martes, 21 de julio de 2009

Maribel /15

La mili acabó y empezaron los proyectos, vieron una casa, no muy grande, no muy cerca, era de momento sólo unos planos, un solar, muchas promesas, el metro estará por allí, los colegios por allá, las tiendas allí, había de momento sólo un descampado al que ni siquiera se habían tomado la molestia de limpiarlo, no había nada, ni siquiera actividad de obreros o de máquinas removiendo tierra.

Pero por algo había que empezar, echaron sus cuentas y gastaron todos los ahorros de Joaquín en pagar la entrada, compraron con aquello, según la visión de Maribel, unos planos, unos planos carísimos, pero con ellos bastaba para materializar sus sueños. Aquí dormirán los niños, aquí necesitamos un armario de dos cuerpos, qué visillos pondremos aquí, los muebles, dónde se colgará la ropa, dónde la tenderemos y el tamaño de la cama. Eran sueños concretos que conformarían cuando después de meses, aquellos planos se convirtieran en casa y después de otros cuantos meses aquello se convertiría en un hogar.

Mensualmente pagaban una cantidad, Maribel colaboraba, trimestralmente también había pagos y la cartilla que su madre había alimentado con su sueldo pagaba un par de trimestres, pero seguían ahorrando porque a la entrega de las llaves había que pagar una fuerte cantidad y después comenzaría la hipoteca, sin contar con los muebles, el notario y qué se yo. Era mejor pensar en el reparto de los espacios, en la ilusión de ver crecer los muros, ver descargar los ladrillos, imaginar la actividad que durante la semana había habido desde la perspectiva de un domingo.

Vivían cada uno en casa de sus respectivos padres, gastaban poco y todo lo que ganaban se lo comía con fruición aquel piso en construcción. Joaquín empezó a hacer horas extraordinarias lo cual aportaba más dinero pero restaba horas para estar juntos. El amor era ahora no gastar, más Corin Tellado, mirar los planos y alguna tarde perdida en el banco del parque donde la pasión volvía a desatarse entre premuras, necesidades y torpezas.

Nada qué gastar y poco tiempo para compartir, parecía que Joaquín estaba en otra mili de carácter cercano, pero lejano, pero veían crecer su ilusión en forma de ladrillos, argamasa y cubos, veían como iban materializándose los contratos, los planos, despacio, muy despacio, pero poco a poco, lo cierto también es que sólo estaban construyendo allí su casa y un par de edificios más de la misma promoción, pero no había ni rastros del metro, de los colegios y de los polideportivos, tardarían pero llegarían, era cuestión de tiempo.

Llegó la entrega de las llaves y con ayuda nuevamente de la cartilla, de sus padres y de la divina providencia pudieron pagar la cantidad estipulada, tras lo cual firmaron la hipoteca, que era a todas luces, un contrato más firme, más sólido y a veces más duradero que el contrato de matrimonio.

Todo había cambiado, ahora tenían mucho más que planos, podían tocar las paredes, podían cuantificar las medidas realmente, pero sobre todo podían sentirse dueños de aquellas paredes, sentir que aquello era suyo, que compartían algo por primera vez, pensando que sólo se podía compartir lo material.

Había muchos defectos e imperfecciones, había muchos casquillos para poner bombillas, había contratos que hacer, la luz, el agua, el butano, había que trabajar mucho en aquella casa hasta que lo pareciera, así que establecieron allí su cuartel y los fines de semana los dedicaban a los arreglos, las bombillas, los visillos, los remates, los armarios, todos los fines de semana había algo. Joaquín era un manitas y arreglaba todos los imprevistos que la constructora les había regalado por el mismo precio, Maribel probaba lo que durante la semana había cosido en casa y tomaba medidas. Un día apareció por allí una mesa, otro día unas sillas, todo regalo de amigos y de la familia, otro día un frigorífico, pequeño, pero que hacia su función, aquello cada vez parecía más una casa, pero aún no había cama, posiblemente porque por pudor nadie les regalaba una herramienta de placer prohibido antes de pasar por la vicaría, y aquello les escamaba, encontraban ofertas de todo, pero de cama no había nada y ambos pensaban en lo mismo, con más ganas que remilgos.

© 2009 jjb


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