martes, 6 de octubre de 2009

Verónica /10

Un día, cuando ya estaba a punto de perder el rumbo, sentado en el banco, la vio salir del autobús del que el había bajado el día que la conoció, sonreía, o al menos eso le pareció, estaba preciosa, estaba radiante, como si fuera el día de paga o como si hubiera tenido recientemente una buena noticia, pero el no era objetivo y mucho menos en aquel momento en el que estaba a punto de perder el corazón preso de una alocada carrera, sentía sus latidos como redobles de tambor, pero no quería hacer caso de ello porque le interesaba mucho mas seguir los pasos de aquella con la que había estado obsesionado en los últimos días, en los últimos meses, venia hacia el con paso decidido, se le estaba acercando rápidamente, y el solo acertó a ponerse de pie y esperar, dos escalones por encima del suelo, tenso y expectante, ella no dijo una sola palabra, subió los dos escalones, le empujo suavemente con su cuerpo para hacerse un sitio y le beso, con la misma intensidad que la primera vez, con la misma fuerza o mas, con las mismas ganas, y el se quedo allí impertérrito, sin mover conscientemente ni el menor músculo de su cuerpo, disfrutando de aquel beso y con miedo a que cuando se acabara ella volviera a desaparecer, y esa sensación le hacia unirse mas y mas a ella, como si no quisiera terminar nunca aquel beso, apretándola hacia si, soldando ese beso con deseo, ella se separó, le miro fijamente, y le dijo con una sonrisa, ¿donde te habías metido?, no podía creerlo, pero lo que aun era peor era que no podía encontrar una contestación adecuada, coherente, te estuve esperando y no viniste, es lo único que acertó a decir, ¿como que no?, ¿es que no me ves?, pero me tengo que ir, solo quería verte, tenemos que hablar, conocernos, quiero que me cuentes tantas cosas, ¿puedes venir mañana a la misma hora aquí?, perdóname debo irme, me esperan, y le volvió a besar, con menos intensidad pero con fuerza, se separó, le miró y se fue diciéndole que no le fallara, el se quedó absorto contemplando el dulce baile de sus caderas al alejarse, ese baile que le tenia loco y que era el final de aquellos elementos episódicos que iban a volverle demente de nuevo durante una larga temporada, o al menos eso pensaba.

Cuando ya no podía verla en la lejanía se volvió a sentar en el banco, y sin saber que pensar, aun excitado por la aparición miraba al suelo mientras estaba empezando ya a pensar que no aparecería al día siguiente, que se volvería a repetir la historia, que aquello se le estaba yendo de las manos, que no podía entenderlo, y además ella parecía burlarse, le había dicho que donde se había metido, como si no supiera que no había acudido a la cita que tenían, como si el culpable de todo aquel desaguisado fuera el y no ella, como si tantas horas de desazón y angustia jamás hubieran existido, pero las hubiera dado por buenas si tuviera al menos una mínima esperanza de que al día siguiente, a la hora convenida, en aquel lugar ella acudiera, pudieran hablar como dos seres humanos, pudiera agarrarle una mano y amarse sin decir una sola palabra, pero sin que fuera como las veces anteriores, manteniendo ese silencio cómplice que solo tenemos con aquellos a los que queremos, pero ni siquiera sabia si al día siguiente las cosas serían de distinta manera.

Se fue caminando despacio, sumido nuevamente en tantas y tantas cosas en las que pensar, perdido en sus dudas, olvidando todo y solo escogiendo lo que menos le podía ayudar y por lo que se moría de ganas.

Poco pudo dormir, poco pudo pensar porque vivía atado al presentimiento de que ella no aparecería como siempre lo había hecho, como un alma en pena, como un judío errante, vago entre la realidad y sus deseos y el tiempo volvió a hacérsele largo, eterno, no iba a venir, no vendría, estaba seguro de ello, no iba a venir, pero el la esperaría como siempre, eso no estaba en cuestión, pero que venga, por favor que venga, y se desesperaba en la certeza de que no iba a ocurrir.

© 2009 jjb

votar

Add to Technorati Favorites

No hay comentarios: