Te ha gustado, le preguntó Joaquín mientras buscaban sus ropas por la habitación, musitó un sí evasivo seguido de un muy corto ¿no?, es que te tenía muchas ganas y hacía mucho que no lo hacía ¿Cómo que hacía mucho que no lo hacías? Joaquín fue consciente de la carga de sus palabras cuando ya las había pronunciado y lo cierto es que no sabía qué responder, estaba entre la espada y la pared, le salvó Maribel, si es tardísimo y he quedado en ir a recoger un tresillo, me voy, mañana me lo explicas, sí, yo me quedo a dar un repaso, dame un beso, mañana me lo cuentas ¿eh?.
Y se quedó pensando, ¿qué querría haberle dicho?, mañana se lo explicaría. Y Joaquín se movía entre reconocer la verdad y buscar una mentira conveniente, entre la ira de lo cierto y la duda de lo falso.
Pues es que, allí, en Melilla, salíamos los compañeros, íbamos a tomar copas y de juerga y una noche nos fuimos al barrio de las fulanas, y, bueno, pues ya sabes, yo no quería, pero arrastrado por los compañeros y las copas, pero fue una sola vez y no volverá a ocurrir, ¿me estás contando que te has acostado con una guarra?, ¿me estás contando que lo mismo me vas a pegar una gonorrea?, o la sífilis, o qué sé yo, ¿tú estás loco?, que no mujer, que no. No sé qué hacer contigo, bueno sí, mañana mismo vas al médico, se lo cuentas y que te mire y no vuelvas a verme hasta que no me traigas un certificado de que no tienes nada, aunque tardes dos meses, te has enterado, mañana mismo.
De nada valieron los peromaribel, perocariño, ni las cucamonas y carantoñas, Maribel no sabía si estaba más enfadada por el potencial riesgo, por el hecho de que él hubiera estado con la fulana o que su primera experiencia hubiera sido tan frustrante, el caso es que estaba repleta de rabia, con la caja de los rayos y centellas repleta, con ganas de vengarse de alguien y regañándose a sí misma como si ella fuera culpable de algo, pero en ningún momento, ni un sólo segundo, pensó que aquello era motivo de corte, ni razón para acabar su relación.
Joaquín le había mentido, había optado por buscar la excusa de las prostitutas antes de contarle que se había echado una medio novia en Melilla que le cosía los botones, le invitaba a comer a casa y consentía en hacer el amor en una pensión de la ciudad que era conocida por el trasiego de sábanas en sus habitaciones, él a cambio, le invitaba a las terrazas, le llevaba al cine, paseaba por los sitios en los que pudiera dar envidia a otras amigas, y la trataba como a una reina, eso sí, en silencio, sin articular palabra. Ella era hija de un sargento que no le miraba bien a Joaquín pero al que Joaquín había aprendido a ignorar incluso cuando visitaba su casa.
Por algún motivo no explicado, Joaquín tuvo la inteligencia necesaria para entender que Maribel le perdonaría una relación frugal y monetaria con una fulana pero jamás una relación aparentemente formal y estable con la hija de un sargento de Regulares.
© 2009 jjb

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