una detallada sucesión de hechos heroicos de su joven amigo español la tarde anterior, pero como nada había sido formal, como las excusas que habían utilizado eran consistentes, él dio una vuelta y fue el que les preguntó por sus amigos, sus restaurantes, sus trámites, de nada sirvió que ellos le dieran la vuelta a las preguntas intentando que el desvelara secretos inconfesables, y el tiempo jugaba en su contra, porque Ana estaba a punto de bajar y ella no contaría nada por ser mujer, pero sobre todo por no saber una sola palabra de su lengua franca.

Así fue, ella llegó iluminando la mesa con su sonrisa, un grupo de ojos ávidos de ver lo que no verían, estaban posados en ella y él, para ver su reacción después de aquella noche, pero nada se salía de la rutina, nada indicaba ninguna alteración del estatus quo, se iban a quedar con las ganas, con una sola aportación positiva, él pudo comprobar que no sólo sus amigotes españoles eran unos cotillas, también sus recientes amigos internacionales estaban enfermos de aquel mal tan común.


Después de nuevo la procesión con el mismo destino, a su llegada, Dalponti les esperaba con noticias, esta tarde no hagáis planes, os invito a cenar a mi casa, ya he hablado con el conductor del autobús y os llevara directamente desde aquí, con una parada en el hotel, que está de camino, por si queréis dejar o recoger algo, ¿Qué dice?, se lo tradujo Dalponti directamente a Ana, que se comportó como una perfecta actriz simulando que estaba encantada con la idea, los demás se movían en la incertidumbre sobre si aquello sería un error o un acierto, pero agradecieron el detalle de Dalponti, aún más al tener la certeza de que ellos no lo hubieran hecho.

Pasaron el día, procurando no exteriorizar el volcán interno que ambos tenían, mirándose apenas unas veces, y con alguna leve sonrisa descuidada al control férreo que ambos se habían impuesto sin necesidad de haberlo hablado, sus mirada se buscaban instintivamente y sus manos también, pero ninguno quería darle tres cuartos al pregonero ni tener que dar explicaciones innecesarias, las cosas estaban bien como estaban y así iban a seguir. La invitación no les gustó a ninguno de los dos, pero por educación, por prudencia, por deferencia y por respeto, la única posibilidad era exteriorizar su alegría por la invitación y por conocer a la esposa de Dalponti que con toda seguridad estaría loca por oír hablar de su país y de lo que pensaban dos jóvenes españoles que no habían ido a Alemania por necesidades económicas, la primera vez que conocía un caso de ese tipo.

© 2009 jjb

lunes, 30 de marzo de 2009

Nueremberg /11

Y el taxi, que seguía volando por aquella autobahn sin ni un papel en los laterales, ni en la mediana, esa mediana de las carreteras que es testigo solo de tragedias, en aquel Mercedes en donde el conductor les miraba, como todos, posiblemente intentando saber un poco más de aquella pareja que estaban tan juntos que el aire no corría entre ellos, que le habían hablado en un inglés diferente al que le hablaban los americanos de las bases, que entre ellos no se había dicho una sola palabra y se miraban de vez en cuando, pero que parecían absolutamente felices, y se dirigían a un hotel que no era de estudiantes, pero mucho menos de ricos, y ellos, perdidos en aquella autopista, buscando saber qué decir y cómo hacer aquella noche aún más larga, la entrada en el hotel, las dos llaves con aquel llavero enorme, el ascensor, y el dedo de ella que le tapó la boca cuando él iba a decir algo que posiblemente rompería la magia, mientras su dedo le cerraba la boca, durante mucho tiempo, su cara se acercaba a él, y le besó de nuevo y de nuevo el volvió a sentir las señales eléctricas, las señales visuales, todas las señales, y cuando ella marco el tiempo de aquel beso, le dijo mientras volvía la cabeza y se encaminaba a su habitación, mañana hablamos, y su voz no dejaba dudas a que aquellas eran sus palabras definitivas por hoy, y allí empezó una larga noche para ellos, en las que las dudas y las emociones se amontonaban para salir a raudales, para buscar una solución o no, para que todo aquello tuviera una salida lógica, una adaptación razonable a la realidad, para intentar comprender lo que no tiene lógica, ni pies, ni cabeza, ni tiene por que tenerla, porque todos buscamos la locura para racionalizarla después y perderla, y después añorarla.

La horas pasaban en la noche de aquella habitación del hotel, viendo un programa absurdo de la RTL en la televisión que a esas horas, no ponía la carta de ajuste como en España, él estaba sorprendido consigo mismo porque no había querido forzar una situación de cama, no había disparado hasta el ultimo cartucho para acabar con ella en posición horizontal y no tenía ningún cargo de conciencia, ni pesar de machote desfigurado, porque quería que esta vez las cosas fueran de manera natural, sin forzar las situaciones para cerrar capítulo y reabrir otro, no, aquello le gustaba y le excitaba más que el instinto cazador, más que la búsqueda desesperada de la cantidad en vez de la calidad, y estaba feliz de por primera vez en mucho tiempo, haber tenido una tarde magnífica, especial, diferente, y no quería que la noche acabara.

Ana se había quitado la ropa, se había duchado con el agua muy caliente, y desnuda estaba tumbada en la cama arrepintiéndose de no haberse acostado con él, por no haber hecho lo que cada una de las terminaciones nerviosas de su cuerpo, relajado y con los poros abiertos, le pedían, deseaba a aquel hombre, quería hacer el amor con él, y más que eso, empezaba a pasar por su mente la terminología que sus amigas rebeldes del colegio y ella utilizaban, lo que realmente quería era follar con él, algo un poco más allá del amor, un placer sexual desmedido, una locura que tenía mucho que ver con su imaginación, pero también con transpiración y desasosiego. ¿Por qué le venia tanto la palabra follar a la cabeza?, ¿por qué había impedido incluso la posibilidad de que él lo intentará?, ¿por qué sentía tanto deseo?, y sobre todo, ¿Por qué seguía sintiendo en su boca sus besos y la dulzura de aquel postre húngaro que había tomado en el restaurante?, no podía, no, no, no, no debía, no, dios mío, no merezco esto, no puedo, este curso es mi oportunidad de mejorar en mi trabajo, de ganar algo más, de ganar tiempo por dinero, esto no debería haber ocurrido, no. ¿Qué debo hacer?, y está ahí, justo al lado.



© 2009 jjb

viernes, 27 de marzo de 2009

Nueremberg /10

¿Qué decir después de aquello?, ella lo dijo, ¿nos sentamos?, sí, y se sentaron en una terraza en la cuesta del castillo, ¿Qué quieres tomar?, eine coke, eine beer bitte, y sigo sin cambiar dinero, dios mío, soy tu gigoló, y ambos se partieron de risa por la ocurrencia, y también porque era necesario poner un poco de sentido del humor a la épica, a lo sublime, a lo romántico extremo y a aquel silencio que empezaba a pesar, él le tomo su mano, y ella le miraba, él le dijo la verdad, no sé que decirte, pero desde que te vi en el aeropuerto estaba muy atraído hacia ti, y yo también, será mejor que no hablemos muy en serio de esto y dejemos que el tiempo corra, porque lo que no quiero es renunciar a lo feliz que soy contigo en este momento, y ella asentía, con esa mirada profunda y con un cierto aire de querer decir algo y no decirlo, y ella pensaba por qué no se lo decía, porque tenia la sensación de que su sentido común debía prevalecer sobre lo que su cuerpo le estaba reclamando, seguía dándole vueltas a las letras del piso, a las tardes en casa de sus padres, al ahorro constante, a esa maravillosa sensación que había tenido al cogerse las manos, a lo dulce de aquel beso que le había provocado sensaciones que jamás había tenido antes, pero no podía, ni renunciar a lo sensato, ni renunciar a aquella hermosa locura que sólo le daba alegrías.

Se tomaron sus bebidas y siguieron con sus manos unidas, en silencio, mirándose como dos idiotas, o como dos enamorados, pasaron las horas y cuando la oscuridad empezó a caer, se fueron a comer a un restaurante griego, muy pequeño, en donde les trataron como reyes, como reyes casados, por uno de esos milagros que a veces ocurren, uno de los camareros del restaurante era boliviano, y Ana lo agradeció sobremanera, les sentó en la mejor mesa, le trataba de señora, a él le hablaba de Ana como de su esposa, les recomendó los mejores platos y les habló de Bolivia, de su familia allí y tuvo la amabilidad de dejarles solos, a la luz de las velas, en un precioso rincón en el que se añadía un escenario idílico a una situación muy especial, él, con su profunda carga negativa inveterada, empezó a pensar que estaba a punto de llegar lo malo, ella se dejaba llevar por la música enlatada de los violines, el olor de las especias mediterráneas, y aquel ambiente tan poco alemán que se respiraba en aquel lugar.

¿Tú conoces Grecia?, le preguntó Ana, éste es mi primer viaje al extranjero, nunca había estado fuera de España antes, es también el mío, bueno, estuve un par de veces en la península, pero eso es España, es verdad, que tontería, ninguno de los dos había viajado fuera antes, que curioso, y lo tuyo tiene más mérito, viajas sin dinero, y sonaron de nuevo las risas, aunque él estaba ya un poco escamado con aquello, le preguntó al camarero boliviano, y le dijo que su jefe cambiaba dinero, el jefe, un griego de aspecto judío, hablaba un inglés macarrónico, lo suficiente para hacer negocios y salir ganando siempre, pero el cambio que le ofreció no era malo comparado con el de los bancos españoles, y sobre todo era allí y sin más requisitos que darle las pesetas, que siempre llevaba encima por el temor a que se las robaran en el hotel, dicho y hecho, le dio las pesetas y el griego volvió con un buen fajo de billetes alemanes y unas monedas, se dieron las gracias mutuamente, lo cual le resulto sospechoso a él, y por fin pudo decirle a Ana, hoy haremos cuentas, pero sobre todo, hoy te invito yo, seré tu gigoló, y vuelta a reírse, pero él estaba ya más tranquilo.

Les recomendó unos postres variados, y Ana se deshacía en halagos con los kataifi, y se moría de placer al probar la Baclava, aunque desconocía sus nombres, el no era muy aficionado a los dulces y se limitaba a mirarla sorprendido mientras se fumaba otro cigarrillo. Después un café, les invitaron a una copita de ouzo, pero no pudieron con aquel anisado tan fuerte, aunque el boliviano les dijo que ése no era el fuerte, que el que era para hombres era el Tsipuro, para irse tardaron mas de 20 minutos, después de que él pagara, tuvieron que despedirse del dueño, de la novia del camarero boliviano que trabajaba en el office, de la esposa del dueño que era la cocinera, de muchos otros que no sabían identificar y finalmente del boliviano al que se le veía entrañablemente contento quizás por ver personas con su mismo idioma o probablemente agradecido por lo generoso de la propina.



© 2009 jjb

jueves, 26 de marzo de 2009

Nueremberg /9

Llevaba apenas dos días y parecía que llevaban toda la vida juntos, las costumbres diarias, el desayuno, aquel microbús con conductor sonriente que les hablaba en alemán con toda la naturalidad del mundo, la llegada al centro donde impartían el curso, los cortes para tomar café, la comida en el centro cercano en donde su paisano les sometía al tercer grado para saber hasta el último detalle de lo que ocurría en España, la salida de nuevo hacia el hotel, aquellas horas de asueto y después la salida con el grupo, que repetía como una liturgia el cántico de canciones de los Beatles y el recuerdo de costumbres infantiles coincidentes, era tan intenso, que no se habían dado cuenta que excepto el primer día, no habían tenido ocasión para tener apenas algunos momentos de intimidad, intimidad personal, porque lo que les separaba del resto del grupo, lo que les hacia estar cercanos, era su idioma, la verdadera isla en donde se aislaban del mundo y construían su mundo diferente, por pudor, por respeto a los demás, por un acuerdo no hablado, limitaban al máximo sus conversaciones para que los demás no se sintieran rechazados, pero cuanto más tiempo pasaba, más conscientes eran todos de que el único idioma que hablaba Ana era aquel melodioso español, casi cantado, que no entendían, pero que tanto les gustaba escuchar.

Un día, a mitad del curso, Ian dijo que se iba a ir él solo a ver unos amigos irlandeses, el italiano dijo que se iría a un restaurante de unos paisanos, el belga, el holandés…, había desbandada, y sin haberlo pensado, se quedaron solos ella y él, aunque no lo pensaron, aquello parecía no ser tan espontáneo como quería ser, pero a ellos les daba igual, sabían ambos que ellos no se irían por separado.

Un parque, un río, una plaza en la ciudad, un aro en una fuente que tenia un aro, del que sabían porque así se lo habían contado, que el que lo que giraba con los ojos cerrados, volvería a Nueremberg, ambos lo giraron cerrando los ojos y expresando su deseo, y después siguieron caminando cuesta arriba, camino del castillo, junto a las murallas, quizás fue la temperatura de la primavera, quizás el estar rodeados de jóvenes alemanes, quizás la expresión de un deseo latente, o quizás fue todo eso o ninguna de esas razones, el caso es que sin saber por qué estaban subiendo la cuesta cogidos de la mano, y si lo notaban, notaban esas corrientes eléctricas que subían por el brazo y se distribuían por todo el cuerpo, pero preferentemente por el estómago, creando una sensación que no es habitual, pero que es maravillosa, esa sensación que él no sentía cuando cazaba piezas y que ella hacia ya mucho tiempo que había olvidado, y que ninguno de los dos quería, ni posiblemente sabría, definir.

Ese momento que duró apenas unos minutos, en los que no se miraron mientras caminaban, se rompió, o se abrió, cuando de repente se miraron, sonrieron, y ella se acerco a él, se empino porque casi le sacaba dos cabezas y le beso en los labios con ganas, con fuerza, con la misma fuerza que él le respondía a pesar de la sorpresa y a pesar de que siempre era él el que tomaba la iniciativa, y aquel beso, en aquel lugar, en aquel momento, fue la mejor postal que tuvieron de Nueremberg entonces y después, y ese beso de deseo, de ganas, de admisión y reconocimiento, de pasiones y verdades, de realidad y momento, acabó en una mirada profunda, que terminó en otro beso.

Y después siguieron caminando, de la mano, a veces abrazados, como dos niños, como las parejas que también subían o bajaban del castillo, sin decir una palabra, sin apenas mirarse, salvo en momentos determinados que se miraban y sonreían, como cómplices de alguna pillería, como delincuentes menores unidos por el pecado, como incapaces de expresar con palabras lo que estaban viviendo, sin querer estropear con palabras la magia de un momento único, porque nunca se quiere de la misma forma, porque nunca un beso es repetible.


© 2009 jjb

martes, 24 de marzo de 2009

Nueremberg /8

Tomaron cerveza alemana, estaban en Baviera, y el carácter de los bávaros es el menos alemán de los habitantes de aquel país, probaron diferentes clases, comieron salchichas, empezaron a cantar, bajito, canciones de los Beatles, mal cantadas, él, que hablaba bien inglés por ser su idioma materno no se sabía la letra, y el que se sabía la letra asesinaba el idioma, pero les gustaba tararearlas y saber que tenían algo en común. De los Beatles pasaron a recordar su niñez, y sin saber muy bien por qué el holandés dijo que cuando era niño su madre le decía que se cambiara de ropa interior por si le pasaba algo en la calle, y a todos, en dispares países, en distintos idiomas, sus madres les habían dicho lo mismo, enfatizando en que les pasara algo en vez de en la higiene, era increíble que tuvieran cosas tan comunes a pesar de las distancias, y era increíble que lo estuvieron recordando en aquella noche mágica al calor de la cerveza alemana.

Después se contaron los chistes, y comprobaron que los chistes malos eran los mismos en todos los idiomas, que los tontos de los chistes eran diferentes en cada país, los judíos, los polacos, los de lepe, los gomeros, pero eran los mismos chistes y la misma crueldad con aquel grupo que variaba de país en país, y era magnífico poder compartirlo a luz de los bancos de aquella cervecería alemana en la que posiblemente se celebró alguna victoria nazi, o no, porque Nueremberg había sido especialmente castigada por la aviación aliada que había arrasado la ciudad completamente, y el plan Marshall había reconstruido, piedra a piedra, hasta el último centímetro de la misma, sólo faltaban los muertos, pero días después verían que sentados en una terraza al aire libre, aquellos jóvenes alemanes, que hablaban sin prejuicios, muchos años después de la guerra, insultaban y hacían gestos a los aviones americanos que sobrevolaban la ciudad y que despegaban de alguna base yanqui cercana.

Aquella noche fue hermosa, de exaltación de la amistad intereuropea, de protección a Ana que cada vez más se apoyaba en él, de conocer a gente que parecía tan lejana y era tan cercana, de disfrutar de la magia de estar en un país extranjero y descubrir segundo a segundo nuevas cosas, nuevas sensaciones, pero cerraban demasiado temprano todo en aquel país, y se vieron en la calle, en donde entonaron alguna canción más de los Beatles, Across the universe, Lucy in the sky with diamonds, en una ejecución aventurada y cercana al tercer grado de la intoxicación etílica.

Y no se separaba de ella, y ella le buscaba con sus ojos cuando alguno de los compañeros del grupo le intentaba decir algo, él era feliz en su papel de censor y protector excelso de la única dama del grupo, ella tenía instalada la sonrisa eterna que sólo un clima privilegiado puede dar, todos sabían donde estaban las islas en las que vivía Ana, pero la mayoría estaba enterándose que aquellas islas eran españolas, y casi al final, cuando estaban nombrando la comisión que en días posteriores buscaría una discoteca de horario razonable, y otros buscaban el sistema para encontrar un taxi, alguien, quizás el italiano, posiblemente el holandés, le preguntó ¿y qué tal Franco?, y esa pregunta no la tenía prevista, pero logró acuñar una de esas respuestas rápidas e ingeniosas que le estaban haciendo famoso, eso, pregúntaselo a Ana.

Y se lo preguntó a Ana, que le volvió a buscar con la vista, y él le hizo un gesto de evasiva, como si le dijera, ni caso, no le hagas ni caso, y ella le miró con una sonrisa aún más cálida, quemando las posibles repeticiones, pero Ana creyó entender que decía algo parecido a Franco, cada vez entendía menos el inglés de aquellos, y lo achacaba a que no eran ingleses, aunque tampoco entendía ni una sola palabra del irlandés, y menos del inglés, pero a pesar de que no era sencillo estar con un grupo al que no entendía, lo estaba pasando muy bien, era cómplice de la magia que se había creado, y se alegraba de que hubiera alguien cercano que le apoyara, alguien con quien contar cuando se acabaran los argumentos, la suerte estaba de su lado, pero, ¿por qué le seguía sin contar que tenia novio?, daba igual, nada le podía estropear aquella experiencia que contaría tantas y tantas veces después a amigos, familiares, hijos y quizás nietos, aquel grupo dispar cantando bajito canciones de los Beatles en una plaza de Nueremberg, aquellos locos atropellándose en las palabras, soltando risotadas, no sabía porque le había preguntado él a quiénes se dedicaban los chistes de tontos en Canarias, pero después le pareció oír gomeros a los extranjeros, también entendió Lepe, y suponía que los nombres que decían eran los nombres de los agraviados por los chistes en los otros países.

Ana, en el taxi, un Mercedes, por una autopista alemana impoluta, junto a su amigo y apoyo, tuvo conciencia de que era feliz. El taxista les miraba, y no lograba entender de donde habían salido aquellos locos, pero estaba seguro que estaban borrachos, el taxista también era feliz por la carrera y la seguridad de que le iban a pagar.

Nueremberg /7

Un microbús, asépticamente alemán, a la hora prevista, por aquellas carreteras que no tenían ni un solo papel, ni una sola bolsa de plástico depositada, por aquellas autopistas alemanas de fama entonces, y después, él, sentado al lado de Ana, feliz y relajado tras la confidencia, porque sabía que había un nexo de dependencia que le hacía sentirse más seguro, según iba avanzando aquel vehículo por la periferia de Nueremberg, más se afianzaba en él la opinión de que Triumph era el dueño de la ciudad, muchos edificios con el nombre de aquella empresa, polígonos enteros, un emporio que parecía dar trabajo a miles y miles de trabajadores de aquella industria que hacía máquinas de oficina, era una empresa importante, y él se sentía orgulloso de ser parte de aquello.

Llegaron a un edificio en una zona industrial rodeada de otros sitios que parecían más antiguos, aquel era un lugar de nueva construcción, con líneas anodinas, muy impersonal, pero cómodo para usar y olvidar. Entraron a una amplia sala que tenía distribuidos ordenadores en las mesas, uno para cada dos personas, y empezaron las salutaciones.

Ian estaba allí, todos los demás también eran hombres y venían de Italia, de Francia, de Inglaterra, de Holanda, de Bélgica, y nunca más de dos personas, todos se saludaron, y todos miraban mitad sorprendidos, mitad admirados por Ana. Tras la media hora de relación social necesaria, el delegado de Triumph Adler para aquel evento, un alto cargo que acaba con la palabra fuhrer, les hizo un discurso en el que apelaba a su inteligencia, a su rectitud, a sus habilidades, para recoger todo lo que se les daba en aquel curso con aprovechamiento.

Después llegaron los que compartirían con ellos los días siguientes, Ana estaba a su lado, compartiendo aquel ordenador, Ana le miraba y sonreía, con esa sonrisa de necesidad y dependencia, Ana cada vez se sentía mas cerca de él porque nada a su alrededor era inteligible, y él era su nexo con la realidad.

A una hora que jamás recordaría hicieron un corte para comer, y fueron a un edificio cercano, una antigua factoría aún vigente, pero a la que le quedaban muy pocos días, allí había un comedor de empleados, de obreros, que les miraban extrañados, comieron allí lo que la asepsia alemana entendía lo que era una comida, unas salchichas y sauerkrat, ese chucrut que hemos traducido aquí, mesas de madera, bancos de madera, Ana le hablaba, y alguien se acercó, ¿sois españoles?, sí, yo soy de Belmonte, en Cuenca, llevo aquí cinco años, soy obrero de la fábrica, paisano, somos de Canarias y de Madrid, qué alegría verte, la alegría es mía, no hablo con nadie, no hablo alemán, y es muy difícil ver españoles por aquí, ¿sois nuevos en la fábrica?, no, estamos en un curso, aquí al lado, ¿un curso?, que raro, pero de verdad qué alegría, tengo que irme, ¿cómo esta España?, dios mío, ¿cómo esta España?, quién podrá saberlo nunca, pero ambos mintieron y dijeron que bien, adiós, adiós, y Ana le miró, y el miró a Ana, y empezaron a entender que aquello que habían visto marginalmente era cierto, que muchos españoles habían emigrado a Alemania, a Francia, a otros países de Europa en busca de mejores oportunidades, en busca de una vida mejor.

Tras la comida volvieron al curso, él traducía las líneas generales, ella callaba, el curso seguía, y a las cuatro de la tarde terminó el primer día, salieron y el microbús les esperaba en la puerta para devolverles a su hotel, ahora con más pasajeros.

Deshicieron el camino, volvieron al hotel, su hogar, y después, como habían quedado, todos se fueron en transporte público al centro de Nueremberg, a conocer la ciudad, quizás a conocerse.

Y allí, en el centro desembarcaron, para comerse la ciudad, para conocer sus interioridades, para conocerse entre ellos, para disfrutar cada segundo, personas de distintos países, de distintos orígenes, de distintas religiones, de distintas ideas, juntos y condenados a entenderse, sin prejuicios, sin necesidad de ellos, con ganas de conocer, con ganas de saber, solos en la noche de una ciudad alemana.


© 2009 jjb

lunes, 23 de marzo de 2009

Nueremberg /6

Discúlpame, se me había olvidado, no he cambiado pesetas en el aeropuerto, y a estas horas no habrá banco abierto en toda Alemania, su cara reflejaba el peso que le daba a aquella embarazosa situación, la sonrisa de ella mostraba claramente que a pesar de su juventud tenía esa carga de maldad profunda que le hacia regodearse de aquella situación que le ponía a su joven acompañante en una violenta postura, para después restarle importancia y así aumentar un poco, unas leves milésimas, la humillación bondadosa, su venganza de género, esas caras deberían haber engrosado el museo de la ciudad, él muy molesto, ella con ese brillo que da ser el primero de la fila, saber la respuesta del examen, conocer la trampa de tu enemigo, no te preocupes, yo te lo pago, no hay el más mínimo problema, y efectivamente aquellas dulces palabras dichas con aquel dulce acento aún subrayaban más la sensación de desesperanza de aquel pobre despistado.

Que no me des explicaciones, que ya me lo darás, que vamos a estar días aquí, mañana iremos a un banco, y si necesitas más yo te daré más, no hay problema, de verdad, no sigas, que no tiene la más mínima importancia.

Pero sí la tenía, o al menos eso le parecía, había quedado como un idiota, con lo bien que habían ido las cosas, qué noche, qué cúmulo de emociones, que atractiva era Ana, y quedaban muchos días, tengo que cambiar dinero, sin falta, y devolverle lo que me ha prestado, hoy mismo, sin falta.

Y así, en aquel rincón de Alemania que aún no había logrado situar en el mapa, con tantas cosas nuevas que metabolizar, con tanta adrenalina descargada que mitigar, poquito a poco, luchando contra tantos motivos para no dormir, fue cayendo poco a poco en brazos del hijo de Hipnos.

Se despertó media hora antes de que le despertara el despertador, había dejado dicho en recepción que le avisaran diez minutos después del despertador, pero su alarma interna le quiso despertar a esa hora, puso la televisión y corroboró su idea de que jamás entendería el alemán, pero la dejó para escuchar un ruido, se afeitó, se duchó, se planteó el día como pudo porque seguía pensando en Ana, se le nublaba la sonrisa cuando pensaba en su triste finalización de la cena, se puso el traje, la corbata y aún le quedaba media hora para la hora de la cita, pero bajó al pequeño comedor de desayunos, al que no entró, dejo en recepción su maletín y salió al exterior donde un frío que nada tenia que ver con la primavera le avisó de que no estaba donde conocía el clima. Así que volvió a entrar, fue al comedor y pidió un café diciéndoles en inglés que esperaría a la señorita para tomar el desayuno.

Ana no tardo mucho en bajar, tenía un aspecto fresco y elegante, no parecía una ejecutiva porque aún no había ejecutivas pero se notaba que había pasado tiempo eligiendo concienzudamente su vestuario y había acertado. Él se levantó cortésmente porque aún se llevaban estas cosas, y ambos se sentaron, ¿quieres café?, he venido antes porque te tengo que confesar algo que ayer no me atreví a hacer, él escuchaba con terror, ¿sería por las pesetas?, y te lo diré resumido antes de que llegue alguien, he venido al curso, pero no hablo una sola palabra de inglés, en mi empresa creen que sí, pero sólo conozco algunas palabras de lo poco que pude aprender en el instituto, de entender y de hablar, nada. Él no salía de su asombro, aquello no lo tenia previsto, le costó reaccionar, era más lento que ella, pero pronto se dio cuenta de que ésa era su oportunidad, que esa declaración de principios era su llave de entrada en el mundo de Ana. No te preocupes, yo hablaré por ti, nadie tiene que enterarse, en el curso siéntate a mi lado, no hagas preguntas, yo comentaré contigo y los otros cosas en inglés, cuando te mire sonríe y di yes, gracias, no te imaginas lo que te lo agradezco, creía que el primer día me tendría que volver a Canarias, ¿gracias?, pero si te debo dinero, eres mi banco, yo soy el agradecido, y acabaron aquella corta conversación con una carcajada tras la cual vieron que se dirigía a ellos un pelirrojo extremo, calvo a pesar de su apariencia de juventud, que en un perfecto inglés les dijo “Buenos días”, era Ian, un irlandés que también iba asistir al curso y al que se le notaba que tenía muchísimo más interés en Ana que en él. Ahí fue consciente aún más de la gran ventaja que le acababa de regalar Ana.



© 2009 jjb

jueves, 19 de marzo de 2009

articulo 18

VACACIONES POR CONVENIO
(reclamaciones al maestro armero)
(y si te da envidia, se siente)
(oye, un día es un día)

miércoles, 18 de marzo de 2009

Nueremberg /5

Y la cena se fue desarrollando entre palabras, entre preguntas ingenuas que encerraban preguntas profundas, midiéndose, como el mide el niño hasta donde llegará su madre cuando no hace lo que le dice, en ese juego universal y milenario que tiene como resultado la irresistible atracción o el mayor de los desprecios sin saber muy bien porque ocurre una cosa y otra, allí seguían, mirándose, investigándose, escudriñando palabra a palabra lo que cada palabra podría querer decir, buscando en las respuestas y en las preguntas, en los gestos, en unas manos, en una mirada, en la forma de decir y en la forma de callar, en los silencios, en ese proceso medido y espontáneo.

El estaba atraído por ella, pero eso no era nada nuevo, estaba metido en una larga carrera por seducir al mayor numero de mujeres posible sin saber demasiado bien por que y sobre todo para que, y siempre que encontraba una mujer hacia un breve análisis que las dividía en interesantes o no interesantes, y aunque ellas dieran muestras de interés, si estaban en el grupo de no interesantes, no había nada que hacer, pero aunque ellas le fueran esquivas, absolutamente frías, definitivamente no interesadas, mas le interesaban, mas codicia demostraba por aquella pieza con dificultad de cobrar. Ni siquiera se había planteado la posibilidad de que aquello era un razonamiento machista, porque aun no existía la conciencia de aquello, y ser machista no era un valor negativo, todavía estaban en aquella época en la que las mujeres eran tuteladas por la ley como si fueran discapacitadas, ni siquiera discapacitadas porque aun no existía ese termino políticamente correcto, las mujeres era tratadas como incapacitadas, y necesitaban el permiso de sus padres o de sus esposos para abrir una cuenta corriente, un negocio, viajar, o tomar decisiones económicas, Quedaban aun años, decenios, para la plena integración, y sinceramente, en aquel momento a nadie le interesaba ese asunto.

Ella estaba interesada por el, por alguna razón que seguía sin entender era incapaz de decirle lo que tenia ensayado desde hacia tiempo, que tenia novio, que tenían pensado casarse en los próximos años sin una fecha definida, pero la decisión estaba tomada, era solo eso, cuestión de tiempo, pero se sentía tan a gusto allí, en aquel sitio diferente a todo, lejos de la rutina de su casa, lejos de su novio, al que quería, aunque le tenia dentro de los capítulos rutinarios. Su relación se había ido transformando en una obligación, en la que era necesario ahorrar, era necesario trabajar mas para conseguir ahorrar mas, era necesario cuando se veían no gastar demasiado, era un pre matrimonio con todos los inconvenientes que un matrimonio puede tener y pocas ventajas, solo la ilusión de hacer algo en común, de luchar por una casa, unos hijos, unas comodidades que sus padres no habían tenido, pero era tan monótono el sentido común, que estaba feliz en aquel pequeño restaurante alemán, en compañía de un hombre sin que ello fuera una falta, o un delito, solo fruto del trabajo, era un colega, no había nada que ocultar, y sobre todo, y así lo había descubierto felizmente, no había nadie de quien ocultarse porque estaban a miles de kilómetros de envidias, dimes, diretes, equívocos, cotillas y conversaciones, estaban en la mitad de ninguna parte y le gustaba, quizás esa fuera la razón por la que no le dijo nada y dejo correr la conversación que el iba desgranando, que ella iba disfrutando, dejando llevar por el ambiente, por aquel recio vino blanco alemán del Rhin, de aquella maravilla desconocida que era una noche diferente a todas las noches de los últimos tres años.

La matrona alemana vino con la un papel y un plato y una sonora repetición de la palabra Quittung, iban a cerrar, se estaba apagando la imaginaria música de violines que habían conformado la banda sonora de aquella cena onírica, y empezó la guerra de los sexos, no, no, pago yo, que no, de eso nada, era un problema de estatus, un hombre jamás debía dejar pagar a una mujer, pero ella era una mujer practica y decidida, por eso la matrona que lo había intuido le había dado la factura a ella, y ella fue muy clara, los dos estamos en un curso, somos colegas, nuestras empresas nos pagan los gastos, y pagamos a medias, y esto no es discutible, y su voz no dejaba dudas de que efectivamente aquello no era discutible, pero por primera vez en su vida él aplico el sentido común en su relación con una mujer, era cierto, ambos estaban allí y ambos cobraban los gastos de sus empresas, y asintió, y fue a echar mano a su cartera y entonces se dio cuenta, dios mío, había olvidado cambiar sus pesetas, no tenia marcos alemanes y no tenia ni idea de cómo salir de aquel embrollo.

© 2009 jjb

martes, 17 de marzo de 2009

Nueremberg /4

Un pequeño hotel, precioso, en las afueras de Nueremberg, cercano a un río, idílico, pero tampoco valía para mucho su opinión porque desde que había aterrizado en aquella ciudad todo le pareció precioso, y eso le chocaba, porque precioso no era una de las palabras que utilizara habitualmente, ni siquiera en sus pensamientos. El hotel era uno de esos hoteles familiares alemanes, de limpieza exquisita, sin lujos excesivos, pero con todo el cariño de lo cercano, y solo con algún extravagante detalle casi siempre relacionado con la caza.

Les recogería un autobús a las ocho de la mañana diariamente, les devolvería al hotel a las tres de la tarde desde las oficinas, y eso también sonaba muy bien, porque por muy pronto que cenaran los alemanes, se podían hacer muchas cosas desde las tres. Todo era perfecto, pero a pesar de sus pocos años, tenía esa presunción insistente que no pasaría mucho tiempo sin que algo malo pasara, que algo desagradable apareciese, que las cosas no fueran ideales, ni perfectas, ni preciosas. La vida ya le había enseñado que siempre hay espinas cerca de las rosas y por un instinto secular de cazador, siempre estaba alerta para no pincharse aunque para ello tuviera que prescindir de los placeres de la rosa. Pero aquello seguía sobre ruedas.

Dalponti les explicaba que hoy llegarían solo dos o tres participantes más, pero muy tarde, que el resto iría directamente al día siguiente al curso, que un día les invitaría a cenar a su casa, y que su mujer, madrileña, estaba contando los días para conocer a sus paisanos, él y ella estaban matando a preguntas a Dalponti, de toda índole, hasta los mas ínfimos detalles, pero le sorprendió oír dos veces a Ana preguntar si el curso se impartía en inglés, hasta tal punto que Dalponti le pregunto si ella prefería que fuera en alemán, no, no, dijo ella, no hablo una papa de alemán, y siguieron preguntándole cosas, detalles, minucias.


Por fin Dalponti se fue, y les recomendó que fueran a cenar a un pequeño restaurante cercano al hotel, ya había hablado con los dueños, y nos harían un precio especial, eso si, no hablaban una sola palabra en inglés, en español ni se mencionaba. Ana y él subieron a sus respectivas habitaciones, las dos en el tercer piso, y después de deshacer la maleta, analizar cada uno de los elementos de la habitación, y tener su primera experiencia en abrir ventanas alemanas, que no es fácil, él bajó al pequeño bar del hotel y pidió una cerveza. Veinte minutos más tarde bajó Ana, recién pintada y con otro vestido, estaba guapísima, no quiso tomar nada y salieron ambos en dirección al restaurante.

Muy pequeño, sin concesiones al lujo, con una sobria decoración alemana, les recibió un matrimonio, que se deshacía en palabras, lástima no entenderles, pero que como cualquier habitante de este planeta creía que los que no hablaban su idioma eran sordos, y les subían la voz hasta extremos descabellados, con gestos y sonrisas les llevaron a una mesa en el mejor rincón de aquel restaurante, y les dejaron allí sentados, sonrientes y sorprendidos, pero degustando todos y cada uno de los detalles.

Al poco tiempo, aquella matrona alemana, dueña previsible del restaurante, volvió con dos cartas, que les entregó, y volvió a la retahíla de palabras carentes de sentido, él logró entender algo así como cokctail, y le dijo a ella si quería beber algo antes de cenar, yo voy a pedir una cerveza, yo quiero un vino blanco, seco, no excesivamente frío. Por primera vez se dirigió con algo más que monosílabos o frases de cortesía. Ana, ¿tú sabes decir “vino blanco, seco, no excesivamente frío” en alemán?, y estallaron ambos en una sonora carcajada que contagió a aquella recia mujer alemana que les miraba como a dos extraterrestres, Ana se levantó, con su vestido rojo y sabiendo que le estaban mirando todos los hombres del local, fue a la barra, y allí le indicó a la señora una botella de vino blanco, gesticuló morirse de frío y apartó de lo seco para otra ocasión posterior, pero eso le valió para conseguir el interés de él, aun mas, si eso era posible, que mujer tan resuelta. La alemana descubrió que a pesar de la barrera del idioma, aquella mujer también sabía solucionar situaciones y soslayar problemas.

Comieron lo que quiso la dueña, y tampoco les importó demasiado, una sopa de carne, que apenas parecía sopa, y que no dejó de tomar en sus siguientes viajes a Alemania, era, aunque aún no lo sabia, goulaschsuppe, una sopa de goulash, el plato alemán que mas le gustaba, aunque realmente es un plato húngaro, pero era lo mismo.

No había segundo, pero sí un postre, una tarta de chocolate magnífica, hecha en casa, buenísima. Pidieron un café, les miraron sorprendidos, y les pusieron lo que ambos definieron como “aguachirri” eso sería lo que tomarían como café en los próximos días.

La realidad es que la cena era la excusa perfecta para estar allí sentados, tomando un vino y una cerveza y empezándose a conocer, alejados de sus circunstancias habituales, locos por conocer, dichosos por estar en un país extranjero, y acumulando temas de conversación que compartirían con los suyos cuando volvieran a casa, aunque ya se habían olvidado de sus casas y vivían aquel momento como si en ello les fuera la vida.



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lunes, 16 de marzo de 2009

Nueremberg /3

Por fin aterrizó, y comenzaron los tramites aeroportuarios que en aquella ocasión eran nuevos, esperen sentados, no olviden su equipaje de mano, y salida a un inmenso pasillo que nunca acababa y nunca empezaba, ahí comenzó a entender la efectividad alemana, había que ser ciego para no ver una señalización que hasta el mas tonto podía entender, pantallas que daban instrucciones pormenorizadas, por los nervios, dio mas vueltas de las debidas para llegar a su puerta de embarque, lo que no supo hasta pasados unos años y unos cuantos vuelos, pero con todo y con eso le pareció corto y lo que era mas importante le sobro tiempo y tuvo que esperar mas de media hora al embarque en el otro avión que le llevaría a su destino, Nueremberg. En uno de los pequeños bares que había en todos los rincones del aeropuerto se tomo una cerveza que estaba inaceptablemente caliente para su gusto español.

El aeropuerto de Nueremberg desde el aire parecía de juguete comparado con el de Frankfurt, y eso alivio la tensión, pero había tantos temas para preocuparse
que la tensión solo se rebajo un momento, le habían dicho que le iría a buscar Dalponti, un italiano que trabajaba en Triumph que hablaba español porque su mujer era española, pero el problema es que no le habían dado francos alemanes, el no había podido cambiar dinero, y solo tenia pesetas españolas, si en el aeropuerto no había un banco, tenia un problema si necesitaba dinero, si no estaba tendría que llamar por teléfono, buscar un taxi, pero claro, tampoco sabia donde llamar por teléfono porque no le habían dicho el nombre del hotel porque le iban a ir a buscar, y era fiesta, con los cual tampoco podría llamar a su empresa, casi mejor era pensar que el italiano no faltaría a su cita, pero ¿y si no estaba?. De nuevo la megafonía interior del avión empezó a emitir las palabras, meine Damen und Herren …., le seguía gustando oír el alemán, a pesar de que su experiencia con la megafonía había quedado colmada en el aeropuerto de Frankfurt, se estaban aproximando al aeropuerto de Nueremberg, cuya temperatura era de 7 grados centígrados y no se cuantos Fahrenheit, se acabo el fumar, inmovilización, y nuevamente que dios nos coja confesados.

Esta vez tuvo que pasar el control de pasaportes y después esperar sus maletas y pasar el control de aduanas, sin problemas, salio al mundo exterior, ya realmente en la Republica Federal Alemana, y allí vio a un sonriente caballero con un cartel enorme con su apellido acompañado de una joven, le sonrió, le saludo con la mano y se acerco a ellos, a paso firme y rápido. Hola, ¿Dalponti?, si, como estai, muy joven usted, llámeme de tu, esta es Ana, ¿su esposa?, se que es española, como esta, ¡no!, Ana no e la mia esposa, Ana también viene al curso, y Ana sonríe evidentemente hilarante con la situación y con la confusión de el, pero se veía claro que lo tenían ensayado y que buscaban la situación embarazosa del recién llegado, era una broma amable, que no lo era porque no había engaño, pero si simulación, el caso es que los tres sonreían y era un buen principio de diez días que habían comenzado mejor de lo esperado para el.

Vamos al coche, tenemos un largo camino, Ana tenia un acento curioso, y el no entendía muy bien la situación, su empresa era el representante exclusivo de la firma alemana en España y el iba a aquel curso en representación de su empresa, con lo cual no tenia lógica que hubiera dos españoles. No le molestaba en absoluto porque Ana era una preciosa mujer, aproximadamente de su misma edad y tenia un acento tremendamente cariñoso que el había confundido con el de algún país iberoamericano, pero era española. Ana ha llegado en el avión anterior al tuyo, porque los vuelos de Canarias llegan antes a Frankfurt, Canarias, ese era su acento, un precioso acento canario, y eso explicaba muchas cosas, porque efectivamente al tener Canarias un régimen fiscal especial, los alemanes tenían otro representante allí, y ella trabajaba en aquella empresa. Al curso asistirían personas de todos los países de Europa, y el esperaba, no sabia muy bien por que, hombres asistentes al curso, no había contemplado la posibilidad de que asistieran mujeres a un curso de marketing informático en aquellos años, y su error le estaba gustando mucho.






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viernes, 13 de marzo de 2009

Nueremberg /2

Por la cuenta que le traía porque iba a Nueremberg a un curso sobre Alphatronic, un ordenador personal de reciente creación. Ni que decir tiene que aún quedaban unos años para que IBM sacara al mercado su IBM PC, y esto era una novedad a la que no le daba ninguna importancia porque desde hacia años estaba acostumbrado, como todos en aquel sector, a las novedades definitivas cada seis meses. Lo cierto es que su ingles, aprendido con una beca en el mejor centro de enseñanza de Madrid, durante tres años en los que las dos horas de asistencia, solo se hablaba allí en inglés, primero un rupestre inglés monosilabito, y poco a poco un idioma razonablemente aceptable, después lo practico en la plaza de Oriente, cerca de casa, aprovechando la primera ocasión que se le presentaba de algún extranjero preguntándole algo.

Y había muchas oportunidades, por había muchos turistas visitando el palacio, los alrededores, los jardines, la plaza de Sabatini. El se prestaba a acompañarles y explicarles anécdotas y leyendas sobre el palacio, aquel busto es del arquitecto, Sabatini, vera que le faltan los brazos, y dice la leyenda que el rey se los cortó para que no pudiera hacer otro palacio igual, allí verán el balcón donde Franco da los discursos, el no vive aquí, ya no vive nadie aquí, antiguamente vivían los reyes.

Claro que los turistas desconfiaban un poco porque temían por sus pertenencias y por su dinero, pero aquel joven tenia buen aspecto y hablaba de manera muy educada, algunos le ofrecían dinero, que el jamás aceptaba. Como mucho una invitación a comer, unas bebidas, nada mas, era parte del proceso de aprendizaje de un idioma, de la manera mas natural del mundo, aprovechando la oportunidad que te brinda estar donde se juntan los turistas.

Pero era un inglés endógeno, solo practicado en la ciudad, en una ciudad cuyo idioma es el español, si, había hecho traducciones, algunas en presencia de los que intervenían, pero nunca había estado rodeado de personas que no hablaran su idioma.

El avión seguía su curso, las azafatas alemanas seguían sonriendo y hablando su críptico idioma entre ellas, sus miedos seguían vigentes, aunque lo cierto es que en aquellas dos horas y media de viaje lo que mas le preocupaba era no perderse en el aeropuerto de Frankfurt y poder coger apaciblemente el vuelo a Nueremberg. Tenia una hora y media, y según le habían dicho no era mucho tiempo estando en ese aeropuerto de distancias increíbles, de dimensiones desmesuradas, miraba el plano impreso en la revista de la línea aérea que había encontrado al sentarse, y solo se asustaba mas, porque veía un enorme aeropuerto, muchísimas puertas de embarque en diferentes lugares del aeropuerto, pero no sabia donde iba a llegar ni de donde iba a salir, pero seguía mirando el plano como si en aquello fuera su vida, intentando sacar conclusiones de donde no se podían sacar..

Cuatro niveles, túneles enormes, capillas, hospital. Tiendas de todo tipo, el plano le estaba asustando aun mas, y veía las dos enormes patas llenas de puertas de embarque y se preguntaba que seria de el si desembarcaba en la puerta mas extrema de una de las patas y tenia que embarcar en el extremo de la otra, pensaba cuantas horas serian necesarias para bordear todo el aeropuerto, mejor era no pensar en ello.

De repente el silencio se rompió y por la megafonía interior del avión empezó a oír unas palabras, meine Damen und Herren …., como le gustaba oír el alemán, aunque le diera un poco de miedo, como si le estuvieran mandando algo, sobre todo cuando decían aquello de achtung bitte, que miedo, a pesar de que era una formula de cortesía para llamar la atención, se estában aproximando al aeropuerto de Frankfurt, cuya temperatura era de 4 grados centígrados y no se cuantos Fahrenheit, y se acabo el fumar, inmovilización, y que dios nos coja confesados, dicen que el despegue y el aterrizaje son las operaciones con mayor riesgo, dicen que el miedo es libre, y solo se le disipaba la idea de miedo pensando que se iba a acabar aquello y le volvía a aparecer pensando si sabría encontrar la puerta de embarque del vuelo a Nueremberg.



© 2009 jjb

jueves, 12 de marzo de 2009

Nueremberg

Volvía de Hamburgo, y estaba en el avión en ese momento en el que juraba que jamás volvería a coger un avión, sabiendo que no era posible, pero con eso distraía un poco el miedo que siempre le producía viajar en avión, ese miedo irracional y descabellado que tenía su liturgia. Una vez en el avión, con todos los músculos en situación de tensión extrema, sus pensamientos giraban sobre los mismo temas, es mas peligroso el camino al aeropuerto que el vuelo, las estadísticas de accidentes son mínimas, el piloto quiere llegar, los aviones se revisan después de cada vuelo, este año ha habido ya el numero de accidentes necesarios para que estadísticamente no toque, esta línea lleva años sin accidentes, pero daba igual, las manos sudaban, la tensión crecía mientras iba acercándose el momento de despegar. Allí solía recordar, para evitar por un momento ese tremendo miedo, esa fuerza violenta que le pedía que saliera corriendo tapada con la fuerza de la razón y su pudor, jamás le gusto llamar la atención, jamás haría una escena si podía evitarlo, aquel primer vuelo en avión, hacia ya mucho tiempo, que le llevo de Madrid a Frankfurt, y de Frankfurt a Nueremberg, realmente el único viaje de negocios que había disfrutado, porque realmente aquel no fue un viaje de negocios, sino un viaje iniciatico.

Atrás había quedado la Universidad, y esa idea de que siempre se te ha olvidado un examen que aun hoy a veces tengo. Estaba buscándose la vida en lo que sabia hacer, metiendo la cabeza, haciendo traducciones técnicas y programas para ordenadores, en aquella época eso era un poco raro, teniendo en cuenta que los ordenadores no eran exactamente como conocemos los ordenadores ahora, les llamaban “cerebros electrónicos”, aunque ya la gente empezaba a llamarlos por un nombre que hizo fortuna, IBM, y decían: en la oficina tenemos una IBM marca Univac bastante grande.

Ese es uno de los secretos que ni los mejores expertos en marketing pueden planificar, como se convierte un nombre de marca en un nombre de un producto o un verbo. Por ejemplo todos los coches tienen un delco, que es el nombre de una conocida marca de distribuidores, o se tomaba entonces una casera, que era una gaseosa de la marca que fuera, los anglosajones en vez de pasar el aspirador hacían “to hoover” por la marca de aspiradores, o aún usan hoy unos Kleenex para limpiarse la nariz, son milagros del lenguaje. Posiblemente sea obra de austriacos, que es sabido que son los mejores expertos del mundo en marketing, han logrado convencer al mundo entero que Hitler era alemán y que Beethowen era austriaco, y nadie sabe como han logrado conseguirlo.

El caso es que haciendo traducciones y programas ganaba un dinero, y dentro de un orden era feliz sin tener jefes ni horarios estrictos, llevando una vida de bohemio con pasta, es decir lo mismo que cuando estaba estudiando pero con dinero. Y de repente, le dieron un cargo con un titulo larguísimo y un sueldo miniaturico, pero que servia para viajar, y sobre todo, para conocer, aquella incipiente red de distribución que empezaba a surgir, el nuevo negocio de lo que llamaban de manera grandilocuente, y en aquel momento tan alejada de la realidad, como “ordenadores personales”.

Después de la sorpresa del nombramiento, casi de inmediato, le meten en una avión y allí se ve, camino de Frankfurt, con una situación equidistante entre el pánico y la ilusión, con los ojos abiertos como platos y una maleta hecha de prisa y corriendo y con la certeza de que algo se le iba a olvidar, y siempre se le olvidaba algo. Se había informado sobre el aeropuerto de Frankfurt, mas concretamente le habían asustado con ese aeropuerto, le decían que era inmenso y que en el se perdían personas, maletas, perros y objetos. Nada se podía añadir al miedo que ya llevaba, bueno si, un miedo recién descubierto al avión, que por primera vez apareció y que después fue su compañero de viaje durante tantas y tantas ocasiones.

Un avión de Lufthansa, posiblemente un DC 9, quizás un modelo similar, lo cierto es que no estaba para modelos, con su tripulación perfectamente alemana hablando alemán con total soltura, y el implorando para que su inglés estuviera a la altura del inglés de aquellos alemanes.


© 2009 jjb

miércoles, 11 de marzo de 2009

Suintila

621-631

Rey de la España
visigoda. Fue elegido en marzo del 621, siendo el primer rey godo que dominó la totalidad del territorio peninsular.

Fue uno de los generales preferidos por Sisebuto, del cual era yerno, y se destacó atacando a los vascones, a los que sometió totalmente, y a los últimos reductos de bizantinos en los Algarves, que se declararon sus súbditos.

Se ganó el afecto de las clases bajas, limitando el poder de los nobles, a los cuales confiscó numerosas posesiones. También trató de limitar el del clero, que cada vez asumía más privilegios. Recuerdo que esto fue en siglo VII.

Esto y el intento de asimilar al trono a su hijo Recemiro, a su mujer Teodora y a su hermano Geila para asegurar la línea sucesoria, motivó la sublevación de los nobles, que acaudillados por Sisenando y con la ayuda del rey franco Dagoberto, le derrotaron y depusieron el 26 de marzo del 631.

En el IV concilio de Toledo, cuyo promotor fue Isidoro de Sevilla, se acusó a Suintila de toda clase de iniquidades y se hizo ver que temiendo el castigo, él mismo renunció al poder.

Él y toda su familia fueron inhabilitados para cargos públicos y les fueron confiscados todos los bienes, que a juicio de los obispos habían adquirido injustamente. Vivió en Toledo hasta su muerte, en el año 640. Fue sucedido por Sisenando.

Fuente: EUM
Wikipedia

martes, 10 de marzo de 2009

Leovigildo

568-586

Rey de la España visigoda, valeroso y hábil general, uno de los reyes más grandes de su tiempo, es el verdadero organi
zador de la España visigoda.

Accedió parcialmente al trono entre agosto y noviembre del año 568, por cesión de su hermano Liuva, que había sido elegido rey de los godos y que, a su vez, reinaba en Narbona. A la muerte de Liuva, entre diciembre
del 571 y marzo del 572, asumió plenos poderes.

Se casó dos veces con intenciones claramente políticas. La primera con Rinchilde, hija de Chilperico y de Fredegunda, y a su muerte, con Goisvintha (569), viuda de su propio hermano Atanagildo, predecesor de Luiva.

De su primer matrimonio nacieron Hermenegildo y Recaredo, por lo que se ve que la politica tambien le dejo algun rato
libre, a quienes, a la muerte de Liuva, Leovigildo entregó partes de su reino (Septimania y Toledo).

Estableció su corte en Toledo, donde se rodeó de una pompa imperial, siendo el primer
rey que se sentó en un trono de la asamblea de los nobles, y que hizo grabar en las monedas su propio busto con corona. Persiguió a los grupos independentistas y de oposición. Luchó contra los bizantinos, conquistando Málaga y Córdoba. En el año 571 ocupó Medina-Sidonia, importante plaza fuerte y nudo de comunicaciones de la provincia bizantina, que pasó así a manos visigodas; el año anterior había devastando la comarca en torno a la ciudad de Málaga, uno de los puertos bizantinos más importantes del sureste; y en el 572, Leovigildo organizó una nueva expedición hacia la parte meridional de la Bética, obteniendo una victoria resonante con la conquista de Córdoba, largo tiempo rebelde al poder visigodo y ante la cual habían fracasado una y otra vez los reyes Agila y Atanagildo.

La campaña de Leovigildo del año 574 sobre Cantabria culminó con la ocupación y saqueo de Amaya, capital del territorio cántabro. La autonomía de los cántabros quedó eliminada y la región de Cantabria pasó, desde entonces, a dominio visigodo.

En los aspectos jurídicos, en el año 573 Leovigildo promulgó el Codex Revisus, primera gran obra legislativa del reino visigodo español. Es una revisión del antiguo Código de Eurico, en la que se corrigieron aquellas leyes que se consideraban confusamente redactadas, se añadieron muchas olvidadas y otras nuevas, y se suprimieron las superfluas. Parece que la legislación de este Codex Revisus fue de ap
licación general, como acreditaba el hecho de que sus leyes representaran la mitad del contenido de un código de carácter territorial tan inequívoco como fue el futuro Liber Iudiciorum de Recesvinto.

El año 578 puede ser
considerado como el más importante del reinado de Leovigildo: tras prolongados esfuerzos, la paz reinó en todo el territorio. Leovigildo es conocido, sobre todo, por el trágico hecho de la rebelión de su primogénito Hermenegildo.

Leovigildo murió en Toledo entre el 13 de abril y el 8 de mayo del 586. Fue sucedido por su hijo Recaredo.

Fuente: EUM
Wikipedia

lunes, 9 de marzo de 2009

Gracia /y 14

Y justo en el momento en que se sentaron el lunes delante del televisión padre e hija, sin saludarse como siempre, mientras el estaba ya apuntando con el mando hacia la caja aún sin imágenes, Gracia se levanto, se acerco a su padre, le dio un beso y mirándole a los ojos le dijo, papá, se que estas malito como yo, yo no te puedo cuidar, pero yo te voy a ayudar, vamos a la plaza.

Jamás se producen los milagros, jamás pasan cosas buenas que sepamos que realmente lo son hasta que han pasado algunos años, pero si lo que acabo de decir es mentira, allí ocurrió en aquel momento, Antonio no salía de su asombro, no dejaba de mirar a su niña, carita de guapa, que le había abierto de nuevo ese lugar donde los adultos han abandonado al niño que llevan siempre, le había dicho que el estaba también malito, y era mas consciente que su hija no sufría ninguna, por fin entendió tantas cosas que su ciega mente no había podido entender antes, pero daba igual, el lo que quería era seguir de la mano de su hija a donde ella quisiera llevarle, mama que nos vamos a la plaza.

Su madre, orgullosa de que su marido por fin había tenido las fuerzas suficientes para decírselo aunque no era fácil, feliz también de tener tiempo para hacer las cosas en casa sin tener dos ocupas dentro, cruzo con el una mirada de complicidad y les beso en la mejilla a los dos, ellos se fueron hacia la plaza que Gracia llamaba de las estatuas, apenas notaron el fresco de la mañana de primavera, ni los ruidos de los coches y acabaron en aquel banco de piedra, fría al principio, y acogedora después, y allí viendo el impresionante aspecto del palacio, se dijeron en silencio, sin articular la mas mínima palabra, tantas y tantas cosas que tenían pendientes desde hacia tanto tiempo, se miraban a los ojos y sonreían, como dos novios furtivos que se avergonzaban, como dos amigos que habían estado demasiado tiempo y debían ahora desandar el camino de la intimidad perdida, como dos que viven bajo el mismo techo y las circunstancias les han separado sin recordar por que pero ensanchando diariamente las distancias.

Las distancias eran muy cortas ahora, y la hija y el padre estaban felices de estar allí, sentados, abriendo un capitulo que ya no cerrarían nunca mas, teniendo en cuenta lo que nunca mas significa para uno y para otro. Gracia quería terminar pronto el intervalo de recuperación, y su padre no quería que aquel momento se acabara jamás en la vida, allí, con su niña felizmente recuperada, con la mirada limpia del que recupera al perdido, con las ganas de volver a tener el cómplice de fechorías menores, de sueños imposibles, de historias descabelladas. El estaba malito, ella le iba a ayudar, que gran verdad, ella le había dejado de aceptar durante mucho tiempo, durante demasiado tiempo, y seguía sin saber por que, pero le había dicho hoy que se había dado cuenta que estaba malito, y el seguía pensando que quizás que su hija tuviera una copia extra del cromosoma 21 le hiciera aceptar las cosas un poquito después de que algunos de los que no tienen esa copia extra lo aceptan, pero no importaba nada, porque muchos sin copias extras ni siquiera se molestaban en aceptar las cosas, siquiera en entenderlas, y nadie dijo que la vida era una carrera en la que gana el que primero llega a la muerte.

La velocidad., la estatura, el peso, no son más que referencias humanas, comparaciones que hacemos, y solo tienen el valor que tienen, comparar. Gracia, carita de guapa, cuanto mas le miraba mas quería a su hija que había sabido entender que su enfermedad no la decidió el, cierto es que le costo un poquito, cierto, pero logro entenderlo, carita de guapa, que vino a alegrar nuestra casa y a revolucionarla, pero que nos dio el bendito don de poder entender lo que antes no entendíamos,

Allí hija y padre, seguían mirándose y riendo, mirando como un jardinero regaba, unos policías vigilaban y unos chinos vigilaban a los policías que les vigilaban, mientras en casa, la madre de Gracia cada vez estaba mas orgullosa de su marido que había logrado convencer a Gracia que cambiara su actitud, y por fin se podía tomarse un café frente a la televisión, a la hora que antes jamás hubiera podido imaginar, los ríos, al fin, vuelven a su cauce.



© 2009 jjb


Este cuento esta dedicado a Gracia, a la de verdad, a la que no conozco personalmente pero de la que he robado el nombre para ponérselo a la protagonista, se que Gracia se parece solo un poco a la Gracia de la que yo hablo, porque Gracia quiere y es querida mucho mas que lo que lo hacen mis toscos personajes


viernes, 6 de marzo de 2009

Gracia /13

¿Cómo se lo digo a la niña?, ¿Cómo se lo dirá a la niña?, marido y mujer volvían a coincidir, esta vez en sus pensamientos, pero la cosa no estaba sencilla, el asunto era no despertar otra vez los fantasmas, no desatar la tormenta, los datos escasos, por no decir nulos, no indicaban muy bien porque se enfado, no se conocía como es posible que mantuviera su postura durante tanto tiempo, incluso era curioso como padre e hija habían acabado viviendo vidas paralelas en el sofá del salón.

Se había dado dos días, menos mal, y pensaba agotarlos, pero mientras tanto pensaba en posibles escenarios, quizás trasladarle la responsabilidad, ¿quiere que salgamos a dar un paseo?, pero se sorprendería después de tanto tiempo, y lo que era peor, podría decirle un no tajante que terminaría con cualquier otra posibilidad y con cualquier eventual plan alternativo. Quizás, un mandato, suave, cariñoso, Gracia, cariño, que te vista mama que nos vamos a la plaza, podría ser una formula, siempre quedaba el riesgo a la negativa, y lo que aun le parecía peor, la indiferencia, que no hubiera respuesta, que siguiera contemplando la televisión. Eso tenia mal arreglo, porque lo lógico, con otro hijo, seria meterse en una discusión en la que se podía subir la voz, ella se enfadara, el subiera el tono de su enfado hasta un nivel no deseable y con una solución que podría terminar con las lagrimas de Gracia en la falda de su madre. Menuda papeleta.

Gracia miraba las imágenes sin verla, y pensaba como poder acercarse a su padre, el podía seguir enfadado, aunque pensaba que no, pero no quería que papá se enfadara como lo hacia con sus hermanos, porque no estaba muy segura de poder aguantar una de aquellas discusiones que había presenciado y que le habían hecho llorar, siempre se ponía al lado de papá, pero ahora las cosas habían cambiado, y podía entender un poco, solo un poquito, algunas actitudes de sus hermanos. Habían hablado mamá y el, como siempre que no querían que ella se enterara habían cerrado la puerta de la habitación y solo había oído la voz de mama con ese soniquete que se le ponía a veces y que con ella nunca utilizaba. ¿Qué podría hacer?, ¿como decírselo?, de momento hoy por lo menos no diría nada, mañana será otro día.

Gracia esta muy ensimismada con la televisión, mejor es no decirle nada, como echo de menos darle aquellos besos que le daba, cuanto mas sonaban mas gracia le hacia, como nos reíamos, como echo de menos aquellas tardes que volvíamos los dos a la niñez, a la ingenuidad, a olvidar los problemas de la oficina, todos los problemas, todo el día pensando en que inventaría aquella noche, imaginando cada vez mas cosas descabelladas, mas locuras, con el único fin de que Gracia lo pasara bien, pero sin que nadie lo supiera, el lo disfrutaba tanto o mas que ella, con su niña, que le aceptaba las mayores locuras sin reproches, sin mas exigencia que la diversión, la risa, el constante jaleo de la sorpresa, el echaba de menos aquello mucho mas que ninguna otra a la que la enfermedad le había obligado a renunciar, porque aquello le hacia sentirse mucho mas cerca de Gracia, pero también mucho mas cerca de su infancia y de todo lo que ya había olvidado de ella. Hay un lugar escondido en algún sitio de la mente de las personas, en las que esta encerrado aquel niño que dejo de serlo, y es tan fuerte y tan infranqueable la puerta del sitio en el que se guarda, que la mayoría jamás podrán sacar aquel niño que aun vive allí, algunos, muy pocos, logran hacerlo, y consiguen la felicidad, que solo conociendo lo que es la ingenuidad después de haberla perdido, puede conseguirse tan generosamente, y eso, solo eso, es la felicidad.

Era muy tarde ya, y sobre todo era día trece, y jamás le había gustado tomar las decisiones en algo que tuviera trece, por eso, y porque no tenía un argumento mejor para justificar sus miedos, decidió aplazarlo todo hasta el lunes. Y se lo repitió queriendo así afianzarse en su decisión, el lunes hablaremos.



© 2009 jjb

jueves, 5 de marzo de 2009

Gracia /12

Y te lo vuelvo a decir Antonio, que esto no puede seguir así, ya lo sabes, tienes que cambiar tus costumbres, que me tienes que ayudar un poco, porque yo sola no puedo con todo, y que la forma mejor de ayudarme es saliendo mas a menudo con la niña, haciendo algunos recados, no se, moviéndote, porque lo que no estoy dispuesta a consentir es verte ahí sentado mientras te vas consumiendo, que no Antonio, que aun te queda mucho en esta vida para que te sientes y no te muevas en todo el santo día.

A pesar de sus balbuceantes intentos por responder, era imposible, tampoco quería pararla en su imparable discurso y mucho menos enfadarla y darle pie a que comenzara un nuevo frente, porque estaba casi seguro que ya había terminado sus argumentos y el momento actual era repetición hasta la saciedad de los mismos, lo cual podía ser bastante largo, de hecho era ya muy largo, pero no aportaba mas riesgo, los miedos estaban ya tasados, tenia que ofrecerle una alternativa adecuada a la situación actual, además también le gustaría abandonar esta vida que a base de ser repetida había sido institucionalizada, asumida, pero que sinceramente no era muy allá, lo que su mujer le estaba diciendo, la parte que debería ofrecerle para que no volviese a repetir el discurso no exigía grandes sacrificios, ni penetrar en situaciones de riesgos, ni sentir el miedo que peor había llevado siempre, esa desazón con la incertidumbre que siempre le había traído a mal traer, quizás por eso su vida tenia ese ligero recuerdo de autismo funcional que hacia de la actitud de un día una actitud ante la vida, que le hacia llevar la misma marca de calcetines desde hacia mas de treinta años, entrar por la misma boca de metro, cuando podía hacerlo por otra y subir por la escalera y pararse en el primero, en vez de utilizar el ascensor y no pararse en ningún piso., su vida, vista ahora en su conjunto, y con la perspectiva del tiempo, era una repetición de situaciones, de momentos, de actos, una repetición cíclica y monótona en la que apenas había habido cambios, y cuando se habían producido los había aceptado a regañadientes.

Pero ir a la plaza, comprar cuarto y mitad de jamón york o mitad de cuarto de queso, no era un ejercicio de riesgo, ni siquiera se salía de los límites y muy gustosamente podía ser convertido en parte de las rutinas archivadas. El problema podría ser Gracia, o mejor dicho su potencial resistencia a dejar la vida que habían adoptado por tácito acuerdo mudo hacía ya mucho tiempo, eso si podía ser un escollo, porque aun estaba por resolver esa distancia que ella había establecido desde que le paso lo suyo.

Así que eso es lo que hay, Antonio, las cosas son así, y sabes que yo miro siempre por nuestro bien y el de los nuestros, pero es así…

Déjame hablarte, y antes de nada, creo que tienes razón, creo que es tal y como tu lo pintas, creo que deberías habérmelo dicho antes, pero te agradezco que me hayas hecho despertar y te pido por favor que me ayudes a cambiar, pero sobre todo que me ayudes a ganarme a Gracia de nuevo, porque no estoy yo muy seguro que ella este tan convencida de cambiar su vida como lo estoy yo. Y no te digo mas, dame un plazo de un par de días para acercarme a ella y de verdad, ayúdame y confía en mí, dame un beso.

Un beso, dios mío, no recordaba desde cuando hacia que no se besaban, ni siquiera un casto beso de amistad, pero aun no se había repuesto primero de que le hubiera interrumpido, aunque hubiera sido casi al final, y después que le hubiera hablado, apenas recordaba su voz, y después la firmeza de su voz, y de sus convicciones, no estaba tan segura de que fuera así, y tenia razón ya veremos que pasara con Gracia.

Gracia había echado de menos a su padre, pero seguía pensando en sus cosas, por fin su padre se sentó y cambio el programa, las cosas volvían a la normalidad.


© 2009 jjb

miércoles, 4 de marzo de 2009

Gracia /11

Esto no puede seguir así, Antonio, no puede, te pasas el día delante de la televisión, con la niña al lado, no respetas ni las comidas, no hablamos, no decidimos cosas, soy yo la que tiene que decidir todo, no haces ejercicio, mira como te estas poniendo de gordo, no tenemos vida social, hace meses que no visitamos a nadie, por no decir años, y esto no puede seguir así. Yo comprendo que después de lo tuyo hayas pasado una temporada mala, pero es que ya hace un año, quizás un poco mas, y esto no cambia y esto no puede ser, no admito que te pases las horas y los días delante del televisor y no te levantes ni para hacer pis, y que cuando te llame para comer tardes mas que la niña, y ni siquiera te levantes cuando suena el timbre de la puerta, que ni comes, solo engulles por no perderte ni un segundo de la televisión, ¿tu sabes cuanto hace que no toco el mando a distancia?, que hasta te acuestas con el, que parece un misalito, que no Antonio, que no, que esto se esta pasando de castaño oscuros, que esto no puede seguir así.

El no salía de su asombro, aunque ella seguía hablando, soltando toda aquella perorata larguisima, pero lo que mas le había sorprendido es que tras años y años de matrimonio le había llamado por su nombre, el había supuesto hace mucho que lo había olvidado porque se refería a el como cariño, cielo, oye, incluso por el nombre de su hijo, y lo peor, había estado una temporada llamándole por el nombre de su suegro, pero ya no recordaba la ultima vez que le había llamado Antonio, lo cual le daba una referencia muy aproximada de la gravedad del asunto que le había llevado a ella a hacer memoria y sobre todo hacer énfasis en el nombre para que supiera en que terreno se estaba moviendo. El caso es que aunque no lo había pensado, realmente poco o nada había pensado en los últimos tiempos, era cierto que aquello ni era vida ni era nada, todo el día allí sentado, oyendo idioteces, viendo idioteces, haciendo el idiota, pero por otro lado no tenia que trabajar, no tenia que pensar y era la única actividad aceptable dentro de las pasivas, peor hubiera sido quedarse en la cama, o estar todo el día en un banco de la plaza, o como hacían algunos de sus amigos prejubilados pasarse el día entero en el bar, y esos si que no tenian problemas con sus mujeres, porque estaban fuera de casa posiblemente y no eran un inconveniente para ellas, pero el se pasaba el día en casa, y no realizaba mas actividad que darle al mando, que ni siquiera era una actividad mental porque tenia ya aprendidas las horas en las que ver los programas mejores, bueno, los que mas le gustaban. Tenia razón, lo cual daba igual, porque aunque no la tuviera iba a dársela siguiendo su estrategia habitual, pero aun no podía dársela porque ella seguía con aquella explosión de palabras que tarde o temprano acabarían en algunas conclusiones que esperaba no fueran irreversibles.


Y claro la niña te ve, menudo ejemplo para la niña, debes salir, debes estar con señores que estén en tu situación, algún día te puedes llevar a la niña a la plaza, ir a comprar como van todos los maridos que tienen tiempo, ir al bar, ¿por qué no?, pero no pasarte las horas muertas en casa, que hay que airear Antonio, que hay que limpiar, que no se puede estar día y noche sin salir de casa, sin hablar, que ya ni me llevas la contraria, que no me preguntas ni la hora, aunque no te pongas el reloj que te regale, que no puede ser Antonio.

Y seguía desplegando su interminable lista de quejas, algunas que habías estado guardadas a la espera de la ocasión y que correspondían a defectos y faltas ya prescritas, pero que en su día fueron contempladas, con la insistencia de un entomólogo, la precisión de un cirujano y la dedicación de un filatélico ella seguía allí con el tono escogido de breve run run de regañina leve, pero que a fuerza de ser larga e insistente se iba convirtiendo en molesta, en muy molesta porque ya llevaba un buen rato de exposición sin fin.


© 2009 jjb

martes, 3 de marzo de 2009

Gracia /10

Pero su padre seguía igual, totalmente entregado a aquel juego pasivo en el que los demás hablaban y tu permanecías mudo, en el que te contaban cosas que realmente no le interesaban a nadie, en el que además los que antes apenas podían decir unas cuantas palabras correctamente, seguían sin poder decir muchas mas, pero habían aprendido palabras nuevas que solo entendían ellos, y justo en ese momento en el que Gracia fue consciente del tiempo perdido, de lo tremendamente injusto que había sido no aceptar que su padre dejara de jugar con ella, ahora sabia que su padre estaba incubando aquella enfermedad que tanta gente tenia, ella misma había estado totalmente inmersa en aquello, y su padre seguía, no había sabido o no había podido liberarse por si mismo, posiblemente le faltaba fuerza de voluntad, quizás no era consciente del inmenso mal que suponía pasar horas y horas expuesto a tantísima basura, no sabia muy bien por que, pero iba entendiendo cosas que antes nunca hubiera podido entender.

El asunto era ahora saber como poder ayudarle, ella se había dado cuenta que forzar las cosas no solucionaba nada, a ella le había pasado, tendría que ir poco a poco, sin que se diera cuenta de sus intenciones, y eso, nunca lo había hecho, siempre le descubrían cuando intentaba disimular, y nunca había sabido por que. además, ella no podía cuidar de papá, mas bien ella necesitaba que le cuidaran, mamá lo hacia muy bien, aunque a veces le regañara y algunas otras se pusiera muy cabezona y no le dejara hacer algunas cosas, pero definitivamente ella no quería, ni podía, cuidar a papá, y le gustaba mas pensar que no podía, porque así no se sentía culpable., por otro lado, desde que estuvo en el hospital, nunca se había acercado a el, ni siquiera le daba ni se dejaba dar aquellos besos tan sonoros que les hacían reír, pero que era su forma de medir el cariño, no había tenido contacto, vivían de forma paralela sentados en el mismo sofá, mirando la misma televisión y no diciéndose ni una sola palabra durantes, días, meses y años.

Algo debía hacer con aquello, pero seguía dándole vueltas y vueltas, realmente ya tenia muy claro que haría, pero le gustaba tanto hacer planes, darle vueltas a las cosas, imaginarse alternativas, ver posibilidades, que prefería no tomar decisiones, entre otras cosas porque nadie esperaba de ella que tomara ninguna, y ella seguía enfrente de la televisión, sin verla ni oírla, ajena a todo lo que por allí sucedía, ensimismada en sus cosas que se iban alargando, estirando y doblando según el día.


Tenemos que hablar, le dijo la madre de Gracia a su marido, después de tantos días, se atrevió a decírselo, su gesto anunciaba una conversación no demasiado amable, ni el procedimiento auguraba cuestiones de tramite, el “tenemos que hablar” era la formula pomposa que aquel matrimonio en contadas ocasiones para hablar de algo en lo que no solían estar de acuerdo.

El ya no era polémico, ni buscaba confrontaciones como antes, había metabolizado su dependencia y había atemperado su mal carácter congénito para evitar posibles situaciones de difícil manejo. Pero también era su formula de agradecimiento a la mujer con la que había compartido su vida, porque a pesar de suponer que era una muy buena gente, la enfermedad le había permitido comprobar que la vida de ella estaba a su servicio, que nadie podía entregarse de manera tan abnegada, de forma tan solidaria, sin hacer ruidos, despacito, con una sonrisa, despreciando el mundo y entregándose a el de la forma mas desprendida, mas sincera y sin pasar la factura del reproche, de las malas miradas, del cansancio, del hastío. Siempre le había querido, pero ahora sabia que ella era mejor que el y hacia por el cosas que probablemente el jamás haría por ella amparado en mil razones, algunas de ellas coherentes. Lo sabía y sabía que la forma de agradecérselo solo un poquito, una milésima parte de lo devengado, era hacerle la vida un poco más sencilla.


Ese “tenemos que hablar” no le hacia mucha gracia, pero como tenia por costumbre en los últimos tiempos, le había dicho que si, que ahora no podía, pero que luego hablarían, era su estrategia de andar por casa para adelantarse a lo que ella podría decirle y estar preparado para tener las palabras adecuadas que no abrieran trincheras, ni restañaran heridas, ni fueran malinterpretadas, pero lo cierto es que esta vez no tenia ni la mas remota idea de que asunto podría ser.


© 2009 jjb

lunes, 2 de marzo de 2009

Gracia /9

Diariamente se iba realizando el milagro, esa metamorfosis que imitaba el imposible paso de gusano a mariposa, Gracia cada vez que pronunciaba aquella palabra casi secreta, hermética, tenia menos necesidad de consumir su ración diaria de televisión, se desconectaba de los poderosos tentáculos que se habían ido desarrollando alrededor de aquella caja, era un poco mas libre y un poco mejor, pensaba, y sus pensamientos le hacían libre, pensaba y abandonaba el dulce atontamiento del vacío, de lo que carece de sentido, de la inutilidad de lo superficial. Apenas le interesaba ya la vida sexual de jóvenes guerreros con aspecto de saltimbanquis, casi no tenia ganas de escuchar las proezas físicas de alguno de aquellos relatadas con una joven de larguisimas piernas y generoso escote, no le importaban las replicas, contrarréplicas, aclaraciones, reputaciones y aclarados que surgían siempre de unas declaraciones que incluso ahora le parecían que carecían de sentido. Vehermar, decía, y se le abrían los mundos que se habían cerrado, los sueños que estaban dormidos esperando que ella conociera la clave secreta que abría el mundo de los sueños perdidos, vehermar, y se aislaba de la insaciable presión de la televisión, ni siquiera la oía, no la veía, nada, solo estaba en sus historias inventadas, que sucedían en sitios desconocidos, en parajes ignotos, en épocas anteriores, o posteriores, con héroes y villanos que tenían mas aspecto de héroes y villanos que los que aparecían en la pantalla.

Se estaba liberando, pero al hacerlo, se daba cuenta de las cosas que pasaban a su alrededor, era consciente que la vida no se circunscribía a sentarse y que le contaran cosas, y al ver la vida con otro ángulo, se dio cuenta que su padre seguía hipnotizado con la televisión como ella lo había estado antes, que seguían los dos en el sofá, ella pensando en sus cosas y el digiriendo la comida que le proporcionaba la caja de luces a la que algunos llamaban la caja tonta, eso le preocupaba a Gracia, porque suponía, con razón, que si ella había podido llegar a la conclusión de que aquello no era bueno, papá, que era mucho mas listo y con muchísima mas experiencia, debería haber llegado a la misma conclusión mucho antes que ella, pero papá seguía allí, sin articular palabra, riendo a veces, serio otras, pero con aquella mueca que se le había quedado desde que volvió del hospital, no lograba entender por que el seguía mirando aquello y no lograba liberarse, pero mientras lo pensaba, decidió quedarse junto a el para estudiarle, para intentar buscar una forma de ayuda para quitarle de aquello y de paso volver a tenerle como antes, aunque por otro lado seguía un poco molesta con todo, pero estaba en un momento tan bueno, único, jamás en la vida había tenido sus propias conclusiones y estaba muy orgullosa de ello, se sentía adulta, y se sentía feliz, y además, también por primera vez, no le había contado a nadie lo que le estaba pasando, y eso era también un gran avances, sin ella saberlo, quizás intuyéndolo,

Gracia empezaba a tener lo que muchísimos mortales jamás han tenido ni tendrán, eso que los poetas de otro siglo, los tratadistas pasados de moda y otros monstruos intelectuales llamaron vida interior y que un poeta humilde, brillante y luminoso resumió en los versos que casualmente la madre de Gracia había subrayado hacia tantos años, que ya había olvidado:

Converso con el hombre

que siempre va conmigo
-quien habla solo espera hablar a Dios un día-;
mi soliloquio es plática con ese buen amigo
que me enseñó el secreto de la filantropía.



© 2009 jjb


Mi infancia/Parrafo del poema de Antonio Machado