viernes, 31 de julio de 2009

Maribel / 23

Aquello sí que significó un cambio de vida y todo se empapó de la niña, la morfología de la casa, los olores, las costumbres, todo. Cada tres horas el pecho, cada dos por tres lavar los pañales, cada cuatro días ir al pediatra, las vacunas, el peso, todo. Era un sinvivir, pero qué gusto le daba ver a su niña dormida, tranquila y con la sensación de que estaba limpia y sana. A pesar de los miedos, a pesar de que no vino con un libro de instrucciones, a pesar de todo, valía la pena trabajar como nunca había trabajado cuando la recompensa era tan grande, había firmado un pacto de sangre con aquella niña que sólo se extinguiría cuando Maribel muriera y que en el mejor de los casos, en circunstancias óptimas, aquella niña se iría con el primero que encontrara y abandonaría a su madre, exactamente igual que ella había hecho, como generaciones y generaciones habían hecho desde que el mundo es mundo.

Joaquín estaba un poco abandonado según le parecía a Maribel. Se iba a las nueve a trabajar, volvía a comer, comía a veces solo, porque Maribel tenía que atender a la niña y apenas le daba el tiempo para servirle los platos y hacerle el café, se iba de nuevo a trabajar y volvía a las nueve posiblemente desde el bar donde tenía unos amigos con los que charlaba y a veces jugaba a las cartas. Ya en casa veía a la niña, rara vez la cogía en brazos y después de cenar, mientras Maribel bañaba a la pequeña, oía en la radio el parte y los deportes. Hacían poco el amor porque la noche no la perdonaba la niña y él tenía que madrugar para irse a trabajar, poco tiempo para el placer y mucho trabajo, pobre Joaquín pensaba Maribel.

Pero aunque les daba poco tiempo, alguna noche perdida, entre toma y toma, Joaquín se desahogaba mientras Maribel pensaba que no le iba a quedar apenas tiempo de dormir, pero era bueno, sabía que era bueno y sin darse cuenta, sin apenas haberlo pensado, se volvió a quedar embarazada para sorpresa de Joaquín, de su madre, de su suegra y de ella misma. Al principio le daba hasta miedo decírselo a Joaquín, pero después entendió que él quería un niño, que no sólo no le importaría, sino que le gustaría saberlo y así fue, tras la sorpresa le vino el agobio, si apenas podía con la pequeña, con la casa, con su marido, con todo, ¿cómo lo haría con dos?, pero mejor era no pensar en aquello y tampoco tenía tiempo para poder pensarlo, así que tras la tristeza y la alegría, llegó el olvido y el tirar para adelante, porque poco o nada se podía hacer, la niña era muy buena, pero todo se añadía, todo se juntaba, todo se anudaba.


En el segundo parto todo fue sobre ruedas, su madre se quedó con la niña, no hubo falsas alarmas, ni siquiera la misma comadrona que la vez anterior y todo fue más natural y más conocido. Fue otra niña, a Joaquín le puso cara de pedir perdón y Joaquín puso cara de otra vez lo mismo, pero así era, la niña estaba bien, tenía mucho pelo y lloraba mucho más que su hermana, pero todo había salido bien y sobre todo, Maribel controlaba la situación, sabía lo que iba a pasar, aunque no sabía cómo organizarse con dos, pero Dios proveerá pensaba, todo tiene solución, todo se irá arreglando poco a poco.

Su madre se había quedado unos días con la niña, su suegra se quedó a dormir con ella en la clínica y cuando salieron de allí a Joaquín se le veía aparentemente ajeno al enfado o a la alegría, como absorto en sus cosas, en esa situación que solía estar y que era casi imposible interpretar en un sentido o en otro.

Prácticamente le servía todo lo que tenía de la mayor y sólo había que hacer pequeños cambios, poniendo a la mayor en su camita en su habitación y que la pequeña ocupara el sitio de la mayor en el dormitorio del matrimonio.

La nueva normalidad enseguida se implantó y salvo que el trabajo prácticamente se había duplicado para Maribel, nada había cambiado de todo lo demás, Joaquín seguía con su rutina, las abuelas con las visitas, el fútbol los domingos, y seguía oliendo a leche agria y polvos de talco en aquella casa.

© 2009 jjb


votar


Add to Technorati Favorites

jueves, 30 de julio de 2009

Maribel / 22

Falsa alarma otra vez y los gritos volvieron a oírse en el silencio del pasillo de aquella clínica, la comadrona le regañaba con la más cruel de las regañinas pero sin salirse del límite de lo aceptable, no se salía de lo correcto y lo que estaba claro es que aquello que le estaba diciendo a Maribel lo había repetido muchas veces más a lo largo de su vida. Salió como un vendaval y Maribel estaba de nuevo llorando en aquella cama, desconsolada, sin palabras y allí se quedaron los dos sin decirse una palabra, esperando pacientemente pero con la prudencia de no confundir contracciones con deseos, aquello parecía un duelo a oscuras, la antesala del abismo.

A las ocho empezó la rutina del centro médico, a las nueve llegó su médico, te vamos a poner el gota a gota, eso duele pero ahora sí sabrás qué es una contracción y en poco vendrá tu niño, sí, le pusieron aquel goteo y allí empezó una nueva dimensión del dolor, allí comprendió que nada tenían que ver los dolorcillos de la noche anterior con aquello que le hacía transfigurarse, revolverse, odiar el mundo y arrepentirse de haberse quedado embarazada, le molestaba todo, la luz, las visitas, todo, y tú ven aquí, le decía a Joaquín y dame la mano y no hables con nadie. Cada vez eran más frecuentes, después de aquel momento eterno, después de quererse morir, se la llevaron en su cama y allí se quedó Joaquín con sus suegros y su madre, sentados en las sillas que allí había, con cara de circunstancias, esperando lo que viniera, esperando noticias.

Y allí estuvieron sin articular palabra, con las continuas visitas del padre de Maribel al pasillo para fumar un cigarro, al que le seguía Joaquín como si fuera su escudero, fumaban en silencio y no daban la impresión de estar rezando como parecía que lo estuvieran haciendo las madres.

Y de repente la puerta se abrió y apareció Maribel, un poco confusa, con su mínimo paquete de azul al lado, ay mamá qué dolor, está bien, pero no es niño, pero si va de azul, no traje ropa rosa, es una niña, no se lo digas a papá ni a Joaquín, pero ¿cómo no se lo voy a decir?, debes decirlo tú, ellos querían un niño, y qué más da, dilo tu cariño, que no pasa nada, qué alegría más grande.

Los hombres ya habían instalado una sonrisa de oreja a oreja, estaban sacando unos puros y lo que les dijo Maribel les dejó helados, no estaba previsto, una niña, bueno es igual, bienvenida será, pero por algún motivo desconocido no daba igual, las sonrisas se habían matizado y los puros habían desaparecido, o al menos esa era la impresión que tenía Maribel.

Ella estaba loca con su niña, muerta por el dolor, satisfecha por haber parido y loca por aquella maravilla horrorosamente fea y negruzca que a ella le parecía lo más hermoso que había visto nunca antes. Había echado de menos a Joaquín en el parto, pero ni siquiera se había atrevido a decírselo, eran muy pocos los hombres que entraban en el quirófano, pero bueno, ya estaba y qué preciosa era su niña, a la que ni siquiera habían pensado un nombre porque nadie esperaba que fuera niña. Sin motivo ninguno, pero todos daban por hecho que era un niño.

Mamá hay que comprarle ropita rosa, sí hija, lo antes posible, sí hija. Su madre había optado por darle la razón en todo y no mover un dedo, pero miraba a su nieta con la única lágrima posible en sus ojos y con la alegría de poder haberla conocido, lo que no tenía muy claro desde que pasó aquella enfermedad que aún hoy le tenía en un grito de dolor una noche sí y otra también.

Qué guapa era su niña y qué miedo le daba cada vez que venía una enfermera y la cogía en brazos con espeluznante pericia y ver cómo volaba aquella miniatura humana. La niña dormía, ajena a todo, posiblemente aún enfadada por haber sido sacada de su placentero lugar en el que reposaba en un mullido colchón de líquido amniótico, con una temperatura ideal y con la comida regulada, nada que ver con aquella realidad de algo que le picaba, calor y frío, comida a ratos, y movimientos incontrolados; era el paso del paraíso al infierno, al que aquel alevín de ser humano empezaba a acostumbrarse, quejándose cuando algo no le cuadraba, algo le violentaba o le molestaba.

© 2009 jjb


votar


Add to Technorati Favorites

miércoles, 29 de julio de 2009

Maribel / 21

Estaba a punto de estallar tanto física como anímicamente y de repente, sin llamar mucho la atención, rompió aguas en casa mientras estaba preparando la comida. Joaquín acababa de llegar y cuando vio a Maribel con cara de circunstancias no sabía si salir huyendo o esconderse, llama a mi madre, llama a mi madre, vámonos a la clínica, llama a mi madre, vámonos, de eso nada, me voy a duchar que hoy no me he duchado, pero cómo te vas a duchar, vámonos, no, avisa a mi madre.

Y se duchó, siguiendo aquella vieja máxima de las madres antiguas que aconsejaban a sus hijos que se lavaran y se cambiaran de ropa interior por si les pasaba algo y era evidente que a Maribel le estaba pasando algo. Se vistió lo más rápido que pudo y salieron disparados hacia la clínica.

Allí su médico le dijo que aunque había roto aguas aún le quedaba y que estuviera tranquila, pero que para mayor seguridad se quedaría allí, por si se presentaba el parto. Y ¿podemos comer doctor?, claro, bajar a la cafetería que la comida ya la han dado aquí.

Y comieron tan tranquilos mientras iban llegando las madres, espantadas de la total tranquilidad de los futuros padres, pero tenían hambre y el médico había dejado bien claro que la cosa iba para largo y Maribel no tenía el más mínimo síntoma de parto, sólo un hambre voraz que le hacía destrozar aquel pepito de ternera mientras pensaba en qué pediría de postre.

Pasaron la tarde en la habitación, entre visitas de familiares y amigos avisados vete a saber por quién, entre largas conversaciones a voces, en las que siempre alguien quería tener razón fuera el tema que fuera, los hombres fuera de la habitación, fumando en los pasillos.

Esa noche Joaquín se quedó con ella, se quería quedar su madre pero después decidieron que mejor Joaquín aquella noche y su madre una vez que hubiera nacido el niño. Se presentó en la habitación una mujer de cierta edad, corpulenta y con cara de pocos amigos, soy la comadrona, si se presenta el parto por la noche me buscan que andaré por la casa, pero como tengo mucho trabajo no me avisen si no es inminente, adiós buenas noches.

Qué sargento, sí, asusta un poco. A las tres de la mañana, Maribel le dijo a Joaquín que fuera a buscar a la comadrona, que tenía contracciones cada vez más frecuentes y aquel hombre salió como alma que lleva el diablo en busca de la comadrona por los pasillos de la clínica. La encontró en la cuarta planta y le dijo con la premura del momento que ya, que tenía muchas contracciones , pero ¿está seguro?, sí, es lo que ella me ha dicho, vamos allá.

© 2009 jjb

votar


Add to Technorati Favorites

martes, 28 de julio de 2009

Maribel / 20

Pudo ser la jalea real, posiblemente su efecto placebo, probablemente los padrenuestros dosificados de Maribel, las cientos de oraciones de las abuelas, la naturaleza o una mezcla improbable de todo aquello, el caso es que un día tuvo una falta, después tuvo otra y le dijo a Joaquín, que creo que sí, y sí, estaba embarazada y estaba feliz y Joaquín también, porque también deseaba tener un hijo al que ponerle su nombre y la casa se convirtió de esperanza concreta y la vida empezó a cambiar de manera radical.

Por evitar que se desplazara y se cansara, los domingos iban los futuros abuelos a casa de Maribel, con lo cual lograban que trabajara más arreglando la casa y preparando las comidas, aunque la parte más cara la traían ellos.

Le dijeron que era bueno pasear y paseaban como si fuera un entrenamiento para una prueba deportiva, sin correr, para arriba, para abajo, sin parar en todo el día. Recordó su vieja promesa al casarse y se despidió con lágrimas en los ojos de doña María, que había sido su lazarillo, sus ojos y su sentido del humor tanto tiempo, además de ser la guía que le solucionaba sus más profundos problemas y los más nimios; quería a aquella mujer menuda y a ella se le notaba que también tenía un sincero apego a Maribel, adiós hija, vuelve a verme cuando quieras y de paso compra algo que no vendrá mal, rematado por su eterna risa alborotadora y contagiosa, desproporcionada para aquella menuda mujer de edad indefinida y muchas primaveras. Ambas lloraron un poquito y después le dio doña María un sobre, toma, no puedo darte más, no tenía que darme nada, que sí hija, cógelo y toma, esto es para el niño, y abrió la caja en la que había un primoroso conjunto de un jersey minúsculo y cuatro pares de patucos igualmente pequeños, todos de color azul, porque estaba decidido sin ningún dato que lo corroborara, que lo que estaba por venir sería un niño.

En casa tenía mucho tiempo para prepararlo todo, la comida, la ropa del niño, las cosas que se necesitaban y poco a poco, echando mucho de menos la tienda, se iba acostumbrando a las horas en casa y las horas en el mercado del barrio, a las vecinas y las conversaciones en la calle o en la escalera.

Joaquín seguía callado, pero se le notaba un brillo en los ojos cuando hablaban del niño, que era a todas horas, todos los días, porque el niño, sin estar, se había instalado ya en la casa y en sus corazones, y cada vez ocupaba más espacio físico y afectivo en los armarios, en la superficie y en las tareas de aquella casa.

Maribel cada vez estaba más gordita, y por su ingravidez se volvía inestable, sus gestos torpes y sus manos iban a su barriga cada vez que su hijo se manifestaba en forma de movimientos o de lo que ella llamaba patadas. A pesar de la evidente molestia de aquel estado, la transformación, los cambios que se producían, la constancia de llevar en sí una nueva vida le gustaba como nunca antes le había gustado nada.

Y a cualquier hora imaginaba cómo sería su hijo, pero no en su inmediato nacimiento, sino cuando tuviera veinte años y fuera ya un catedrático famoso por sus conocimientos, o un médico que salvara muchas vidas, o un ingeniero que diseñara puentes y casas; junto a aquellos sueños de grandeza aparecían las sombras ¿tendría alguna enfermedad?, ¿estaré preparada para atenderle?, ¿seré una buena madre? y entre deseos y miedo el día iba pasando, leyendo todo lo que podía caer en sus manos sobre cuidado de los niños y escuchando atentamente los dispares consejos de las que ya habían sido madres.

Las tardes y las noches se hicieron más largas cuando llegó el verano y coincidió con los tres últimos meses de embarazo, las piernas hinchadas, los dolores de riñones, estar permanentemente incómoda sentada, tumbada o erguida, pero Maribel no se quejó ni una sola vez salvo cuando se sentaba y hacía gestos de dolor acompañados de una sonrisa que pretendía disimular sus dolores, estaba ya loca por parir y aún quedaba, y el calor cada vez era mayor, pero había que aguantar y Maribel aguantaba con valor y decisión.


© 2009 jjb


votar


Add to Technorati Favorites

lunes, 27 de julio de 2009

Maribel /19

El viaje de novios a Mallorca, la vida de casada le gustaba, vivir en una isla, pasear por la playa, beber cerveza en los chiringuitos, visitar a aquel familiar lejano que había emigrado allí, el hotel, todo hecho, era la versión viaje de novios de aquel “dolce far niente” que decían las películas de la época.

Había logrado convencer a Joaquín, aunque le había costado Dios y ayuda, poder seguir trabajando en la tienda de doña María, pero con la condición inexcusable de que en el momento que se quedara embarazada lo dejaría de inmediato.

Fue un gran triunfo, ningún marido sensato hubiera permitido que su mujer siguiera trabajando una vez casada, el argumento que le convenció es que a aquella tienda sólo iban mujeres, soslayando eso sin los viajantes y los comerciales, pero de eso optó por olvidarse Maribel al contárselo a Joaquín, por si acaso.

Acabado el viaje de novios comenzó su vida en casa, iban muy justitos de dinero, había que pagar la hipoteca y el sueldo de Maribel también fue una ayuda importante, Joaquín siguió haciendo horas extraordinarias y así, con apreturas los últimos días del mes, iban pasando los meses.

También se iban limando los detalles, que si una puerta que hacía ruido, que si una tubería que lloraba, las pequeñas cosas que iban surgiendo en aquella casa en la que no coincidían lo que se había hablado con lo que les habían entregado.

Los domingos visitaban las casas de sus padres, la tarde con el fútbol, las mujeres hablando de sus cosas y a media tarde de vuelta a casa para preparar todo para el día siguiente.

Joaquín comía en casa y Maribel diariamente le hacía la comida, los dos comían al mediodía juntos y algunos días, si las horas extras no acuciaban, hacían el amor en versión apresurada como sustitutivo del postre, se iban contentos al trabajo y la tarde se hacía más corta.

En las conversaciones de los domingos, su madre empezó a preguntarle sobre niños, que ya lleváis mucho tiempo, ¿tenéis pensado algo?, lo que venga vendrá, pero ¿tú no tomas nada?, no mamá, yo no tomo nada, cuando vengan vendrán.

Y su suegra lo mismo o parecido y así un día y otro y siempre lo mismo, lo cierto es que llevaban mucho tiempo y no pasaba nada y un día tras muchas precauciones, dudas y preparaciones, se atrevió a sacarle el tema a Joaquín.

Mira que llevamos mucho tiempo y que no me quedo, que podríamos ver qué hacemos, yo de médicos no soy, jamás he ido a uno y no quiero, no si no te digo eso, pero por ejemplo, dime, ¿tú quieres que tengamos un niño?, pues claro, cómo no voy a querer, sí, pues lo que podemos hacer, antes de ir a médicos ni a ningún sitio es intentarlo con más ganas, eso suena bien dijo Joaquín y se rió, no tonto, bueno sí y los dos rieron con ganas.

Pusieron en práctica aquel plan para andar por casa y se aumentaron las sesiones de después de comer, las noches e incluso algunas mañanas de los fines de semana, en aquella casa se cambiaban las sábanas con mayor periodicidad que nunca.

Pero no pasaba nada, Joaquín le preguntaba torpemente, ¿te ha venido?, sí, ayer, vaya, y así pasaban los meses sin más novedad que un refuerzo de la alimentación de Joaquín que decidió Maribel como complemento del plan previsto.

Daban paseos, largos paseos que habían casi olvidado desde su época de novios, algún sábado iban al cine, seguían con las comidas dominicales en casa de los padres, el fútbol y apenas tenía tiempo Maribel para leer a Corín Tellado.

Una tarde en la tienda doña María le dijo a Maribel, tú quieres dejarme y no puedes, pero yo te voy a ayudar aunque no quiera que te vayas, Jalea Real, cómprala y tómala, un poquito todos los días, no lo olvides, Jalea Real.

Le costó encontrarla, pero compró jalea real y diariamente, sin decir nada a nadie, con muy poca fe pero repitiendo diariamente, tomaba su dosis de esperanza mezclada con el café y las galletas, diariamente decía un padrenuestro mientras se la tomaba.

© 2009 jjb


votar


Add to Technorati Favorites

viernes, 24 de julio de 2009

Maribel /18

Te lo dije Joaquín, no tenias que haber bebido, te lo dije, mira como estas ahora, y es nuestra noche de bodas, tengo sueño, menudo día has elegido para beber, y te lo había dicho, quita de en medio, y quitate la ropa, tengo sueño, y se quedo dormido con la ropa a medio quitar, y Maribel empezó un llanto profundo que ella pensaba de rabia pero que no lo era, era un llanto crónico que empezó aquel día de nervios, de saludos, de sonrisa permanente, de presentaciones y olvidos, de coger sobres y guardarlos, de alegrías, de decepción nocturna. De nada valían los mil duros que se había gastado en aquel camisón que enseñaba mas que tapaba, del que pensaba que era el metro de tela mas caro que nunca había visto, de nada habían valido los planes para aquella noche que también los había incluido en los planes generales de la boda, pero estaba claro que su recién marido no había contado entre sus planes con aquello, o se había desbordado con la alegría llevándola a un vaso y después a otro.

Roncaba como solo un animal salvaje puede roncar, eso pensaba Maribel sin saber si los animales salvajes roncan, pero roncaba con ganas, con potencia, con timbre, y ella estaba allí, mirando su casa y mirando que alguien había dejado allí una champanera y una tarjeta, miro la tarjeta y pudo leer, celebración de después, el champagne esta en la nevera, y junto a la champanera dos cigarrillos y un mechero, de perdidos al río, pensó ella, cogio los dos cigarros y el mechero y en la cocina, en su cocina, abrió la botella de champagne y a morro, empezó a dar cuenta de ella. El de la idea brillante se había lucido, pero el champagne estaba fresquito y bueno, se fumo el cigarro mientras sus lágrimas iban remitiendo. Y cuando ya apenas lloraba y estaba en un estado semi etílico de tontería graciosa, se fumo el otro y lamento no tener a mano algunos mas, aquello estaba buenísimo, a pesar de que no lo bebiera de la forma mas apropiada posible, acabo la botella, y ya estaba totalmente entregada en los brazos de Morfeo, llego como pudo a la habitación y aquellos inquietantes ronquidos seguían vigentes, y empezó a hablar sola en voz alta.

Pues si te crees que por que ronque me voy al salón a dormir en el sofá lo tienes claro, vamos ni de broma, pues si, y me voy a quedar frita en nada, no me vas a amargar tu mi noche de bodas, hasta ahí podíamos llegar, y todo esto acompañado de un persistente hipo minúsculo y violento, que le cortaba las palabras por la mitad.

Se acostó y de inmediato se quedo dormida como un bebé, disfrutando su noche de bodas después de beber el champagne y fumar un cigarrito, pero no después, sino en lugar de.

Se despertó Maribel con una gran reseca y con una tremenda confusión, Joaquín no estaba allí, su marido que abandono el mundo la noche anterior para roncar había desaparecido ahora, y ella estaba despertando por primera vez en su nueva casa y aun no se había acostumbrado a la novedad, esas luces que entran, esos ruidos que no son los cotidianos, las medidas, todo, la puerta de la habitación se abrió y apareció Joaquín con una bandeja, un café, churros, un zumo de naranja, una rosa en una copa de champagne de las que ella no había encontrado la noche anterior, y aquella petición de perdón fue mayor que las posibles mil palabras que jamás articularía, le gustaba aquel detalle, le gustaba sentirse querida, le gustaba sentirse esposa, y compartir aquella casa que era suya con el.

Olvido todas las cuitas, se entrego al café y a los churros, se bebió de un tirón el zumo, necesitaba liquido, y sin saber por que cuando acabo con aquel festín echo de menos un cigarrillo, aunque nunca había fumado de manera sistemática, pero antes de que pudiera llamarle, apareció Joaquín fumando, y Maribel le pidió un cigarro, pero si tu no fumas, pero un día es un día, y además en la cama, un capricho, y se fumo su cigarro allí, mientras el la observaba y reparaba en aquel camisón elegido con tanta intención.

Antes de que terminaran sus cigarros estaban haciendo lo que deberían haber hecho la noche anterior y que no hicieron por culpa del alcohol, pero no importaba, la pasión matutina nada tenía que envidiar a la nocturna, y se entregaron a aquel juego tan antiguo como agradable, tan necesario como atractivo.

© 2009 jjb

votar


Add to Technorati Favorites

jueves, 23 de julio de 2009

Maribel /17

Hacerse las pruebas fue más complicado de lo que pensó en un principio pero merecía la pena, negativo, todo negativo como Joaquín ya suponía y con ellos se fue a verla y ella le estaba esperando con cara de pocos amigos.

Toma, le dijo Joaquín con ademán de desaire, aquí lo tienes. Maribel ni siquiera miró los papeles que sujetaba en la mano y ahora explícame por qué, ¿por qué?, me pediste los informes y aquí están, ya te lo expliqué, espérame a que salga, hablaremos, vale.

¿Cómo explicarle aquello a Maribel?, ¿cómo salir de aquel jardín sin rasguños?, ¿qué decir?, Joaquín no era un experto en el lenguaje y mucho menos en historias y la verdad no sabía qué contar, sólo le cabía la esperanza de que nuevamente el silencio le exculpara, pero quién podría saberlo.

¿Tú te crees que yo soy tonta?, Maribel, ¿tú te crees que yo me estoy matando a trabajar por nuestra casa mientras tú te acuestas con unas y con otras?, Maribel, pues estás muy confundido y no estoy dispuesta a pasar por esto, Maribel, calla, no hables, y no sé por qué lo hago, pero me voy a olvidar de ésta, pero es la última vez, no se te ocurra más, no sé por qué te perdono, no tienes derecho, dame un beso.

Y el beso, el silencio del beso y el momento, sellaron aquella situación tan importante para que ambos se conocieran, ella había sabido perdonarle aquella debilidad en un momento extremo, la mili, la distancia, la lejanía, la soledad. Él sabía que jamás debería contarle nada que tuviera relación con otras mujeres bajo ningún concepto, en ninguna ocasión.

Y volvieron a lo mismo con pequeños cambios, empezaron a ir al cine, un cine de barrio con programación doble, películas americanas de amor y acción, mujeres guapas y costumbres distintas, amor a pantalla grande, tardes de cine y palomitas y manos que se deslizaban de butaca en butaca, de película en película, de tarde en tarde.

La casa, el cine, los días. Era el momento de fijar la fecha de la boda, tenemos que pensarlo ya, sí, cuándo, no sé, tenemos que ir a la iglesia, pero si nosotros nunca vamos, es igual, hay que ir allí, da lo mismo.

El cura parecía tranquilo, sólo les regañó lo necesario, hay que ir a misa, ¿y cuándo pensáis casaros?, en primavera, en primavera hay muchas comuniones, es mejor en octubre, en primavera, está bien, tenéis que venir con dos testigos cada uno, el certificado de bautismo y después haréis el curso, mire que es que yo no tengo mucho tiempo, hay que hacer el cursillo no hay más remedio, cuanto antes tengáis los papeles y los testigos mejor, yo sólo les haré unas preguntas, vale.

Todo tiene sus trámites y también estos los solventaron, los testigos, las preguntas, ¿son buenos cristianos?, claro, todos los nervios del mundo, había que hacer tantas cosas, había tan poco tiempo, era tan complicado, había que ponerse manos a la obra y Maribel era la principal actora de esta obra, actora que no actriz, era la operaria, la que se lo curraba, la que había asumido el papel de productora de una película que tenía como final su boda, su matrimonio, su proyecto de vida.

¿Por dónde empezar?, los invitados, los tuyos y los míos, los regalos, celebrarlo en un sitio agradable, el viaje de novios, la casa, todo, dios mío, y después la forma de pagar todo esto, no te preocupes los regalos son dinero, te darán muchos sobres, te darán más dinero del que puedas imaginar, sí, si es así, pero sin saber nada debemos aceptar gastos de mucho dinero, sin saber si podremos pagarlo. Que sí, que siempre ocurre, sí, claro, o no, y no lo vas hacer en un sitio que no le guste a los invitados, y cuántos invitados, dios mío, cómo tener respuesta a todo, tierra trágame.

© 2009 jjb


votar


Add to Technorati Favorites

miércoles, 22 de julio de 2009

Maribel /16

De repente apareció la cama y una tarde de febrero, un sábado, en aquella casa en crecimiento, con sábanas nuevas y colchón a estrenar, Maribel se olvidó de consejos sensatos y sabias recomendaciones y se entregó a Joaquín de la forma más natural del mundo. Esta vez no puso excusas, ni se escapó de sus brazos haciendo malabarismos, esta vez le entregó su cuerpo buscando el suyo, buscando saber, buscándole a él y le parecía moverse a gusto en aquel terreno en el que Maribel tenía más vergüenza que miedo y mezclaba torpeza con deseo. Los besos, los abrazos, aquella camisa que nunca salía, el sujetador que Joaquín no acertaba a desabrochar y que les provocaba una sonrisa tan nerviosa como urgente, después sus cuerpos, después aquel terremoto, aquella sensación de placer y daño, aquel Joaquín que desconocía, aquellos gritos que salían de la garganta de Maribel y que ella tampoco reconocía como suyos y de repente, sin apenas haber empezado, sin apenas haberle conocido, él se mueve de manera convulsa, gime y se echa a su lado en la cama, acurrucando su cabeza en el hueco que formaba su hombro y su cara, ella que no quiere preguntar y él que calla, ella interrogándose, él silencioso, sí, eso debía ser todo.

Te ha gustado, le preguntó Joaquín mientras buscaban sus ropas por la habitación, musitó un sí evasivo seguido de un muy corto ¿no?, es que te tenía muchas ganas y hacía mucho que no lo hacía ¿Cómo que hacía mucho que no lo hacías? Joaquín fue consciente de la carga de sus palabras cuando ya las había pronunciado y lo cierto es que no sabía qué responder, estaba entre la espada y la pared, le salvó Maribel, si es tardísimo y he quedado en ir a recoger un tresillo, me voy, mañana me lo explicas, sí, yo me quedo a dar un repaso, dame un beso, mañana me lo cuentas ¿eh?.

Y se quedó pensando, ¿qué querría haberle dicho?, mañana se lo explicaría. Y Joaquín se movía entre reconocer la verdad y buscar una mentira conveniente, entre la ira de lo cierto y la duda de lo falso.

Pues es que, allí, en Melilla, salíamos los compañeros, íbamos a tomar copas y de juerga y una noche nos fuimos al barrio de las fulanas, y, bueno, pues ya sabes, yo no quería, pero arrastrado por los compañeros y las copas, pero fue una sola vez y no volverá a ocurrir, ¿me estás contando que te has acostado con una guarra?, ¿me estás contando que lo mismo me vas a pegar una gonorrea?, o la sífilis, o qué sé yo, ¿tú estás loco?, que no mujer, que no. No sé qué hacer contigo, bueno sí, mañana mismo vas al médico, se lo cuentas y que te mire y no vuelvas a verme hasta que no me traigas un certificado de que no tienes nada, aunque tardes dos meses, te has enterado, mañana mismo.

De nada valieron los peromaribel, perocariño, ni las cucamonas y carantoñas, Maribel no sabía si estaba más enfadada por el potencial riesgo, por el hecho de que él hubiera estado con la fulana o que su primera experiencia hubiera sido tan frustrante, el caso es que estaba repleta de rabia, con la caja de los rayos y centellas repleta, con ganas de vengarse de alguien y regañándose a sí misma como si ella fuera culpable de algo, pero en ningún momento, ni un sólo segundo, pensó que aquello era motivo de corte, ni razón para acabar su relación.

Joaquín le había mentido, había optado por buscar la excusa de las prostitutas antes de contarle que se había echado una medio novia en Melilla que le cosía los botones, le invitaba a comer a casa y consentía en hacer el amor en una pensión de la ciudad que era conocida por el trasiego de sábanas en sus habitaciones, él a cambio, le invitaba a las terrazas, le llevaba al cine, paseaba por los sitios en los que pudiera dar envidia a otras amigas, y la trataba como a una reina, eso sí, en silencio, sin articular palabra. Ella era hija de un sargento que no le miraba bien a Joaquín pero al que Joaquín había aprendido a ignorar incluso cuando visitaba su casa.

Por algún motivo no explicado, Joaquín tuvo la inteligencia necesaria para entender que Maribel le perdonaría una relación frugal y monetaria con una fulana pero jamás una relación aparentemente formal y estable con la hija de un sargento de Regulares.

© 2009 jjb


votar


Add to Technorati Favorites

martes, 21 de julio de 2009

Maribel /15

La mili acabó y empezaron los proyectos, vieron una casa, no muy grande, no muy cerca, era de momento sólo unos planos, un solar, muchas promesas, el metro estará por allí, los colegios por allá, las tiendas allí, había de momento sólo un descampado al que ni siquiera se habían tomado la molestia de limpiarlo, no había nada, ni siquiera actividad de obreros o de máquinas removiendo tierra.

Pero por algo había que empezar, echaron sus cuentas y gastaron todos los ahorros de Joaquín en pagar la entrada, compraron con aquello, según la visión de Maribel, unos planos, unos planos carísimos, pero con ellos bastaba para materializar sus sueños. Aquí dormirán los niños, aquí necesitamos un armario de dos cuerpos, qué visillos pondremos aquí, los muebles, dónde se colgará la ropa, dónde la tenderemos y el tamaño de la cama. Eran sueños concretos que conformarían cuando después de meses, aquellos planos se convirtieran en casa y después de otros cuantos meses aquello se convertiría en un hogar.

Mensualmente pagaban una cantidad, Maribel colaboraba, trimestralmente también había pagos y la cartilla que su madre había alimentado con su sueldo pagaba un par de trimestres, pero seguían ahorrando porque a la entrega de las llaves había que pagar una fuerte cantidad y después comenzaría la hipoteca, sin contar con los muebles, el notario y qué se yo. Era mejor pensar en el reparto de los espacios, en la ilusión de ver crecer los muros, ver descargar los ladrillos, imaginar la actividad que durante la semana había habido desde la perspectiva de un domingo.

Vivían cada uno en casa de sus respectivos padres, gastaban poco y todo lo que ganaban se lo comía con fruición aquel piso en construcción. Joaquín empezó a hacer horas extraordinarias lo cual aportaba más dinero pero restaba horas para estar juntos. El amor era ahora no gastar, más Corin Tellado, mirar los planos y alguna tarde perdida en el banco del parque donde la pasión volvía a desatarse entre premuras, necesidades y torpezas.

Nada qué gastar y poco tiempo para compartir, parecía que Joaquín estaba en otra mili de carácter cercano, pero lejano, pero veían crecer su ilusión en forma de ladrillos, argamasa y cubos, veían como iban materializándose los contratos, los planos, despacio, muy despacio, pero poco a poco, lo cierto también es que sólo estaban construyendo allí su casa y un par de edificios más de la misma promoción, pero no había ni rastros del metro, de los colegios y de los polideportivos, tardarían pero llegarían, era cuestión de tiempo.

Llegó la entrega de las llaves y con ayuda nuevamente de la cartilla, de sus padres y de la divina providencia pudieron pagar la cantidad estipulada, tras lo cual firmaron la hipoteca, que era a todas luces, un contrato más firme, más sólido y a veces más duradero que el contrato de matrimonio.

Todo había cambiado, ahora tenían mucho más que planos, podían tocar las paredes, podían cuantificar las medidas realmente, pero sobre todo podían sentirse dueños de aquellas paredes, sentir que aquello era suyo, que compartían algo por primera vez, pensando que sólo se podía compartir lo material.

Había muchos defectos e imperfecciones, había muchos casquillos para poner bombillas, había contratos que hacer, la luz, el agua, el butano, había que trabajar mucho en aquella casa hasta que lo pareciera, así que establecieron allí su cuartel y los fines de semana los dedicaban a los arreglos, las bombillas, los visillos, los remates, los armarios, todos los fines de semana había algo. Joaquín era un manitas y arreglaba todos los imprevistos que la constructora les había regalado por el mismo precio, Maribel probaba lo que durante la semana había cosido en casa y tomaba medidas. Un día apareció por allí una mesa, otro día unas sillas, todo regalo de amigos y de la familia, otro día un frigorífico, pequeño, pero que hacia su función, aquello cada vez parecía más una casa, pero aún no había cama, posiblemente porque por pudor nadie les regalaba una herramienta de placer prohibido antes de pasar por la vicaría, y aquello les escamaba, encontraban ofertas de todo, pero de cama no había nada y ambos pensaban en lo mismo, con más ganas que remilgos.

© 2009 jjb


votar


Add to Technorati Favorites