viernes, 27 de febrero de 2009

Gracia /8

Las drogas nunca son buenas, eso dicen al menos los que sentencian sobre la vida, lo cierto es que cualquier vicio es absurdo, pero son vicios, formas de comportamiento, costumbres forzadas, renuncias y ruinas, pero ser adicto a la televisión es una droga socialmente aceptada, útil cuando no tienes nada que hablar, efectiva en momentos de incertidumbre, la televisión te pone la banda sonora de tu vida, las imágenes de ensueño, hace familiares a guapos desconocidos, te hacer odiar a malos reconocibles, incrementa las necesidades de información inútil, y sobre todo, te permite que sigas sin pensar, sin plantearte preguntas que te deberías hacer si la televisión no existiera, te deja seguir viviendo en la inopia, en el limbo de los mansos, acudir idealmente a ese lugar al que va María los fines de semana, te permite permanecer ajeno a todo lo que pasa o puede pasar, trivializar las cosas o al menos, no darles la mas mínima importancia.

Y Gracia y su padre seguían allí, enfrente de las imágenes, repitiendo escenas repetidas diariamente, con algunas sonrisas culpables y a veces una mirada furtiva, pero Gracia si miraba a su padre, y se daba cuenta, poco a poco, muy poco a poco, que su padre apenas movía la mano con la que antes señalaba los territorios que ambos conquistaban, que su padre tenia dificultad para levantarse del sofá, para hablar las pocas palabras que articulaba, que a veces, si el día había sido especialmente duro, su palabras sonaban distintas, su boca se movía de manera especial, diferente, su padre no era el mismo, pero en el universo de Gracia la explicación de aquello acababa en que su padre ya no la quería, que ya no era su niña, pero estaba mal papá, cuanto le costaba coger una silla para moverla, cuanto le costaba empujar un mueble, ya no se subía a la silla para cambiar una bombilla, ya no le decía a mamá lo que tenia que hacer, ya no era igual que antes, todo había cambiado, y a Gracia le seguían sin gustar los cambios, pero Papá estaba raro, parecía, no se, parecía que no estuviera como las personas normales, como mamá, como sus hermanas, como el resto de la gente, como papá antes de que estuviera fuera, estaba raro. A Gracia le había costado mucho tiempo darse cuenta que no era igual que los otros, que ella no hacia las mismas cosas, que era diferente. Sus hermanas iban a trabajar, tenían novios, salían y entraban cuando querían, se cambiaban la ropa, compraban sus ropas, a ella se las compraba mamá, y le gustaba la ropa que le compraba, era cómoda y no picaba, ella no hacia las mismas cosas que hacían sus los demás y ella estaba en casa mas tiempo que los demás, bueno, menos mamá, que siempre estaba en casa con ella, ella y mamá eran diferentes, pero mamá mandaba mucho, a todos, pero sobre todo a ella, mamá era la jefa, y había que hacerle caso, hasta papá le hacia caso cuando a veces le decía cosas, Gracia se sentía diferente, y no sabia por que.

Un día encontró un papel en la calle, se agacho para recogerlo, ya en casa le pidió a su hermana que se lo leyera, era un papel oficial, y empezaba así: Vehermar S.a. C/ Fisco Nacional (D.G.i.) S/ Medida Cautelar (Autónoma) Cámara Nacional de Apelaciones en lo Contencioso Administrativo Federal (Sumarios)… no entendía nada, ¿Qué querría decir?, pero le gusto aquel nombre, vehermar, le sonaba a tierras lejanas, a historias remotas, a razones por las que jugar con papá, vehermar, que nombre, que palabra que se traducía en imágenes, vehermar, repetía un día y otro, vehermar, Gracia era un poco mas feliz cuando decía aquella palabra como si fuera una indulgencia, una liberación, un placebo, vehermar, que nombre. Era su nombre secreto, el que no le contaba a nadie, ni siquiera a su madre.

© 2009 jjb

jueves, 26 de febrero de 2009

Gracia /7

Salidas familiares al campo, actividades integradoras, la visita semanal a la sicóloga, nada, todo aparentemente seguía igual pero solo aparentemente porque la madre de Gracia había ampliado su numero de clientes, como ella los llamaba cariñosamente, ahora su tiempo estaba dividido entre su hija y su marido, y había notado que entre ellos parecía haber cierta rivalidad por acapararla, a pesar de que la actitud de Gracia pretendía ser distante con su marido. A pesar de que había cambiado, parecía que no le gustara que su madre le dedicara tanto tiempo a el, y el, en pleno proceso de intentarse explicar la actitud de la niña, cada vez le pedía mas y mas tiempo de atención, a veces por necesitarla, a veces sin razón, y ella a veces sentía que no daba mas de si, que el día tenia menos horas, que antes se quejaba de vicio porque al menos podía disponer de unas cuantas horas libres en las que poder hacer lo que quisiera, y sobre todo aquella actitud de Gracia que forzaba también la actitud de su marido, habiéndose portado como un valiente, ahora parecía darse cuenta de que padecía una minusvalía, aunque ya no era correcto llamarlo así y lo que tenia ahora se llamaba una discapacidad, la conciencia, la asunción de su estado, estaba forzada por el rechazo de la niña, aquella cosita era la que mandaba los ritmos y los tiempos de aquella casa que había pasado a ser una casa de locos a ser una casa de lutos.
Las comidas eran una sucesión de monosílabos, la madre era la que llevaba la batuta hablando mas de la cuenta pero con poco resultado en su audiencia, por mas que lo intentara no conseguía nada, y un buen día, sin saber por que y como, la televisión estaba encendida y padre e hija estaban los dos aparentemente absortos en lo que se veía por allí. En aquella casa se veía poco la tele, apenas un poco por la noche, quizás las noticias cundo había ocurrido un hecho relevante, una película, muy poco comparado con las otras familias, y nada comparado con Lali que pasaba las horas muertas viendo la televisión y haciendo que todo el edificio lo escuchara por lo descabelladamente fuerte del volumen. Pero desde ese día la televisión se convirtió en un integrante de aquel grupo, estaba prácticamente encendida toda el día, y era terriblemente practica como muletilla, como excusa para no tener que atender otras cosas, para no tener que hablar de ciertos temas, horas y horas pasaban padre e hija viendo aquello, realmente parecía que solo estaban sentados allí aparentando un interés que no tenían, pero no daba la sensación, al menos la madre de Gracia tenia esa convicción, que entraran en profundidad en los contenidos, y posiblemente fuera cierto porque por allí aparecían mujeres barbudas, monstruos de siete cabezas, héroes de fierabrás y una innumerable fila de personajes sin relevancia que contaban sus costumbres sexuales, sus odios, sus amores, los amores de otros, las miserias de otros, los rumores sobre las miserias de otros… y justo a renglón seguido salían otros muy parecidos que desmentían lo que habían dicho los anteriores, pero que evacuaban un largo informe sobre sus costumbres sexuales, sus odios, sus amores, los amores de otros, las miserias de otros, los rumores sobre las miserias de otros… y así en una espiral que no tenia fin y que enlazaba un día con otro con el mismo argumento, con los mismos personajes, con las mismas miserias, y, sinceramente, la madre de Gracia no podía contemplar la posibilidad de que aquello le interesara a su marido, y mucho menos a su niña, pero allí seguían separados por un hueco de sofá, con los ojos como platos viendo lo que allí se le daba.
Antes de que le preocupara, se había felicitado de tener un poquito mas de tiempo libre, el que le permitía que ambos estuvieran anestesiados por la caja tonta, después tuvo mas tiempo libre porque ni siquiera se levantaban para hacer sus necesidades, y después, cuando les costaba levantarse para sentarse a comer y en la comida solo atendían a la pantalla, entonces empezó a preocuparse.
Ya no quedaba la posibilidad de la sicóloga que ya estaba amortizada, ya no le quedaban recursos, y además los dos estaban metidos en el mismo ajo, con la misma dependencia, con la misma droga inútil.



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miércoles, 25 de febrero de 2009

Gracia /6

Gracia, cariño, mira, esta aquí papa, y Gracia seguía allí, con sus brazos exageradamente cruzados y haciendo que no miraba a ningún sitio aunque con el rabillo del ojo observaba a su padre de una forma tan descarada que aún le daba más dramatismo cómico a la escena. Su padre le miraba con su media sonrisa, y no quería venirse abajo, pero estaba a punto de hacerlo, ¿qué le pasaría a la niña?, ¿por qué ese comportamiento tan raro?, su mujer optó por la medida que siempre aplicaba en aquellos casos, acudir a la rutina doméstica, que si bien no solucionaba absolutamente nada, al menos dilataba los problemas, dando una oportunidad al tiempo para que se solucionaran, o que la mayoría de las veces se solucionaran, bueno vamos a la habitación, que tenemos que arreglar tu ropa, tú Gracia, ponte algo encima que cogerás frío, vamos para allá, y así moviendo los peones por la casa, cambiando el aire de las habitaciones, buscando ocupaciones innecesarias, se solventaba el frío inicial, la gélida sensación de que nada era igual. Gracia era ajena a todo aquello y seguía sentada en posición de enfado, aunque esperaba con muchas ganas a que su padre se tirara en el suelo y empezara a hacer todas aquellas cosas que tanto echaba de menos, pero su padre no quería jugar con ella, quizás se había ido de casa porque ya no le quería, porque habría encontrado otra hija, que ella no conocía, con la que jugaba mejor, quizás en su larga ausencia se había aburrido de ella y ya no quería jugar con ella, el caso es que papá estaba raro, algo tenia, distinto, pero lo importante es que no quería jugar, y eso lo notaba Gracia claramente, ni siquiera le había apretado fuerte y le había dado los dos besos, muy sonoros, como a ella le gustaba, que siempre le daba cuando llegaba a casa, papa estaba rarísimo y no quería nada con ella.

Los días siguiente Gracia seguía adoptando esa rara actitud del primer día, eso desesperaba a su madre, abatía a su padre, les tenia perdidos en un mar de explicaciones que le daban a Gracia que parecía no oírles, que no quería oírles, Gracia mi vida, qué te pasa, Gracia ven a comer, ¿qué quieres mi niña?. Gracia, cariño, ¿jugamos con el puzzle?, y Gracia se había refugiado aún más en su silencio, se había escondido en su concha, sin que ninguno de los trucos que su madre había utilizado antes y que tanto éxito tuvieron, lo tuvieran ahora, le decía que iba a hacer un pudín, pero que casi no, le decía que había comprado algo especial, le decía que había encontrado una muñeca de sus hermanas cuando eran pequeñas, pero la curiosidad de Gracia, extrema antes, ahora era nula, nada le interesaba, excepto, qué sé yo, alguna vez su madre le pareció ver, intuir, que miraba a su padre disimuladamente, a hurtadillas, pero sólo podían ser suposiciones porque Gracia jamás había hecho nada disimuladamente, y si alguna vez lo intentó, eran tan evidentes sus intenciones que el disimulo se quedaba en ciernes, solo podía ser fruto de las ganas de su madre de normalizar una situación. Gracias a Dios su marido seguía estable, le habían dado la invalidez permanente, la paga que le había quedado era la misma que la que tenía trabajando y todo parecía ir bien, menos lo mas importante.

Gracia seguía sin comer, y eso agravaba más la situación, porque en un momento determinado podría afectarle seriamente a la salud. Eso unido a su comportamiento les llevó al médico, que les mandó directamente al psicólogo, que entendió que aquello era una situación reactiva a una situación no prevista y una asimilación disfuncional con posibles iteraciones sico somáticas, la madre de Gracia, con su profundo sentido común, tradujo toda aquella verborrea en que aquella señora no tenia ni la más remota idea de lo que le pasaba a la niña, tenia que seguir una terapia que consistía básicamente en ir una vez por semana a ver a la psicóloga y hablar, como ella desconocía el mundo de los psicólogos le pregunto a Lali, su vecina, que entendía de estos temas porque siempre estaba enferma, y su duda más profunda era saber la diferencia entre un psicólogo y un psiquiatra, y Lali se lo dejó claro, los psicólogos no arreglan nada hablando, y los psiquiatras no arreglan nada a base de pastillas, pero en cualquier caso decidió seguir con la psicóloga porque no tenia alternativas, y quería que Gracia comiera.

Mientras, Gracia había intentado por todos los medios comprender las razones por las cuales su padre no quería jugar con ella, se lo había pedido varias veces, y el decía que no podía, que estaba malito, pero no estaba malito, ni tosía, ni estornudaba, ni le ponían el termómetro, estaba raro, pero no malo, y no quería jugar con ella, y ella no podía entenderlo, pero sobre todo no podía aceptarlo, y fundamentalmente no podía soportarlo. Todos sus intentos eran en vano, su madre le decía que papa tenia que descansar y no podía hacer esfuerzos, su padre le decía que no podía, pero si podía leer el periódico y ver la televisión, no podía entenderlo, y se negaba a participar en todo aquello que antes participaba.



© 2009 jjb

martes, 24 de febrero de 2009

Gracia /5

Gracia preguntaba, ¿por qué no viene papá?, está en el hospital hija, está malito, ¿por qué no viene papa?, Gracia papá no vendrá en unos días, está en el hospital, no puede salir de allí, ¿por qué no viene papá? Aquellas explicaciones no le valían y a la hora que solía llegar su padre, ella le seguía esperando sentada en el sofá, con los brazos cruzados ostensiblemente, en posición de Gracia enfadada, allí permanecía las horas que antes eran de juego, de aventuras, de viajes espaciales, de lejanas tierras en lejanos continentes, de salvaciones y rescates, de eterna lucha contra los malos que siempre eran los otros. Allí quedaba sumida en sus cosas, con la mirada perdida en la pared de enfrente, sin ganas de hacer nada a pesar de que sus hermanos se prestaron para interpretar el papel de su padre, porque aquello no era un teatrillo en la vida de Gracia, era parte de la vida de Gracia, era su vida.

Las cosas cambiaron, y tras la incertidumbre inicial se creó una nueva rutina que sabía de visitas a hospitales, monedas para el televisor, caramelos sin azúcar y mucho autobús. La vida a veces imita a la ciencia, o al revés no lo sé muy bien, y se construyen eso que ahora está de moda y que llaman protocolos, hay un protocolo para todo: uno por si se quema una iglesia, otro por si estalla una bomba en la Calle Mayor, otro para el tratamiento de los forúnculos, otro para explicar a los familiares una mala noticia médica, todo está en un protocolo, y la gente también tiende a tener protocolos que hacen más llevaderas las situaciones peores y llevaderas las situaciones cotidianas. La única que no quería saber nada de protocolos y zarandajas era Gracia, que lo quería era ver a su padre y jugar con él, y de nada le valían palabras y recomendaciones, propuestas y sucedáneos, nada podía suplir a su padre y desde luego ella no estaba dispuesta a aceptar ninguna otra solución.

Después de 47 días y más de doce compañeros de habitación que dejaron de serlo por motivos distintos y en raras ocasiones buenos, después de conocer al dedillo los turnos de enfermería y ser consciente de que estando ingresado en un hospital nunca te debes poner peor un domingo o un día de fiesta, después de haber aprendido que la mano izquierda se utiliza para más cosas de las que suponemos aunque no seas zurdo, y harto de ver la televisión, leer libros, periódicos y loco por ver a su niña, un día el padre de Gracia leyó aquel papel que empezaba diciendo:

INFORME DE ALTA
MOTIVO DE CONSULTA: Paciente varón de 58 años, que ingresa por accidente cardiovascular severo
ANTECEDENTES PERSONALES: No RAMC. Fumador de 20 cigarrillos/día en los últimos dos años (anteriormente 40-60 cigarrillos/día). No otros hábitos tóxicos. No HTA. No DM. No DL. Obesidad. Situación basal: IABVD….

Y acababa con la firma del doctor que le mandaba a casa. Amontonó las cosas en una bolsa, le dejó en herencia a su compañero la sacarina, dos revistas, y unas cuantas monedas sueltas para ver la televisión.

Tenia esa ilusión olvidada hace años de cuando estás a punto de conseguir algo que has deseado con muchas ganas durante mucho tiempo, y según se iba acercando a casa más excitado estaba, tenia muchísimas ganas de ver a su niña, tenia ganas de abrazarla y que le abrazase. No había caído en la cuenta que no era el mismo que había jugado con ella la última vez: la mitad de su cuerpo estaba paralizado, un eje imaginario había dejado inmovilizada la parte izquierda de la superficie que dividía, y sólo tenia movilidad en la otra mitad; no podría jugar con ella igual que antes, pero no pasaba nada, jugarían de otra manera, hablarían de sus cosas, sería lo mismo de forma diferente. Los minutos eran horas, los segundos medias horas, la conversación en el coche era imposible, y su cara, a pesar de la mueca que le producía su nuevo estado, era un proyecto de sonrisa mucho menor de la sonrisa interior que cada vez iba sintiendo con más ganas.

Su mujer le iba diciendo, aunque sabia que él le hacia muy poco caso, sensatas indicaciones sobre la niña, que no le tomes en serio si se comporta raro, está nerviosa, no ha aceptado que no estés, no le tengas en cuenta, ten paciencia con ella, lleva nerviosa desde que estás en el hospital, y él no oía, solo veía ese encuentro y materializaba ese abrazo con su niña, con su ser más querido, con lo mejor que tenía.

Subieron en el ascensor, llamaron al timbre de la casa en una puesta en escena pensada, y la niña no abrió la puerta como estaba previsto, como todos esperaban, ¿y Gracia?, en el sofá, parece enfadada.


© 2009 jjb

lunes, 23 de febrero de 2009

Gracia /4

Y así pasaban las horas, los días, las estaciones, los años, con el único punto de referencia de un cumpleaños, las navidades, el cambio de ropa, y mirándose al espejo con la intima sensación, quizás la desesperada esperanza, de que el tiempo no corre, que eres la misma que eras hace unos años, que todo sigue inmutable.

Y un día, a las 12 y veinticuatro, sonó el teléfono, mire es su marido, que ha empezado a encontrase mal, nada no se preocupe, le hemos llevado al hospital, si, nada no hay que preocuparse, estamos a la espera del médico, si, venga, estamos en urgencias. Las campanas de aquella casa tocaron a rebato y la revolución diaria se convirtió en un caos totalmente fuera de la costumbre, y Gracia no sólo no lo entendía, además no le gustaba nada todo aquello. Llamadas a sus hijos, llamada a la puerta de la vecina, mira, mi marido, por favor quédate con la niña, no tardo nada, Gracia cariño ven a casa de Lali, mamá tiene que irse, no quiere, Gracia por el amor de Dios, no quiero, carreras y desbarate, nervios y temores, la vida se había vuelto desagradable cuando a falta de otras noticias lo desagradable es el cambio de la rutina de años.

Larga espera en el hospital, sus compañeros se fueron cuando vieron que ella se hizo cargo, miradas de preocupación, toses, nervios, una sala de espera de las urgencias de un hospital es el escaparate de la incertidumbre, la suma de mentes que luchan por escuchar buenas noticias aunque presumen que lo que van a oír no les va a gustar, antesala de cambios de vida, de cambios de hábitos, y en general de cambios que casi nunca son buenos y algunas veces son irreversibles. Pero una sala de espera de urgencias de un hospital es un lugar en el que nadie quiere estar, ni los médicos porque tienen que dar explicaciones, ni los que esperan, ni siquiera los desamparados que prefieren la calle y morirse de frío a cobijarse allí y morirse de pena. Ella buscaba algo donde perder la vista, algo en lo que matar el tiempo, pero no había demasiadas cosas y ninguna le hacia olvidar la tremenda preocupación que tenía.

Ha tenido un accidente cerebro vascular, un ictus, como consecuencia de ello tiene una hemiplejia, está estable, sedado y con ventilación asistida, le dijo un jovencito con pijama verde y aspecto de haber acabado la carrera de medicina no hacía muchos meses. Intentó traducir esa jerga indescriptible no sólo por lo que le decían sino por su estado de nervios, no sabia exactamente qué era, pero interpretaba que estaba vivo, que estaba tranquilamente durmiendo y debía tener problemas pulmonares porque le había puesto oxigeno como a su prima Dolores. Ya lo sabía ella, el tabaco no podía ser bueno y tarde o temprano necesitaría oxigeno como Dolores, pero bueno, habría que esperar al repartidor el día que trajeran las bombonas, y él podría tener cierta autonomía, o lo mismo se lo quitaban.

¿Y podrá salir hoy?, señora, ha tenido un accidente cerebro vascular, y tiene una hemiplejia, la parte izquierda de su cuerpo está, y desgraciadamente estará, inmovilizada, eso a la espera de nuevas observaciones, es muy grave, no sabemos cuando saldrá, de aquí pasara a la UCI y de allí, cuando sea posible, pasará a planta, pero no es cuestión de un día o dos, hay que tener paciencia, le tendremos informada. Buenas tardes.

Y allí se quedó, con la sensación de que el mundo se le venia encima, hemiplejia, jamás lo había oído, no tenia referencia, no tenia ganas de aceptarlo tampoco, pero se había jurado que no lloraría, por si le dejaban entrar a verle, y no lloró, o al menos nadie le vio echar lagrimas, porque su llanto era un llanto interno, intenso, solitario, clandestino y muy profundo, dejando que piedra a piedra su vida se desmoronase, aunque quería a su marido y había compartido con él años de vida, sinsabores, pocas alegrías y muchas penas, solo acertaba a pensar qué seria de su niña, olvidando que era la vida de él la que estaba en juego.



© 2009 jjb

viernes, 20 de febrero de 2009

Gracia /3

Gracia era tan insistente cuando atacaba un tema, como inconstante en su insistencia, es como cuando te comes un helado deprisa y te entra ese terrible dolor en la nariz que parece que te vas a morir, pero que inmediatamente después pasa y las cosas vuelven a su normalidad. Si Gracia cogía un tema, no perdía ni un segundo en nada más que eso, pero a los dos minutos ya estaba en otra cosa. Es verdad que los niños le miraban, por esa costumbre que tienen los niños y los adultos humanos de mirar descaradamente lo que consideran diferente, en realidad no miran por la diferencia, sino porque en su fuero interno, en muchos casos, confunden diferente con inferior, y en ese enorme grupo muchos meten a las mujeres, a los negros, a los pobres, a los menos inteligentes, a los que mas quilos tienen y a todos aquellos que no concuerdan con una supuesta normalidad que no existe. Todos somos diferentes, pero ser diferente no significa ser inferior o superior, es sólo una riqueza cromática que nos ahuyenta de la normalidad impuesta por los boletines oficiales. Gracia no estaba orgullosa de su diferencia, porque no tenía conciencia de ella, y por más que su madre le advertía que no hablara con extraños, nadie le parecía extraño, todos eran muy normales, excepto su padre que era el ser más extraño y más atractivo del mundo, capaz de llevarle donde nadie le llevaba sin recordarle las mil y una cosas que cada día tenia que hacer y diariamente olvidaba.

Su madre un día leyó en una revista que en Estados Unidos había una corriente de padres con niños de síndrome de Down, que realizaban operaciones de cirugía a sus hijos para que sus rasgos fueran normales, normales decía la revista, y no le parecía descabellado, su niña parecería una niña normal, nadie le miraría. Pero su sentido común, ese que le había permitido sobrevivir en tantas ocasiones dolorosas, volvió a salir y a decirle que hasta la cara de su niña, carita de guapa, era de lo más normal del mundo, que aquellas operaciones eran como las que esos amantes de los animales hacen a sus perros, cortándoles de tajo las uñas, para que no les destrocen los muebles, es ese grupo numeroso de amantes de los animales que practican con mas ahínco el amor a los muebles amparados en el que apenas lo notan. Gracia ni entraba ni salía en esas cosas de las revistas que no leía, y que rara vez ojeaba para ver los colorines.

Su vida tenía pocos cambios, pero empezaba de nuevo diariamente. Cualquier pequeño problema es un gran problema con Gracia, si algo le pica Gracia se rasca, y nadie, ni su madre siquiera, puede convencer a Gracia que cuando tenga la pomada puesta no se debe tocar, además es lo lógico, si te pica te rascas, mamá a veces dice cosas raras. Una buena sopa es un buen motivo para jugar con la cuchara si no tienes prisa para comer, y no se sabe muy bien por qué mamá tiene tanta prisa en que coma. A veces las medicinas
acababan en algún sitio de la casa porque a pesar de ser de colores no sabían muy bien, y así seguía la vida, comenzándola de nuevo cada día, con su madre procurando estar al amparo del santo Job y aplicando la única fórmula aplicable: cariño y paciencia en dosis suficientes y abundantes. Y al caer la tarde su padre de nuevo, y Gracia que parecía que el día sólo había transcurrido para que llegara ese momento, y ella y su padre como dos niños felices de encontrarse para jugar a ser niños y ejercer el oficio con la maestría de dos niños con experiencia.

A veces su madre creía ver la tremenda injusticia de su papel, todo el día empeñada en educar a la niña, en atenderla, en cuidar del espacio domestico, de no parar un segundo, y el papel de su marido que se llevaba la gloria jugando, sonriendo y llevándose las mieles, la parte más amable. Pero era tanto el alivio de responsabilidad que sentía en esas horas, tanta la sensación de libertad que percibía en aquellos momentos, que cualquier otro asunto carecía de importancia, no llegaba a ningún sitio.



© 2009 jjb

jueves, 19 de febrero de 2009

Gracia /2

Y juegan, en ese difícil juego que consiste en poner siempre cara de que no pasa nada aunque estés al limite de tus fuerzas, al saber que ya no te tienes en pie y aún te queda mucho día por delante, con ganas de renunciar y en constante lucha con lo que te gustaría hacer y lo que tienes que hacer. En casa nada sobraba, pero tampoco faltaba nada, posiblemente su matrimonio se había convertido en un poco rutinario por los niños, por la vida, por las cosas que ocurren, pero Gracia no dejó mucho tiempo al aburrimiento, no dejó tiempo para nada la verdad, y desde muy niña acaparó todos los minutos, todos los momentos, y se operó el milagro. Sus hijos, que hasta la fecha no habían movido un dedo para ayudar, empezaron a ofrecerse; su marido, que había sido educado como todos los hombres de su edad en verdades inamovibles como que el hombre no debía hacer ningún tipo de trabajo doméstico, que entrar en la cocina era cosa de cocinillas y que los hijos eran cosa de las madres, empezó también a ayudar, cuando llegaba del trabajo él se ponía con la niña a jugar, a tirarse al suelo con ella, a reír ambos en una complicidad que al principio habían visto sus otros hijos con reticencias, conmigo no jugaba así, pero que tras reposarlo se dieron cuanta que no les hubiera gustado que con ellos jugara así. Padre e hija estaban horas y horas sumidos en sus juegos, inventando mares, construyendo cabañas, cabalgando en unicornios, defendiéndose de los indios, atacando a los piratas, hasta que después de tantas horas de fiera batalla acababan los dos derrotados y mami se la llevaba a bañar y su padre se quedaba dormido en el sofá esperando la cena.

Y diariamente Gracia, que no lleva reloj, sabía perfectamente a la hora que llegaba su padre y le esperaba nerviosa para saber qué inventarían hoy, qué mares surcarían, que poderosos enemigos les atacarían, qué ropa se pondrían, y cómo acabarían toda aquella aventura que ocurría en casa de siete a nueve, con su padre y ella de protagonistas.

Mientras su madre podía ponerse al día con los multitudes de detalles que siempre le hacían sentirse culpable de algo, porque ella siempre se sentía culpable, de no haber terminado de leer la redacción que había hecho su hija mayor, de no haber visto la corbata que había comprado su hijo, qué se yo, había tantas cosas de las que sentirse culpable al cabo del día, que le hacían olvidar, a veces, su profundo problema que nunca quería hablar con su marido, ni con nadie, porque en lo más profundo de si ella creía que era la culpable de que su hija fuera así, ella era el fruto de sus errores, de sus pecados, de algo que había hecho mal, de un castigo. No sabía que podría ser, pero estaba segura que aquello no podía ser otra cosa, aunque intentaba ocultarlo para no admitir su asumida responsabilidad y esa losa que arrastraba todos los días, intentando evitar pensar en ello, buscando obligaciones menores por las que sentirse menos culpable al no cumplirlas.

Y se refugiaba en su casa en esas horas de liberación, viendo viejas fotos, ordenando viejas ropas, limpiando por enésima vez aquel armario, a veces cambiando de sitio mesas, camas, armarios y cuadro, en un desesperado intento de cambiar todo cuando todo era lo mismo.

Cuando llegaba el buen tiempo madre e hija se iban a la plaza tomar el aire, se sentaban en las afueras de la plaza, en un banco de piedra flanqueado por dos estatuas de dos hombres con aspecto fiero y antiguo, debían ser ídolos, o dioses, o reyes de la antigüedad, aunque tampoco reparaban demasiado en ellos, allí se sentaban esperando la llegada de su marido, al que Gracia intuía poniéndose nerviosa y preparando esa sonrisa que sólo ponía al ver a su padre. A veces Gracia le decía a su madre, mamá ese niño me mira mucho, no hija no, es que mira a las estatuas, mamá ese niño me mira mucho, no Gracia, cariño, no le hagas caso.


© 2009 jjb

miércoles, 18 de febrero de 2009

Gracia

Ella fue a nacer
en una fría sala de hospital
cuando vio la luz
su frente se quebró como el cristal
porque entre sus dedos a su padre
como un pez se le escurrió
hace un mes cumplió los veintiséis
sólo pienso en ti…

Solo pienso en ti
Víctor Manuel

Carita de guapa, mi niña, Gracia miraba a su madre y su madre , con esa sonrisa perenne que se le ponía nada mas ver a su niña, miraba en ella lo mejor que tenía. Y tenia más hijos, y más hijas, pero por ese instinto remoto, ancestral, humano hasta el límite de la palabra humano, al contrario de las hembras de otras especies, cuidaba y protegía a sus cachorros más desvalidos. Quería a todos sus hijos, pero ella era la niña, tras treinta años, camino de cuarenta, era la niña, y seguiría siendo la niña.

Gracia desconoce que tiene una copia extra del cromosoma 21, desconoce que la Tierra es redonda, que los paralelos marcan las horas y los meridianos las estaciones, que son tres las virtudes teologales y tres los tipos de triángulos; no sabe que la zarzuela se llama género chico por su duración, que se puede mentir si eres el acusado en un juicio en España, que los dos hijos de John Langdon Haydon Down continuaron la labor de investigación de su padre, y prácticamente desconoce todo aquello que no sirve para nada. Pero sí sabe quién es su madre, y su padre, y sus hermanos, y todas sus cosas que con paciencia de filatélico pone en fila diariamente para después destrozar la fila cuando ya les ha dicho todo lo que les tenia que decir.

Su madre ha llorado muchas veces cuando nadie le ve, pero no llora por su niña, llora por el miedo a ponerse enferma, por el miedo a desaparecer de este planeta y dejar a su hija desvalida, porque sabe que su vida está unida irremediablemente a la vida de su niña, pero eso no le importa, le gusta; lo malo es que ella no administra las enfermedades, ni los tiempos, ni los imponderables, sólo maneja con habilidad los tiempos y los momentos para que su niña sea feliz, y lo es. Es más feliz que los demás mortales que luchan diariamente por comprender lo incomprensible, por hacer un trabajo que no les gusta y acatar situaciones que rechazan. Ella es feliz con esa felicidad de los que su mayor problema es lograr poner en fila unos muñecos, hacer que una manga termine en su sitio y sentarse como le dice su madre y no como a ella le gusta. Gracia es feliz y le gusta querer a los que están con ella, pero sobre todo le gusta sentirse querida, y cada día nota que le quieren. Parece desde fuera que con la niña se quita ese pudor que tenemos los humanos a mostrar nuestro cariño quizás por miedo, quizás por rechazo, y a ella se lo dan a manos llenas, y ella, carita de guapa, lo recibe sin ningún tipo de impedimento, postura o pose. Todo es más sencillo con Gracia y todo es más complicado de lo que parece.

Es la sombra de su madre, hasta tal punto que en ocasiones, en muy raras ocasiones, su madre se enfada con ella y le dice con seriedad, con mucha seriedad, sin reírse: Gracia por favor, no me sigas, y Gracia se enfada también y se sienta en la silla cruzando los brazos para mostrar su enfado y esta así mucho rato, muchísimo tiempo, hasta que, carita de guapa, se abraza a su madre y le vence con su arma más perfecta, más efectiva, más certera: a Gracia le gusta abrazar a su madre y a su madre le gusta que ella lo haga.

© 2009 jjb

martes, 17 de febrero de 2009

Wilfredo

¿-897

Conde de Barcelona desde el año 878, muerto en el año 897, a causa de las heridas sufridas en la batalla de Aura contra los musulmanes. Era hijo del magnate de la casa de Carcasona, Sunifredo. Con él se inició la fundación del linaje de los condes de Barcelona. Wifredo se casó con Winilde, que era la hija del conde de Flandes, Balduino V.

A partir de la década de 820-830, el gobierno de los condados catalanes fue encomendado por la dinastía carolin
gia a nobles francos, los cuales delegaron el gobierno de la región a señores nativos. Gracias a la paulatina descomposición de la autoridad real de los carolingios, construida por Pipino el Breve, diversos señores catalanes aprovecharon el momento para arrebatar poder y jurisdicciones señoriales sobre las tierras catalanas.

Dividido el imperio carolingio, Carlos el Calvo (840-870), en su intento por restablecer una autoridad, nombró a Sunifredo gobernador de Urgel-Cerdaña y de Barcelona-Gerona. Al morir Carlos el Calvo, Luis II el Tartamudo ratificó en su puesto al hijo de Sunifredo, Wifredo el Velloso. El monarca francés amplió los dominios de Wifredo concediéndole definitivamente los condados de Barcelona, Gerona
y Osona, en premio a la ayuda que le prestó al suprimir una revuelta de nobles catalanes contra la autoridad del rey franco. Wifredo, con estos títulos, aglutinó en torno a él el núcleo catalán más importante y coherente de la llamada Marca Hispánica. Lo primero que se propuso Wifredo fue repoblar la Cataluña Central, devastada después de la revuelta antifranca. Para ello utilizó la fórmula denominada de Aprissio, llevada a cabo por familias montañesas y dirigidas por magnates, a las órdenes de Wifredo. También acometió la organización de los territorios, restaurando la sede episcopal de Vic, y fundando el monasterio de Ripoll. Todas estas medidas alarmaron a los musulmanes de Lérida, los cuales vieron cómo se establecía un núcleo poderoso cristiano a su lado. Los musulmanes atacaron las posesiones de Wifredo, por lo que nuevamente se despoblaron los territorios. Además Wifredo encontró la muerte en el año 897.

La importancia histórica de
la figura de Wifredo es fundamental, por cuanto puso las bases de la futura Cataluña. Wifredo siempre se mantuvo fiel a los soberanos franceses, limitándose a llevar a cabo las prerrogativas que le confería el título de conde. Sus descendientes se aprovecharon, unas veces por voluntad propia, otras por afortunadas circunstancias, de la situación que les permitió mantener siempre unidos los territorios. Con la muerte del rey ilegítimo franco, Odón, en el 898, los hijos y nietos de Wifredo todavía reconocieron a los decadentes reyes franceses como sus señores, aunque más de una manera nominal que fáctica. La posterior unión con el reino de Aragón (siglo XII) no hizo sino ampliar, aún más, las bases territoriales de los condes de Barcelona, convirtiendo el condado en hereditario y con una situación política idéntica a la de los monarcas peninsulares.

Con la subida al condado de Sunyer, hijo menor de Wifredo, en el 912, se instauró definitivamente la Casa de los Condes de Barcelona, linaje hegemónico en la Cataluña Vieja.

Fuente: Wikipedia
EUM

lunes, 16 de febrero de 2009

Ordoño I

821-866

Undécimo rey de Asturias desde el año 850 hasta la fecha de su muerte. Nacido probablemente en Oviedo en el año 8
21 y muerto en esta misma ciudad el 27 de mayo de 866, Hijo de Ramiro I ocupó el trono astur a la muerte de su padre en el año 850, tras haber ocupado el puesto de gobernador de Galicia.

De este modo hay que señalar que Ordoño desde su adolescencia debió acompañar a su padre, probablemente con el fin de familiarizarse con el funcionamiento de las distintas instituciones y sobre todo en los complicados engranajes que conformaban la vida de la corte. Así gracias a su gran preparación, su padre le encomendó que se hiciera cargo de las funciones de gobernador mientras él acudía a las Vardulias en el año 842, para contraer matrimonio con la que sería su segunda esposa, Paterna. Mucho cambió entonces la vida del joven, puesto que poco tiempo después se conoció la noticia de que Alfonso II había muerto en Oviedo, por lo que todo parecía indicar que la proclamación de Ramiro sería inminente. Desafortunadamente para Ramiro el encontrarse alejado de la corte en el momento del fallecimiento del monarca, estuvo a punto de truncar sus aspiraciones, ya que un noble llamado Neopocioano, contando con el apoyo de un grupo de notables, se hizo proclamar rey de Asturias. Ordoño debió participar en las tareas para organizar el ejército que su padre pretendía utilizar en contra de Neopociano, aunque no marchó junto a él, sino que se quedó en Galicia, ocupando el mencionado puesto de gobernador, puesto en el que fue confirmado ese mismo año, tras el advenimiento al trono de Ramiro I.

Firmemente asentado como gobernador, a la edad de 26 años, en el año 847, Ordoño contrajo matrimonio con una noble de la región, posiblemente una hermana del conde del Bierzo, Gatón, llamada Muniadona o Muña. Dicho matrimonio tuvo una abultada descendencia, fue padre en al menos 6 ocasiones y entre sus descendientes, destaca por su importancia su hijo primogénito, el futuro Alfonso III el Magno.

Poco después de su proclamación tuvo que hacer frente a una sublevación de los vascones, los cuales contaron al parecer con el apoyo de los Banu Qasi, en aquel tiempo gobernadores de Zaragoza. A pesar de lo cual Ordoño I logró someter a los rebeldes, aunque cuando
se encontraba de regreso a Oviedo recibió la noticia de que un ejército musulmán tenía intención de atacar la región de las Vardulias. Dicho ejército no logró su propósito y se vio obligado a regresar a al-Andalus, tras ser frenado por Ordoño a las orillas del Ebro.

A pesar de sus victorias no mejoró la situación del monarca astur, ya que tras estas camp
añas el gobernador de Zaragoza, Musa ibn Musa (800-862) decidió construir una fortaleza en la ciudad de Albaida, actual Albelda, la cual suponía un enorme peligro para los intereses de Ordoño, ya que los vascones podrían aprovechar la circunstancia para unirse a los Banu Qasi en su contra. De este modo rápidamente reorganizó su ejército y se dirigió a la fortaleza, con la intención de destruirla, así tras levantar su campamento en los alrededores de la mencionada ciudad comenzó su asedio. Musa ibn Musa acudió rápidamente en auxilio de sus hombres, pero tras una dura batalla éste tuvo que retirarse mal herido y la ciudad fue arrasada.

No hay duda que la compleja situación política que se vivió en al-Andalus en aquellos años fue hábilmente aprovec
hada por Ordoño I, el cual emprendió importantes campañas para acrecentar sus dominios. En el año 854, tras producirse la sublevación de Toledo, no tardó en enviar un ejército en su auxilio, el cual fue dirigido por su cuñado el conde del Bierzo, Gatón, aunque la campaña no obtuvo el éxito que éste esperaba, ya que el propio emir cordobés, Muhammad I (823-886), acudió para sofocar la rebelión, derrotando a los ejércitos toledanos y asturianos en la batalla de Guadalete.

En una incursión por tierras de al-Andalus llego a ocupar ciudades como Salamanca o Coria, donde tomó prisionero a su gobernador y ordenó a algunos de sus hombres de co
nfianza que tomaran medidas para llevar a cabo la reconstrucción de las murallas de importantes ciudades, que aunque habían sido reconquistadas en tiempos de Alfonso I el Católico no habían sido pobladas, como es el caso de Tuy, Astorga, León o Amaya, las cuales se encontraban repobladas aproximadamente en el año 863.

Muhammad I intentó castigar la audacia del rey cristiano y envió dos expediciones sucesivas en su contra en e
l año 862 y el 863.

No se vio libr
e tampoco Ordoño de los ataques de los piratas normandos, ya que entre los años 858 y 861 éstos realizaron numerosas incursiones en la Península Ibérica, así intentaron atacar las costas gallegas, aunque fueron rechazados por el conde Pedro. De este modo podemos afirmar que los 16 años que permaneció en el poder fueron años de profunda inestabilidad, aunque gracias al gran tesón demostrado del monarca, el reino de Asturias logró ampliar notablemente sus fronteras.

Los últimos a
ños de su vida Ordoño no pudo participar activamente en las campañas defensivas llevadas a cabo en contra de los musulmanes, aunque su círculo de colaboradores siempre tuvo muy en cuenta las opiniones del monarca. Enfermo de gota, su salud se fue debilitando poco a poco, hasta que dicha enfermedad le provocó la muerte el 27 de mayo de 866, a la edad de 45 años. Fue un hombre de gran paciencia y moderación, a su muerte el trono asturiano fue ocupado por el citado Alfonso III el Magno.

Fuente: Wikipedia
EUM

viernes, 13 de febrero de 2009

Los renglones torcidos / y 9

Pero mientras llegue ese día te ruego encarecidamente que sigas siendo lo que eres, un huésped en mi casa, no es necesario que recuerdes las fechas de los cumpleaños, hace tiempo que di ese tema por perdido; no es necesario que sepas los nombres de la gente de mi familia, ni siquiera que recuerdes en qué curso están los niños, ni es necesario que te des cuenta que lo que hay alrededor de ti son seres humanos, que sienten y padecen y no son meros comparsas puestos ahí para decorar tu vida, por eso, y por la poca dignidad que te debe quedar te ruego que te dediques a tus asuntos y cumplas las normas de esta pensión sin más requisito que hablar lo menos posible, así se hará mas breve el camino hasta que dejes de vivir en esta pensión.

Sé que soy demasiado blanda porque tú eres el culpable de que haya perdido la ilusión, y posiblemente debería haber sido mucho más intolerante con tu actitud, pero las excusas se fueron sucediendo hasta darme cuenta que este camino no tenia billete de vuelta, que ya no me queda tiempo, ni ganas, para volver a empezar, que mis prejuicios son mayores que mis miedos, y mis miedos son fundamentalmente y sólo, hacer daño a mis hijos. Soy consciente de ello, tanto como que jamás cruzaré una palabra contigo en un tono y una actitud razonable, tanto como que aceptaré de buen grado si un día te vas de aquí y te comportas con dignidad una vez en tu vida, y si antes de comportarte con dignidad dejas aquí todo lo que hemos ganado con esfuerzo y sudor, yo más que tú. Pero dudo mucho que sepas el significado de esa palabra que jamás has puesto en práctica.

Por eso, y por muchas otras razones, no te molestes en dejar cartas, ni en lanzar hilos, ni en intentar la reconciliación geriátrica, porque nada queda donde mucho hubo y no te mereces ni el perdón ni el olvido, solo mi desprecio y mi indeferencia.

Verónica seguía con el mismo llanto que había comenzado en el segundo folio, y que había ido incrementando según se sucedían. Cogió el teléfono y llamó a Lupe: Gracias, ni yo misma lo hubiera relatado mejor, Verónica nos conocemos, sabes que yo también tengo problemas en mi matrimonio, son sólo palabras unidas que tú me has dicho, Lupe gracias, si hay alguna novedad ya te diré algo, un beso muy fuerte, adiós.

Nada pasó en los siguientes meses, ni en los siguientes años, en las inspecciones periódicas allí seguía el sobre aparentemente intacto, por alguna razón, posiblemente porque le pidió un favor excesivo, Lupe no le llamaba con la misma frecuencia que antes, pero no le quiso dar más importancia. Su marido llegaba antes a casa, y le descubrió más de una vez mirándole fijamente, pero en cuanto ella le miraba, él apartaba la vista de inmediato, no entendía muy bien las razones.

Al día siguiente de que Verónica dejara aquel sobre el sitio secreto donde esa pareja guardaba las cartas que nadie debía leer, su marido la encontró, abrió el sobre, y se quedó petrificado, no sabía que hacer, se llevó la carta a la oficina, y allí, con ganas y con necesidad de cariño, llamó por teléfono a la mujer con la que compartía desde hacia meses cama clandestina y cariños robados entre horas, marcó su numero y dijo, Hola Lupe

© 2009 jjb

jueves, 12 de febrero de 2009

Los renglones torcidos /8

Y te seguí adorando, aunque cada vez había más evidencias y menos momentos íntimos, a pesar de que cada vez había menos amor y más rutina, a pesar de que cada día se notaba más que tú gozabas de autonomía y yo de obligaciones. Nada podía cambiar las ideas que había aprendido, nada, salvo el aburrimiento, nada salvo el desarrollo de las cosas y el tiempo; nuestros hijos iban creciendo, cada vez dependían menos de mí, y cada vez tenía más tiempo para pensar en lo injusto que era el haber perdido una vida sin más apoyo que el que yo me daba, sin más cariños que el de mis hijos, pero ni ellos ni nadie me podían dar lo que necesitaba de ti. Y tú, tú, estabas en otras cosas, yo no era una de tus preferencias, ni siquiera de tus prioridades, yo era una constante, siempre estaba allí, no era necesario más atención que la necesaria, mientras te dedicabas a disfrutar de los placeres que la vida proporciona.

Mis únicos placeres eran ver crecer a los niños, tomarme un café a media mañana, y llegar al final del día y sentarme en el sofá pensando que un día menos, ya no un día mas, un día menos, las cuentas llegaron a ser negativas antes de que hubiera algo positivo. Un día te pregunté por qué estabas tan distante y entonces entendí perfectamente que me considerabas en el mismo apartado en el que estaba tu coche, tus escopetas de caza, tu carné del abono al fútbol y los relojes que te comprabas cada tres meses; en el apartado de productos que hay que conservar, que de vez en cuando hay que comprobar que están ahí, pero que son de tu colección exclusiva, de esos que tenias una tremenda ilusión, un sinvivir hasta que los conseguías, y una vez conseguidos los disfrutas durante un tiempo y después los archivabas en ese apartado que es de tu pertenencia pero que carece de tu cuidado. Y yo soy eso, un objeto, probablemente el más valioso de tu colección, probablemente el que mas te cuesta y probablemente el que menos frecuentas, pero así es. Sé que la chica de la que hablas en esa carta fue otro objeto cuya única virtud fue que no la conseguiste del todo, pero que hubiera seguido el mismo camino que los demás si hubieras obtenido la pieza, y lo mismo te ocurrió con otras antes de ésta; me callo pero no soy idiota, y seguramente habrá ocurrido con muchas otras después de aquella, al fin y al cabo ella obtuvo una recompensa inmediata, los demás solo hemos recibido de ti tus miserias.


Un día me hablaste de aquella juguetería en la que te parabas siendo un niño, de la mano de tu madre, y esa nariz que se pegaba al cristal admirando un juguete determinado que te impedía dormir, que te obsesionaba hasta que tu madre te lo compraba, y un rato después destrozabas con tus propias manos. Eso, exactamente ese, es tu modelo de relación con los demás, desea poseer, no querer, y cuando posees, destruyes, o al menos lo intentas, así te crees que eres mas hombre, mas… ¿mas qué?

No busqué ayuda en mi perdón, ni siquiera mi comprensión; entender lo que haces no significa que lo acepte; yo no te quiero, ni te odio, sólo te desprecio, no me produce tu presencia ni frío ni calor, ni siquiera piedad, ni siquiera prudencia, y sé, por tu forma de vida, por tu herencia, por muchas razones, que llegará un momento que enfermes y que necesites ayuda, y la tendrás, no te preocupes por ello, la tendrás con el mismo cariño y calor que tú nos has dado, exactamente el mismo, pero nada material te faltará.



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miércoles, 11 de febrero de 2009

Los renglones torcidos / 7

Verónica le contó a grandes rasgos a Lupe lo que la carta oculta describía, añadió que le constaba no sólo aquel desliz, sino otros sucesivos o previos, la verdad es que no sabría ubicar el de aquella, que lo que quería es única, llana y simplemente hacerle daño; ni siquiera vengarse, porque la venganza necesita de tiempo y dedicación, sólo hacer daño, y que le redactara una carta para que a él no le quedara ni el más mínimo atisbo de duda que no había vuelta atrás, que ya no había ni una mínima, ni una remota posibilidad de nada, sólo, únicamente mantener la relación existente que ni era relación ni era consistente. Lupe se defendió, eran cosas demasiado personales, ella no podía traducir sentimientos, Verónica no me metas en líos, pero después fue cediendo ante las apelaciones al cariño, a los tiempos vividos, a las confidencias compartidas, a la amistad, no prometió nada ni en tiempo ni en forma, pero se hizo cargo del asunto.

Tres semanas después Verónica no tenía noticias de Lupe y le llamó por teléfono, Lupe le dijo que no se había a atrevido a decírselo, que ya lo tenía terminado pero que no le gustaba, y no sabía si redactarlo de nuevo o tirar la toalla o qué hacer. Verónica quería ver lo que había escrito y a la vista de ello tomar una decisión: Lupe, que no pasa nada, si no nos gusta lo dejamos y ya está.

Lupe sólo puso una condición: se verían una tarde, hablarían, ella le daría lo que había escrito, pero Verónica debería leerlo sola en casa, ella no quería estar presente mientras Verónica lo leyera, y así lo acordaron. Aquella tarde hablaron de la vida, de lo humano, de lo divino, de lo coyuntural y de lo trascendente, de su vida, pero no de la dichosa carta que estaba presente sin estar citada, y que esperaba su destino en el bolso de Lupe.

Al final, Lupe le entregó la misiva con un leve toma, ya me dirás, y un gracias fue la respuesta. Verónica contó los minutos en llegar a casa, ni siquiera se cambió de ropa, se sentó en su sillón, abrió aquellos folios y se aisló del mundo para ver lo que su amiga había escrito en su nombre.

“Me mandaste una carta a ninguna parte y yo te respondo, sabiendo que lo que te voy a decir tampoco llegará a ninguna parte. No pienses que esto es una venganza, o la forma de cobrarme todo lo que me has hecho padecer, porque no habría posibilidad de que en este mundo pudieras pagar lo que has hecho. No tengo nada que criticarte en cuanto a tu actitud, tu comportamiento, lo que has hecho o has dejado de hacer, mi gran reclamación es que has matado mi esperanza, mi ilusión, las razones que me hacían pensar que el mundo se mueve y que estar aquí no sólo es bueno, sino que es la mejor de las experiencias que nada ni nadie puede tener. Tú fuiste mi referencia, mi guía, el espejo en donde verme, yo no sólo te respetaba, también te admiraba, y estaba dispuesta a pagar el alto precio de la soledad diaria a cambio del bienestar de mis hijos que son los tuyos.

Pensaba que tú también te sacrificabas y que tras tantas horas de trabajo no tenías ganas de hablar, apenas de hacer el amor y ninguna de interesarte por la vida de nuestros hijos. Lo entendía, porque estabas de sol a sol trabajando para que nuestra vida fuera más sencilla. A duras penas entendía las comidas de trabajo, y jamás pude entender que tuvieras una mancha de carmín en las camisas que yo te lavaba, un penetrante olor a perfume en las chaquetas que yo llevaba al tinte, o cientos de miles de constancias de que tu dedicación a tu familia también tenia momentos de asueto que yo no tenía. No lo entendía, pero lo acepté la primera vez y después todas las demás, seguía sin entenderlo pero lo acataba, como un perro acata que su amo le pegue, como se adapta una rama a los vientos, como me enseñaron a hacerlo.

© 2009 jjb

martes, 10 de febrero de 2009

Los renglones torcidos / 6

y lloré, y lloré, y lloré, y lloré, y lloré, y lloré, y lloré, y lloré, y lloré, y lloré, y lloré, y lloré, y lloré, y lloré, y lloré, y lloré, y lloré, y lloré, y lloré, y lloré, y lloré, y lloré, y lloré, y lloré y lloré, y lloré, y lloré, y lloré, y lloré, y lloré, y lloré, y lloré, y lloré, y lloré, y lloré, y lloré, y lloré, y lloré, y lloré, y lloré, y lloré, y lloré, y lloré, y lloré, y lloré, y lloré, y cuando ya no me quedaban lágrimas me fui a casa, lo que aún seguía llamando mi casa, y aquí he escrito esto, que sólo verá la luz cuando yo ya no esté aquí, porque sé que no me atreveré a dártelo, solo quiero decirte que soy consciente de mi grave error, de la enorme metedura de pata, y de la pérdida de mi dignidad y del respeto a mi mismo, pero te juro Verónica que jamás he querido a otra mujer como te he querido a ti, y quiero que sepas que tu eres lo más importante que me ha sucedido en esta vida.

Verónica cerró aquellos folios escritos a mano y doblados en tres partes para que pudieran caber en el sobre americano en el que estaban, ponía en letras grandes “para verónica” y lo encontró en aquellas inspecciones regulares que hacía en la leonera de su marido. Allí donde se había refugiado cuando se acabó su matrimonio de manera real aunque no formalmente. Ella se metía allí con la excusa que se daba a si misma de entrar a limpiar, pero realmente quería indicios, pistas, evidencias, algo que le hiciera odiarle aún más. No era exactamente odio, porque había agotado ya todos sus sentimientos hacia él, era hartazgo, repulsa, la transformación de una adoración total a una desafección absoluta. Casi nunca encontraba nada, y se limitaba a limpiar un poco por allí, un poco por allá, para que su conciencia no se intranquilizase. Su matrimonio destrozado seguía vigente, porque sus convicciones religiosas, pero sobre todo sociales, le impedían lo que ella llamaba un escándalo. También había razones económicas, pero no le gustaba pensar en ellas, y casi siempre lo justificaba todo en no dar un disgusto de muerte a sus hijos, sus hijos, que ya estaban al corriente de todo y esperaban pacientemente a una regularización que nunca llegaba. El sexo había dejado de ser un problema, prácticamente desde que se casaron hacer el amor era un ratito un par de veces por semana que normalmente no le producía una satisfacción plena, pero siempre calló, su educación a la antigua hacía ver a aquel hombre, su marido, como el dueño de su destino, de su hacienda y también de su cuerpo. Lo único de lo que ella era responsable era del buen funcionamiento de la casa, de traer hijos decentes al mundo y de mantener el honor de la familia intacto. Sonaba muy antiguo, pero ella lo observaba con minuciosidad de religiosa de clausura.

Le había sorprendido aquello, es cierto que lo leyó porque ponía que era para ella, aunque estuviera escondido en un sitio poco visto, pero igual lo hubiera leído si el destinatario fuera otro, ella buscaba razones y al encontrar tantas, la carta le había sorprendido. Volvió a dejar la carta en el sitio que la encontró, en casi las mismas condiciones en las que estaba, cerró la habitación de nuevo, y pensó en ello día y noche. quería contestarle, pero tenía dos graves obstáculos: su incapacidad de unir palabras, de escribir coherentemente, y su miedo a que lo que escribiera pudiera ser entendido por su marido como un puente tendido para una posible conciliación. Si algo tenía claro es que no quería que nada cambiara del estatus actual, y no quería bajo ningún concepto que su marido se le acercara lo más mínimo; aunque no lo aceptaba lo que realmente quería era hacerle daño, clavar un afilado estilete en el sitio en el que mas le doliera y después seguir siendo una señora. Y tras darle muchas vueltas al asunto dio con la solución, su amiga Lupe, amiga de la infancia, de las escasísimas personas que sabían hasta el mas mínimo detalle de su vida, y sobre todo, que escribía unas redacciones perfectas, con estilo, con clase, en la clase de lengua y literatura en su colegio de monjas.

© 2009 jjb

lunes, 9 de febrero de 2009

Los renglones torcidos /5

Aquel tugurio tenia el aspecto de los escenarios de aquellas películas francesas, lúgubre, mal iluminado, tenso; y en aquel momento con miradas cruzadas de muchos que saben que algo va a pasar, de otros que saben que no va a pasar nada, y otros que intentan disimular su interés por lo que pase adoptando una actitud ausente, simbiótica, como si fueran don tancredos, aquellos valientes que hace años se ponían inmóviles como estatuas delante del toro que salía a la plaza recién pinchado para incitar su rabia, y que a veces milagrosamente salían bien parados. Intentaban ser parte del paisaje y procurar enterarse de todo sin que nada les afecte.

Y yo estaba allí, a escasos metros de ella, a escasos metros de la razón por la cual quería morirme, dudando entre la necesidad de mi muerte y la exigencia de que Ágata muriera fulminada por un rayo. Ella seguía allí, riéndose, con la cara mas relajada del mundo y con personas a las que parecía conocer de toda la vida, ajena a todo lo que no fuese necesario para la obtención inmediata de dinero, y poniendo cara de no querer eso, la misma cara que a mi me había vuelto loco, y ahora me tenia al borde de la locura, del dislate, del desbarate, del caos.

En un momento determinado se separó del grupo y vino hacia mí, bueno quizás vino hacia mí porque estaba en el camino hacia los servicios donde finalmente fue, me regaló su sonrisa y con una voz segura y firme me dijo que le disculpara pero que el encargado le había ordenado que atendiera a aquel grupo que se estaba dejando dinero a espuertas, que ya había solucionado el problema, que al día siguiente se iba a Bilbao con un amigo, subinspector de policía que le iba a proporcionar papeles y casa, que me echaría de menos y que se tenía que ir porque el encargado se iba a enojar con ella y tenía que liquidar antes de dejar el local.

Sin despedirme de nadie, sin mirar a ningún sitio, sin ganas de nada, desandé el camino, subí las escaleras, salí a la calle y empecé a andar por un camino sin rumbo ni fin, por calles conocidas que no veía, pero que días después intuí que eran Escalinata hacia arriba, Espejo para abajo, Amnistía de frente, Lepanto hacia abajo, hasta llegar al mismo banco que había ocupado hacía unos días. Allí, entre aquellos dos enormes reyes de piedra, al cobijo de la oscuridad de la noche, con el alma en un puño, me senté, y en ese momento además de una tremenda flojera en las piernas aparecieron todas las sensaciones: la impotencia, la rabia, el despecho, la ira, la amargura, y todas salieron en forma de llanto, avanzando a marchas forzadas de mi cerebro a mis ojos. Con lo que había intentado evitarlo durante años, tantos años; en ese momento no pude más y allí, en la plaza de Oriente, desubicado, desconsolado, abatido y vencido lloré, y lloré, y lloré, y lloré, y lloré, y lloré, y lloré, y lloré, y lloré, y lloré, y lloré, y lloré, y lloré, y lloré, y lloré, y lloré, y lloré, y lloré, y lloré, y lloré, y lloré, y lloré, y lloré, y lloré, y lloré, y lloré, y lloré, y lloré, y lloré, y lloré, y lloré, y lloré, y lloré, y lloré, y lloré, y lloré, y lloré, y lloré, y lloré, y lloré y lloré, y lloré, y lloré, y lloré, y lloré, y lloré, y lloré, y lloré, y lloré, y lloré, y lloré, y lloré, y lloré, y lloré, y lloré, y lloré, y lloré, y lloré, y lloré, y lloré, y lloré, y lloré.
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© 2009 jjb

viernes, 6 de febrero de 2009

Los renglones torcidos /4

Después llamé al gestor, y le dije que necesitaba verle, a las dos horas estaba en mi despacho, los temas eran sencillos: el despido de Maria y los requisitos para que Ágata estuviera legalmente en España. No había problemas, necesita su pasaporte y le harían una oferta de trabajo y su contrato, sin problema. Ponle el sueldo de Maria, dije yo, el asesor ponía la misma cara que el camarero del puticlub, se pasará mañana por tus oficinas, sin problema, sólo tiene que traer el pasaporte.

Iban encajando las cosas, contaba los minutos que faltaban para ir a verla, las horas pasaban lentamente, revisé los papeles de Maria y comprobé nuevamente la eficiencia de aquella mujer que tenia cada cosa en su sitio, y cada sitio limpio y dispuesto para un vendaval. Todavía estaba viva en cada nota, en cada anotación, en aquellos bolígrafos transparentes con un papelito dentro que ponía Maria, todo me hacia verla y posiblemente llamarla si no fuera porque mis pensamientos estaban en otro lado.

Aparqué en el aparcamiento de la Plaza de Oriente, corrí hasta aquel local en donde estaba ella, bajé las escaleras, y ella no estaba; pregunté, no me dieron razón, no sabían, ni siquiera su amiga, la que era de su país, supo decirme nada, no había venido. Pedí una copa por costumbre y me invitaron como excepción, pero allí no pintaba nada, así que insistí varias veces en pagar la copa y ante la negativa cerrada del camarero de mirada distraída, me fui. Camino del aparcamiento vi las estatuas de los reyes, y me senté en un banco entre dos de ellos, allí, a pesar de que tenía ganas de llorar, a pesar que mi impotencia sólo me permitía explotar con las lágrimas, aguanté mientras observaba el vacío, la nada, esperando que ocurriera un milagro, pero los milagros no suelen ocurrir en los bancos de las plazas, aunque estés entre dos reyes.

Volví a casa, no oí aquel día tus gritos, la verdad es que no oí nada, porque no estaba en este mundo, sólo tenía ganas de llorar y no quería hacerlo, y me fui a la cama donde no dormí, o si pero a esos intervalos tan cortos que te provocan la impresión de que no has pegado ojo.

Por la mañana llamé a mi asesor, le mentí diciéndole que hoy le era imposible a la nueva señorita ir a visitarle, que ya le diría cuándo se pasaría, y pasé pacientemente el día, con la única salvedad de comprobar el tremendo vacío que había dejado Maria y la cantidad de cosas que hacía sin saber que las hiciera. Me fui antes del tiempo a buscar a Ágata, bajé de nuevo las escaleras impaciente, y allí estaba, sentada en los taburetes de la barra con unos clientes, se reía a carcajadas, y todos parecían felices, todos menos yo.

© 2009 jjb

jueves, 5 de febrero de 2009

Los renglones torcidos /3

No sabía qué decir, pero si sabía qué quería decir. Quería llevármela a casa pero mi casa estaba ocupada y sin darme cuenta, poco a poco, empecé a tomarte manía a ti, a ponerte en el mismo nivel que aquel asqueroso que le ofrecía matrimonio a saber a cambio de qué. No caí en aquel momento en la tremenda injusticia que mis pensamientos implicaban, tampoco pensaba mucho en conflictos morales, ni en nada, sólo en cómo poder hacerle feliz y así que ella me lo hiciera a mí; era una básica y rápida forma de asegurarme el cielo en la tierra, de asegurar la felicidad permanente y no en pequeñas cápsulas de una par de horas al día y muchas horas para pensar en esas dos. Mi mente no paraba, intentaba luchar entre lo que debía decir, lo que podía decir y lo que quería decir, y ella seguía contándome lastimosamente todo, y todo se me venía encima: las luces tímidas de aquel sórdido lugar, las botellas que nunca se usaban, las demás chicas que no solía ver, el camarero con cara de mirar hacia otro lado; qué se yo. La vida estaba ya arreglada en sus términos justos y se me estaba desmoronando lo único cierto que tenia después de haberme cargado todo lo demás. Busqué una solución intermedia, y le dije que no tomara una decisión, que esperara hasta mañana y que yo pensaría la mejor solución para los dos, ganaba tiempo y ganaba perspectiva o al menos eso esperaba, la verdad es que no sabía qué hacer, o sabía que no debía hacer lo que iba a hacer.

Esa noche no dormí, dándole vueltas y vueltas al mismo asunto, que si me iba de casa, que si esto, que si aquello. Me afeité, me duché, me puse una camisa y anudé mi corbata, cogí el coche y al llegar a la oficina lo tuve claro: Maria, recoja sus cosas que está despedida; pero ¿por qué?, las cosas no van bien y usted cada día tiene más discrepancias conmigo, es una decisión irrevocable, pero no se preocupe que la empresa se portará adecuadamente con usted. Y se fue, aquella vieja compañera que me había ocultado, que había mentido, que había tapado agujeros, tapiado diferencias, amortiguado ciclones, que se había dejado su juventud en aquel despacho y que era yo cuando yo no estaba, es decir la mayor parte del tiempo, aquello era injusto, pero no me importaba y Maria se fue con sus pertenencias y sus lágrimas.

© 2009 jjb

miércoles, 4 de febrero de 2009

Los renglones torcidos / 2

Al principio creí que era una mentira más, decía que yo era su primer cliente, pero eso ya lo había oído otras veces de mujeres con una previsible larguísima lista de clientes. Después no fui el único, pero seguí siendo su primer cliente, sin que se diera cuenta que el hecho de saber que otros pagaban por la felicidad que yo obtenía de ella, me hacía tanto daño. A ella parecía divertirle aquello, y sonreía ampliamente mientras pasaba su brazo por mi espalda, probablemente aquello era parte del cursillo acelerado de marketing y ventas que había recibido de manera espontánea el primer día de las más antiguas del local, y que tan bien aplicaba.

Mis visitas a aquel tugurio no aumentaron, solo amplié mi horario y reduje el numero de mujeres semanales, de varias pasó a una sola y siempre era la misma; llegó el día que ya ni se acercaban las demás y avisaban a Ágata de mi presencia. Hablábamos antes y después de hacer el amor, y me contaba cosas de su tierra, y banales historias que pasaban entre aquellas cuatro paredes forradas de botellas, rellenas de humo.
Mi vida cambió, todo lo que antes era una actividad, ahora era un impedimento para estar con ella, pasaba el día pensando en Ágata, imaginando lo que estaba haciendo en ese momento, que casi siempre eran actividades incompatibles con su vida nocturna y difusa. Lo mismo la imaginaba haciendo macramé que acudiendo a misa con su anciana madre y un gorrito, el misal en la mano, la mirada perdida, el día es muy largo y los enamorados suelen rellenar espacios pensando tonterías, pero sus tonterías le hacían hacer aún más largo el intervalo de tiempo que estaba sin ella. En casa parecía un fantasma, ya le había tenido que explicar a mi mujer que tenía problemas en el trabajo para justificar mi absentismo sexual, mi apatía personal y mis continuos balbuceos ante la pregunta más insulsa y más previsible.

Y pasaban las semanas, los meses, las estaciones, y mi vida seguía anclada en el mismo rail, en la misma ilusión, en la misma onda, ya no valían las excusas y el débito conyugal era un asunto del pasado. A ti se te puso ese mal carácter que tan bien conservas y quisiste inaugurar una nueva etapa de nuestra relación en la cual sólo te diriges a mí a gritos, pero nada me importaba, nada excepto ella y mis tardes con ella, Después, cuando se casó la mayor, me tuve que ir a dormir a su habitación, y fue para mi un respiro porque quedaba mucho menos patente nuestra distancia estando como estábamos alejados, pero nada me importaba, solo ella.

Un día Ágata estaba muy alterada, había tenido un problema muy grave la noche anterior, había habido una redada y ella no tenía papeles, le habían dado quince días para que presentara papeles o tendría que abandonar España, llevaba años como turista, y no tenía ni contrato, ni nada, sólo la promesa de un cliente que decía que se casaría con ella con solo pedírselo; pero ella no quería, era un tío violento y sucio, un autentico patán, yo lo oía y cada vez me parecía mas que me estaba pidiendo algo sin querer pedírmelo, y cada vez era más lo que me hacia despreciar a aquel tío.


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martes, 3 de febrero de 2009

Los renglones torcidos

Quería haberte dicho tantas cosas … me hubiera gustado explicarte aquello, quizás lo otro, pero hacía tiempo que en nuestra relación dábamos todo por hecho, posiblemente porque nada teníamos que hablar y desde hacía tiempo había dejado de tener cosas en común. Yo lo sé, tú no hablas demasiado y yo hablo por ambos y a veces mi exceso verbal me lleva a decir cosas que carecen de sentido, o carecen de momento, o carecen de todo, pero tú te habías limitado a hacer mecánicamente un sucedáneo de amor al que habíamos llamado matrimonio, que consistía básicamente en traer niños al mundo y después tú cuidarlos y yo cumplir con los horarios laborales y las fiestas familiares, tú preocupándote por los muebles y la ropa de la casa y yo de traer el dinero necesario para que pudieras hacerlo. En ese contrato apenas cabía el amor, porque el amor debía adaptarse a las necesidades del momento, y al cambio de las costumbres, y a la sucesión de hechos. Tú eras Verónica, tú eras mi reina, la reina de mis sueños probables y de historias posibles, lo que siempre busqué y después logré. Sabía perfectamente que después de que el mundo se acabara tú seguirías allí, que nada había mas seguro que tú, allí, guardando la casa, construyendo diariamente lo cotidiano, fabricando cotidianamente el aburrimiento, siendo el referente perfecto a una pareja modélica, el espejo de las nuevas generaciones, la finalidad del amor.

Soy consciente que todas aquellas tardes que me iba a una barra americana, que siempre ha sido un nombre perfecto para enmascarar un prostíbulo, no era algo para contar, pero tampoco tenía mucha importancia. Mujeres jóvenes, sexo fácil, un precio, un momento, una historia clandestina que se convirtió en una costumbre primero de los martes, después de los jueves, mas tarde de los martes y los jueves, y después de todos los días de la semana menos los viernes que los niños salían antes del colegio, y no había razón para quedarse en la oficina.

Aquello también me supo a poco, y también confieso que cuando conocí a Ágata no pensé que tuviera más importancia que el resto de mujeres con las que me había acostado en aquel lugar. Recuerdo que un día me pareció verla al salir de misa, pero no, no podía ser, ni por la zona, ni por el momento, pero aquella chica de la que me distanciaban no solo los años ni la posición social, sino la cultura y la forma de entender la vida, aquella mujer en ciernes, me volvió loco, como hacía mucho que no me había ocurrido, como no pensaba que volviera a ocurrir.


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lunes, 2 de febrero de 2009

Iñigo Arista

770-852

Rey de Navarra desde el año 770 y hasta el 852, año este en el que falleció. Se considera que fue el primer rey y el fundador de la primera dinastía navarra -los Iñíguez o Aristas- y del reino de Pamplona, Conde de Bigorra y de Sobrarbe. Se le considera patriarca de la dinastía Íñiga que sería la primera dinastía real de Pamplona.

El reino de Pamplona, que más tarde se llamó de Navarra) nació, de la alianza firme entre los musulmanes y los cristianos. Fruto de esta alianza fue la intervención en las luchas de los Banu Quasi con los Omeyas de Córdoba, lo que motivó las represalias de Abd al-Rahman II contra Pamplona.

Nombrado jefe o caudillo para luchar contra los árabes, fue un infatigable guerrero. Entre las muchas conquistas hechas a los árabes se encuentran la toma de la ciudad de Pamplona, y su victoria frente a estos en Pueyo de Araguas (Huesca).

Se le conocía con el sobrenombre de Arista dado su carácter vehemente.

Se casó con Oneca Velázquez, hija de Velasco, Señor de Pamplona, fallecido en 816. Casó a una hija con el descendiente de una dinastía musulmana, los Banu Qasi. Le sucedió a su muerte su hijo García Iñíguez.

Fuente: EUM
Wikipedia

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