miércoles, 15 de julio de 2009

Maribel /11

Llegaba el día y no llegaba el momento de comprarse la ropa a su nueva imagen, pero tenía que hacer algo y también cambió su vestuario, estaba casi conforme con los resultados cuando pensó en lo fundamental ¿cómo estaría?, ¿qué harían? santo cielo, apenas quedaban unas fechas y no sabía nada, sólo que tenía que estar perfecta para él y aceptar lo que él dijera, hacerle agradable su corta visita al paraíso lejos de aquel infierno que ella suponía la mili. Estaba preparada después de decenas de operaciones de estética que pasaban por la dieta, el pelo, las uñas de los pies, el labio superior, las piernas, todo. Ahora sí podía mirarse en el espejo, pero seguía teniendo miedo a no gustarle y esas mariposas en el estómago cada vez que pensaba en el momento de verle.

Y un día en la tienda de doña María apareció Joaquín, hola, que te espero cuando salgas, Maribel miraba detrás de los escaparates para verle allí, esperando, estaba tan guapo. Doña María sonreía, vete, anda vete, vuela, que no doña María que me quedo, vete ahora mismo, jajajajaja, vete, que te ha cambiado la cara y esta tarde no vengas, intentaremos que esto funcione sin ti, doña María, niña, vete, hazlo por mí, pero después cuéntame, gracias, no me las des, vete ya.

Hola, le besó en las mejillas, qué guapo estás, que va, muy delgado, estás muy moreno y muy delgado, tu sí que estás guapa ¿te ha dejado salir la vieja? no le llames así, es muy buena conmigo, sí, y me ha dado la tarde libre, quieres que vayamos a mi casa a comer, mi madre me ha dicho que has ido a verla y que eres muy buena chica, sí, espero que no te moleste, no, vamos a casa, mi madre nos espera.

Desde fuera era un trío imposible, él sonriente y sin articular palabra, la madre trayendo comida y Maribel sonriente, locuaz y arrepintiéndose de no haber pasado por casa a cambiarse de ropa. Apenas le sacaban algunas palabras inconexas de su estancia allí, de la suerte que había tenido en el destino, de su trabajo, de las salidas con sus amigos alguna noche. A su madre le había traído un transistor grandísimo, de los que no se veían en las tiendas y un paraguas ¿un paraguas? allí todo el mundo que viene de la península compra paraguas, ¿por qué?, no lo sé, pero a los peninsulares se les llama paragüeros, muchos paraguas.

Y así transcurrió la comida, que acabó con un café de puchero y una copa de coñac, de una botella de coñac que él mismo había traído, en Melilla es muy barato y de la conversación de las dos mujeres que le permitió a Joaquín tomarse otra copa.

Después se fueron los dos y pasearon por el camino que tenían marcado y que hacía tanto tiempo no habían recorrido. Nada ha cambiado por aquí, poca cosa, ¿me has echado de menos?, mucho, aunque allí los compañeros ayudan mucho a pasar el tiempo, y qué vas a hacer en el permiso, tengo que ir a la oficina a ver qué pasa cuando vuelva y después quiero estar contigo, tengo que ir con mi madre al pueblo porque tiene una hermana que está muy enferma, pero iré entre semana, cuando trabajas,

Estaba cambiado, no era que hablase un poco más de lo habitual, tampoco es que no coincidiera con la imagen que Maribel se había formado ajena a la realidad, había algo que era distinto, pero estaba tan guapo, tan moreno, no te he enseñado las fotos, otro día, tengo muchas, con mis compañeros, vamos a tomar algo.

Fueron a un bar y Joaquín se tomó otras dos copas de coñac y habló más que otras veces y le dijo que en Melilla salían los sábados por la noche, sólo amigotes e iban por los bares bebiendo y luego cantando, que lo pasaban bien, pero siempre acababan con nostalgia de sus sitios y de los suyos. Bebes más Joaquín, no, no mucho, pero la mili es lo que tiene, pero no bebo mucho.

Pero a Maribel le parecía que sí, y sobre todo algo no cuadraba y aún no sabía el qué.


© 2009 jjb


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