miércoles, 28 de octubre de 2009

Verónica /25

El tiempo pasaba y ya estaba atando los cabos, tenía una estrategia casi perfecta y un conjunto de planes eventuales alternativos. Prácticamente se había dedicado a planificar aquello como si fuera un plan quinquenal soviético, nada podía quedar al azar, todo tenía que estar previsto, hasta el vestuario, hasta la cita, los lugares, los momentos, todo.

Pero algo fallaba, según sus cálculos ya le tenía que haber llamado, en esta ocasión estaba tardando más de lo previsto, no era la misma pauta que en otras ocasiones, algo estaba pasando y eso no estaba en su voluminoso y no escrito plan de acción.

Empezó a tener insomnio, él, que jamás había tenido el más mínimo problema en dormir como un niño, empezó a tener miedo, empezó a tener necesidad de una mujer que justificaba con el grandísimo intervalo de tiempo que había transcurrido desde que tuvo relaciones con Lola y que sin él saberlo era también fruto de sus años y de una atávica necesidad de las especies animales.

Y se sintió el último ser del universo, y se sintió en la necesidad de llamar a Lola, pero esta vez era por necesidad y no por costumbre y aquello descuadraba, era consciente que no llegaría a los altares pero jamás se había considerado un miserable y no quería serlo y menos con Lola.

Por otro lado se veía incapaz de empezar una nueva relación de corte sexual e inmediato, tampoco quería retomar viejas historias teniendo que dar explicaciones, excusas y mentiras, y entre el no saber qué quería y sus necesidades seguía sin dormir, entregado a sus desastres y sus lagunas de planificación, pero con la obsesión constante del tengo que llamar a Lola, tengo que llamar a Lola.

Cuando su otro yo venció la batalla, marcó los números que le separaban de Lola y la encontró como siempre, receptiva, cariñosa, con esa voz cálida que tenía Lola siempre que él le llamaba, ¿quedamos?, cuando quieras, mañana, donde siempre, adiós.

Y esa noche durmió imaginándose que sus necesidades terminarían al día siguiente, olvidó sus contradicciones y descansó, durmió a pierna suelta y amaneció en un nuevo día sin ojeras ni aquel dolor de cabeza matinal que se había instalado permanentemente desde hacía tiempo.

Llegó a su trabajo, ordenó sus papeles y recibió una llamada de Verónica, imprevista, impensable, ¿quedamos hoy?, no lo pensó ni un momento, dijo sí, y quedaron para ese mismo día.

Nada más colgar aumentó la sensación que ya tenía de ser un miserable, llamó a Lola y le pidió mil disculpas, le dijo que había surgido una visita en el trabajo, que le llamaría, que perdonase, no te preocupes, no pasa nada, llámame cuando puedas.

Aquella comprensión de Lola hacía que su sensación de culpabilidad aumentara, pero ya estaba hecho, sólo necesitaba volver a rememorar su plan, volver a recordar las estrategias y las tácticas, sentirse seguro, seguir el rumbo marcado y olvidar las cuerdas que hasta entonces le habían movido.

Habían quedado en el mismo banco de siempre de la plaza de Oriente, aquel lugar era mágico, le gustaba ver la imponente visión del Palacio, los jardines, el teatro Real enfrente, todo. Se encontraba a gusto allí en donde tanto tiempo había pasado añorándola.

Llegó como siempre con tiempo, disfrutó de las escenas cotidianas que conocía, descubrió algún detalle nuevo del palacio que se le había pasado en anteriores ocasiones, vio el andar y desandar de la gente, siguió mirando el palacio, siguió viendo la gente, pasaron las horas lentamente y Verónica no se presentó…

© 2009 jjb

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1 comentario:

Anónimo dijo...

Le está bien empleado que Veronica no se haya presentado a la cita.
Va perder algo maravilloso que si tiene por algo que no tendrá nunca..