jueves, 22 de octubre de 2009

Verónica /21

Tardaba mucho en llamarle, demasiado. Él seguía en aquel difícil equilibrio entre el trabajo y la desesperación, esta vez sin pasar tanto por Lola, no sabía por qué pero después de su última conversación no se atrevía a llamarle.

A veces sentía la necesidad de llamar a su empresa, a aquel número que había aprendido de memoria, pero no se atrevía, era incapaz de marcar aquellos nueve números que le separaban de ella, no podía y a veces sólo le faltaba la última cifra por marcar, pero siempre se quedaba en el propósito.

Un día, mientras intentaba cuadrar un balance, le pasaron una llamada, era ella y otra vez hizo como si se hubieran visto el día anterior, hola, que tal, bien, ¿mañana?, bueno, donde, en Lancaster en la Castellana, de acuerdo, allí nos vemos.

Lancaster era un pub estilo inglés, su clientela era selecta y él lo atribuyó a la zona, en plena Castellana, junto a la plaza de Cuzco, se sentó en una mesa de un salón interior lejos de la barra y de las miradas de los que allí estaban y pidió una cerveza, sabía que le iba a tocar esperar.

Entró con la misma entereza de siempre, le besó esta vez en los labios y no perdió tiempo en sentarse frente a él, se sentó a su lado y le dijo hola cielo y eso, no era necesario más, le desarmó, le entregó, le venció sin plantar batalla. Apenas intercambiaron unas palabras, todo lo demás se resumió en besos apasionados, miradas, manos que se movían, miradas de reprobación, risas y desatino, después de mucho rato de acción, ella le dijo, me voy, voy a tener un trabajo fuera, tardaré en llamarte, adiós.

Le besó y se fue, le quedaron muchas conclusiones, una era que ella siempre se iba de manera imprevisible, dos que jamás pagaba, no es que le importara mucho pagar a él, pero curiosamente ella jamás hacía el más mínimo gesto de intentarlo, tres siempre ocurría lo mismo, nada, ningún resultado y cuatro si esta vez le había dicho que tardaría en llamarle y normalmente tardaba muchísimo en hacerlo, ¿significaba eso que serían años?, ¿lustros?, ¿décadas?

Esta vez se volvió a refugiar en su trabajo, olvidó a Lola, Julia estaba ya fuera de su lista y el poco tiempo que le quedaba libre lo pasaba en casa haciendo lo que él llamaba actividades de embrutecimiento que consistían básicamente en ver la televisión, fundamentalmente los programas del corazón y entrar en los chats de sexo de internet.

En ambos obtenía lo que esperaba, dependencia y abstracción, se olvidaba de los problemas oyendo tonterías, interesado por asuntos que ni le iban ni le venían, haciendo importantes a individuos despreciables o famosos gracias a terceros o a su carencia total de principios, conocimientos y sensatez.

En los chats de sexo entraba normalmente con nombre de mujer, le gustaba ver la reacción de decenas de rudos hombres en el chat general que se convertían en serviles en los chats privados, él no contestaba nunca, sólo le gustaba tener la sensación de ser importante para alguien aunque ellos y él fueron un fraude.

Ambas actividades le proporcionaban lo que buscaba, evadirse de la realidad, aislarse en un submundo inferior y castrante para no ver lo que la realidad le deparaba, para no conocer la cruda verdad escondiéndose tras los parapetos de la impostura, allí, en esa antesala del infierno, al menos no pensaba en ella cada segundo, allí al menos tenía la treguas de algunos minutos, a veces de una hora.

Así se enteró de la gran actividad sexual de aquellos desconocidos, como entre ellos discutían se reconciliaban, pactaban y se traicionaban, creaban nuevas situaciones y situaciones distintas y después entraban en las situaciones de otro. Un gran lío con el único fin de saciar las ansias de meterse en la vida de los demás, en conocer sus más bajos instintos, pasiones superfluas y sentimientos difusos.

Lo único malo es que, a diferencia del resto del mundo, aquello llegó a cansarle, pensó que a él no le interesaba la vida de aquellos desconocidos y mucho menos sus aspectos más miserables, ni siquiera era capaz de organizar la suya, así que mucho menos inmiscuirse en la vida de otros por mucho que estuviera todo el día en la televisión.





© 2009 jjb

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