martes, 27 de octubre de 2009

Verónica /24

Pero ¿cómo hacerlo? ese era el asunto. Daba igual, aún le quedaba tiempo hasta que ella le volviera a llamar, tenía mucho margen para elaborar su estrategia y sobre todo para cargarse de razones que no le permitieran dar marcha atrás, arrepentirse, arrugarse, volver a convertirse en la marioneta que se sentía cuando estaba con ella. Ya nunca más, debía prepararse.

Y comenzó su propio zafarrancho de combate, empezó a tomar medidas, a planificar situaciones, a prever eventualidades. Lo primero que decidió es no llamar a Lola ni a ninguna otra mujer hasta que Verónica le llamara, así, con esa vigilia, tendría más margen para cuando se vieran tener toda la artillería preparada y engrasada. Nada de distracciones, nada de confidencias, nada de sentirse mal y buscar protección, esto era una guerra y debía acumular valor para el combate.

Lo primero que tenía que asegurar es que el desdén que ella le demostraba diera la vuelta y fuera él quien tomara la iniciativa y ella fuera bailando la música que él ponía. Eso era complicado, realmente hasta ese momento no había habido la más mínima posibilidad de hacerlo, o quizás no la había sabido ver, ¿tan ciego había estado?, y sí era la respuesta que siempre encontraba, había sido un pardillo, un panoli, se había dejado arrastrar por aquel vendaval y se había rendido sin condiciones ante la novedad y su fuerza incruenta.

Otra posibilidad era tomar él la iniciativa, llamar a su empresa y decir que cuándo quedaban. Era arriesgado pero era una vuelta de tuerca para tomar los mandos, lo que tenía que haber hecho desde un principio, pero ¿y si le decía que no podían quedar?, era un riesgo alto, quizás una apuesta demasiado fuerte, pero quedaba como una posibilidad.

También podía ir a buscarla a la salida de su trabajo, abordarla según salía y sorprenderla, aprovechar ese momento mágico para cambiar el rumbo de las cosas, pero seguían los mismos miedos, y si le esperaba alguien, y si ese día tenía una reunión, otra posibilidad.

No importaba, había tiempo, no tenía que tomar decisiones prematuras y sí hacer un amplio acopio de todas las posibles alternativas. Estaba ilusionado, por primera vez cogía el toro por los cuernos y se sentía no ya un pelele sino el viejo cazador que siempre había sido, y así iba a seguir.

Fue el principio de un largo proceso de recopilación de ideas que él iba afianzando o descartando, fue el principio de una fructífera época en la que se sentía dueño de su destino de nuevo y se entrenaba en fortaleza de ánimo.

Sólo se permitía la debilidad de leer al poeta y de nuevo, sin poder creérselo, encontró una frase que le retrataba en aquel momento, una instantánea de su vida tomada años y años antes de que él existiera y estaba allí, esperándole.

“Algún día en cualquier parte, en cualquier lugar indefectiblemente te encontrarás a ti mismo, y ésa, sólo ésa, puede ser la más feliz o la más amarga de tus horas.”

Santo cielo, era el retrato de su etapa vital, y esa hora, esas horas, le proporcionaban la inmensa satisfacción de encontrarse a gusto consigo mismo. Nada había conseguido, nada aparentemente había cambiado, pero sí, se estaba encontrando a sí mismo, no se engañaba ni había tomado la actitud autocomplaciente del pasado, había aceptado la realidad y había decidido cambiarla, sin tapujos, sin ilusiones, sin falsas ideas, y así iba a seguir.

Alguna vez tuvo la tentación de llamar a Lola, pero no, era una idea firme no ir con ninguna mujer hasta que solventara su historia con Verónica en una u otra derivada. Tenía la certeza de que si él no la llamaba, Lola no lo haría y sabía que no era por orgullo, ni por cualquier otra razón, era lisa y llanamente que Lola no quería molestar, y no haría nada que pudiera molestarle, aunque la posibilidad de que así fuera era remota.

© 2009 jjb

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