lunes, 20 de julio de 2009

Maribel /14

De nuevo la nostalgia, pero esta vez con más sustentos, tenía hilos de los que tirar, había cambiado, tenía referentes, no era igual, o quizás era realmente así pero ahora tenía más pistas, tenía la sensación aún en los labios y en la piel de aquella tarde y los días anteriores, tenía el deseo y la decisión, tenía tan cercana la referencia que le duró meses. Sabía que ya no habría más visitas hasta que le dieran la cartilla, la blanca la llamaba él, era la forma de llamar a la licencia, al final de la mili. Si había podido aguantar los meses ciegos, ahora, con luz al final del túnel, podría aguantar mucho más y mucho mejor, o al menos así pensaba, o al menos así se consolaba.

Lo cierto es que después de aquellos días le quedaron más preguntas que respuestas, pero que más daba, nadie podía generar tantas preguntas hablando tan poco, pero la verdad, el balance, es que guardaba un dulce recuerdo resumido en una sonrisa cada vez que pensaba en aquellos días.

La rutina, los resortes automáticos de los días se volvieron a instalar para suplir con ellos la carencia, otra vez fueron importantes los tafetanes, las blondas y los proveedores, los recados y las lecturas, volvió a abandonarse en sus costumbres, sin cuidar lo que comía ni las cantidades, ni visitar la peluquería ni las tiendas de ropa, tumbada en su habitación leyendo aquellas novelitas, buscando otros mundos dentro de este.

No llegaba carta, ni en su buzón ni en el de la madre de Joaquín, así que decidió mandarle una carta, aún sabiendo que la leerían al menos la mitad de los compañeros, su carta era un compendio de obviedades y hechos conocidos, cuya única función era animarle a que le escribiera. Como respuesta recibió un sobre cuyo único contenido escrito en letras de molde, que tras varios intentos de traducción y suposiciones, comprendió que decía, ya no está el escribiente. Seguro que habrían tenido que estar varios, varias horas, para poner aquello que seguramente habría utilizado más de uno como respuesta a sus novias, amigas o madres.

Pero aquel intervalo se le hizo milagrosamente corto y sin tener tiempo para asimilarlo, allí estaba él, igual de moreno y delgado, frente a la tienda de doña María, fumando un cigarro, medio apoyado en la pared, qué guapo estaba, cómo lograba acelerar el corazón de Maribel, erizarle el pelo y tener esa sensación de calor que no se agotaba hasta que dejaba de verle. Ella le miraba mientras atendía a las clientas, mientras doña María, que aún no le había visto, le decía, Maribel qué te pasa hija, no das una a derechas, no estás en lo que estás y ella torpemente le daba botones a quien había pedido cinta elástica y cinta elástica a la que había pedido un dedal. Acabáramos, el militar ya ha terminado la guerra y Maribel reía la ocurrencia de doña María, anda vete desastre, vete, que acabarás con la tienda o con mi paciencia, o con las dos cosas, vete, que no doña María que hay mucho trabajo, me das tu más trabajo que ayuda, vete, anda, sal de mi vista.

Tiró el cigarro, ella se le acercó y le besó suavemente en los labios, lo que le provocó un calambre, reían como dos tontos, con una sonrisa nerviosa e interminable, mientras se alejaban de la tienda amarrándose la mano, mirándose y riendo. Fueron camino del parque sin decir palabra y una vez allí dejaron de reír y pasaron a la acción, nada había que explicar, estaban reanudando algo que había sucedido allí, en aquel mismo banco hacía algunos meses, apenas un ratito parecía, sólo se notaba el paso del tiempo en la pasión que ponían, en las ganas, en la intención. Sabían que tenían la barrera de las miradas y se aproximaban a ella rozando los límites y en ese momento Maribel pronunciaba un Joaquín de advertencia que les hacía volver al principio y desde ahí emprender la senda hacia otro Joaquín de advertencia, entre Joaquín y Joaquín, se materializaba el deseo, se realizaban los sueños, se paliaban necesidades.

La noche iba llenando el parque y la distancia entre Joaquín y Joaquín se iba alargando, pero en un momento, Maribel dijo, tenemos que irnos y allí sellaron con un largo beso y unas manos que se pierden un momento de meses, una separación no deseada, un intervalo en su historia, ya no habría más despedidas, al menos tan largas, al menos tan lejanas.

© 2009 jjb

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