Roncaba como solo un animal salvaje puede roncar, eso pensaba Maribel sin saber si los animales salvajes roncan, pero roncaba con ganas, con potencia, con timbre, y ella estaba allí, mirando su casa y mirando que alguien había dejado allí una champanera y una tarjeta, miro la tarjeta y pudo leer, celebración de después, el champagne esta en la nevera, y junto a la champanera dos cigarrillos y un mechero, de perdidos al río, pensó ella, cogio los dos cigarros y el mechero y en la cocina, en su cocina, abrió la botella de champagne y a morro, empezó a dar cuenta de ella. El de la idea brillante se había lucido, pero el champagne estaba fresquito y bueno, se fumo el cigarro mientras sus lágrimas iban remitiendo. Y cuando ya apenas lloraba y estaba en un estado semi etílico de tontería graciosa, se fumo el otro y lamento no tener a mano algunos mas, aquello estaba buenísimo, a pesar de que no lo bebiera de la forma mas apropiada posible, acabo la botella, y ya estaba totalmente entregada en los brazos de Morfeo, llego como pudo a la habitación y aquellos inquietantes ronquidos seguían vigentes, y empezó a hablar sola en voz alta.
Pues si te crees que por que ronque me voy al salón a dormir en el sofá lo tienes claro, vamos ni de broma, pues si, y me voy a quedar frita en nada, no me vas a amargar tu mi noche de bodas, hasta ahí podíamos llegar, y todo esto acompañado de un persistente hipo minúsculo y violento, que le cortaba las palabras por la mitad.
Se acostó y de inmediato se quedo dormida como un bebé, disfrutando su noche de bodas después de beber el champagne y fumar un cigarrito, pero no después, sino en lugar de.
Se despertó Maribel con una gran reseca y con una tremenda confusión, Joaquín no estaba allí, su marido que abandono el mundo la noche anterior para roncar había desaparecido ahora, y ella estaba despertando por primera vez en su nueva casa y aun no se había acostumbrado a la novedad, esas luces que entran, esos ruidos que no son los cotidianos, las medidas, todo, la puerta de la habitación se abrió y apareció Joaquín con una bandeja, un café, churros, un zumo de naranja, una rosa en una copa de champagne de las que ella no había encontrado la noche anterior, y aquella petición de perdón fue mayor que las posibles mil palabras que jamás articularía, le gustaba aquel detalle, le gustaba sentirse querida, le gustaba sentirse esposa, y compartir aquella casa que era suya con el.
Olvido todas las cuitas, se entrego al café y a los churros, se bebió de un tirón el zumo, necesitaba liquido, y sin saber por que cuando acabo con aquel festín echo de menos un cigarrillo, aunque nunca había fumado de manera sistemática, pero antes de que pudiera llamarle, apareció Joaquín fumando, y Maribel le pidió un cigarro, pero si tu no fumas, pero un día es un día, y además en la cama, un capricho, y se fumo su cigarro allí, mientras el la observaba y reparaba en aquel camisón elegido con tanta intención.
Antes de que terminaran sus cigarros estaban haciendo lo que deberían haber hecho la noche anterior y que no hicieron por culpa del alcohol, pero no importaba, la pasión matutina nada tenía que envidiar a la nocturna, y se entregaron a aquel juego tan antiguo como agradable, tan necesario como atractivo.
© 2009 jjb

1 comentario:
No está nada mal; yo diría que bastante bien. Mira que para la escritura soy algo exigente, pero tampoco demasiado. Ahora, no entiendo mucho, sólo satisfago mis gustos.
Un saludo!
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