jueves, 8 de octubre de 2009

Verónica /12

Aquellos días con Lola fueron el bálsamo que necesitaba, era imposible olvidar pero si tomar la firme decisión de que nunca mas, que jamás creería en sus palabras ni aceptaría su beso como excusa, excusa de nada, pero debía poner terreno entre ambos porque aquella relación intermitente y sin palabras solo le hacia daño, solo le hacia estar en aquel estado de expectación angustiosa que le hacia desvivir y despistarse, Lola había sido otra vez su mejor medicina y ligeramente, con suavidad, notaba que se acercaba mas a ella, que cada vez estaba mas próxima.

Eso no quitaba que de vez en cuando viera a Julia, manteniendo su relación física, únicamente de gimnasia sexual en aquella casa de pasillos y escaleras interminables, de pasos sonoros a todas horas y voces sueltas de cualquiera de los cientos de vecinos que allí convivían, le gustaba también ponerse aquellos pijamas de quirófano compartidos con ella y que le regañara únicamente cuando fumaba cigarrillo tras cigarrillo mientras charlaban de cosas banales después de hacer el amor.

La vida había vuelto a cauces tranquilos alejada de aquellas aguas turbulentas que solo podían augurar los mayores peligros.

Logro encontrar un trabajo, no era para volverse loco pero si para no sentirse culpable y tener un poco de dinero a fin de mes, tenía también menos tiempo para pensar en cosas poco aconsejables y la ilusión de que en aquella oficina podía llegar a ser algo.

La ilusión de lo nuevo, la novedad de las personas, los olores, las novedades, las ventajas, aun quedaban lejanas las promesas incumplidas y las rutinas castrantes, por eso estaba feliz, por eso y porque con Lola estaba teniendo un respaldo que no esperaba y nunca hubiera imaginado, era otra cosa, un remanso de paz acentuado con su nueva situación laboral, a veces le iba a buscar a la salida del trabajo, y se iban de la mano a pasear, sus largos paseos le hacían estar en alerta por si ella estuviera a la vuelta de la esquina, no porque le besara en presencia de Lola, no, sino porque no estaba seguro aun de que sus piernas le sujetaran después de un nuevo beso.

Un día le pareció verla sentada en una mesa lejana de un bar, otro en la oscuridad de un cine en la Gran Vía, días después en la cola de entrada a un concierto en el Real, en un autobús, en el metro, en la oscuridad de sus sueños, en sus pesadillas y en sus sueños húmedos, en las mañanas y en los atardeceres otoñales de su ciudad de la que era ajeno, pero que le soportaba como a todos sus vecinos, veía lo que quería ver, buscaba lo que quería encontrar y no encontraba mas que el vacío y la censura de su comportamiento por quien era el único que le podía censurar.

Lola cada día era mas cercana, cada día era mas cariñosa, mas apetecible y mas mujer, cada día se ajustaba mas al canon de mujer aceptable, pero el seguía en su fuero interno buscando lo imposible y la locura, lo imposible es incompatible con lo cotidiano, y a el no le gustaba nada lo cotidiano.

Y por eso se desesperaba, yendo de la tontería a la depresión, de la necesidad al desamparo, de la ambigüedad a la lucidez, pero pocas veces, y entre medias, demasiado a menudo, siempre, estaba ella, sobre todas las cosas, sobre lo razonable, incluso sobre lo posible, sobre el bien y el mal, nadie le había dado carta de naturaleza, pero se había adueñado de lugares y momentos, en ultimo extremo de su vida, que pendía de un hilo, solo de un hilo, el que ella manejaba y que parecía ignorar, el hilo que necesitaba la puntada y el nudo, la terminación y la prueba, palabras y mas palabras, solo eso, y esperas, y admisiones, y sucedáneos, y desesperaciones.

© 2009 jjb

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