lunes, 19 de octubre de 2009

Verónica /18

Perdona no pude llamarte antes, he estado muy liada, ¿cuándo nos vemos?, cuando quieras, pero esta vez en un sitio tranquilo, donde podamos hablar, ¿te parece bien en el Café de Oriente?, perfecto, mañana a las siete, hasta mañana.

Otra vez la misma historia, otra vez el mismo planteamiento, pero no, esta vez no, lo tenía muy claro, hablarían, dejarían las cosas claras, aunque no sabía muy bien qué prefería oír, si una declaración de amor eterno para después olvidar o un lo siento pero no podemos seguir así y pensando en ello veía lo absurdo de una situación y otra. Amor era imposible que hubiera, lo había leído en algún sitio, el amor es lo que hay tras años de convivencia y compartir, esto era sólo un enamoramiento, quizás una atracción con tensión sexual, quizás nada, pero tampoco un adiós muy buenas por que le había llamado varias veces, pocas pero varias.

La única certeza es que no tenía ni la más remota idea de lo que ella pensaba o quería. Nada, ni un leve resquicio de luz, pero por eso iban a hablar al día siguiente y sobre todo tenía que ser firme, nada de contacto físico, sólo hablar y hablar, aclarar todo, ni una sola concesión a la diversión o el placer, hablar y aclarar.

Fue a la Plaza de Oriente con tiempo suficiente para poder sentarse un rato en el banco donde la conoció, ese fue su primer síntoma de debilidad pero no sería el último de aquella tarde. Desde el banco, viejo compañero, observó que la rutina de la plaza seguía siendo la misma, los niños, las madres, los viejos, los gorriones…

Y de ahí, recorriendo los pocos metros que le separaban fue al Café de Oriente, escogió la mesa junto a la ventana, desde la que se veía el Palacio y la plaza y como ya tenía previsto, espero más de lo razonablemente correcto.

Apareció por la puerta y todos los ojos se fijaron en ella, venía especialmente elegante, especialmente ejecutiva, especialmente atractiva. Los hombres le admiraban, las mujeres le envidiaban, el caso es que durante unos segundos fue el centro de atracción y eso le hizo a él olvidar lo mucho que había estado esperando.

Le besó en la mejilla una sola vez y se sentó, ¿qué quieres tomar?, lo mismo que tú, una cerveza por favor, ¿cómo estás?, y así fueron desgranando el formulismo introductorio y se fueron reconociendo de nuevo, frente a frente en aquel lugar de aspecto antiguo y señorial, terminaron el corte del hielo inicial y él tuvo su único momento de brillantez y le dijo, ¿Por qué no hablamos de ti y de mí? Ella rió mucho, como si no pudiera parar y él se sintió humillado pero no quería que se le notase, perdona pero no me esperaba algo tan directo, ¿Qué podemos hablar?, estamos aquí sentados, nos hemos visto tres o cuatro veces, nos debe gustar vernos porque si no no lo haríamos y nada más.

Siempre que nos hemos visto es porque tú has querido que nos viéramos, y tú también, si no no estarías aquí, no quería decir eso, me refiero que tú siempre tomas la iniciativa, pues menos mal porque si espero que me llames nunca nos veríamos, sabes donde trabajo, yo te llamo a tu empresa, tú podrías hacer lo mismo.

Es cierto, pero no sé, me da no se qué llamarte, a mí no, por eso te llamo, tú parece que no tienes mucho interés, claro que sí, no es eso.

En un momento le había dado vuelta a su argumento y había pasado de ser la pasiva a la activa y con sólidos argumentos, y lo peor del caso es que su principal argumento se lo había tirado por los suelos.

Háblame de ti, acertó a decir él buscando agua en el desierto, apenas sé nada de ti, mi vida es muy lineal, mi trabajo, mi carrera, mis amigas, mis amigos, todo muy normal.

Háblame de tus amigos, pero bueno, un interrogatorio en toda regla y ni siquiera me has besado desde que llegamos aquí y yo no te he hecho ni una sola pregunta, pónme el foco y ponme una inyección de pentotal, o tortúrame con palitos en las uñas.

© 2009 jjb

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