Se estaba liberando, pero al hacerlo, se daba cuenta de las cosas que pasaban a su alrededor, era consciente que la vida no se circunscribía a sentarse y que le contaran cosas, y al ver la vida con otro ángulo, se dio cuenta que su padre seguía hipnotizado con la televisión como ella lo había estado antes, que seguían los dos en el sofá, ella pensando en sus cosas y el digiriendo la comida que le proporcionaba la caja de luces a la que algunos llamaban la caja tonta, eso le preocupaba a Gracia, porque suponía, con razón, que si ella había podido llegar a la conclusión de que aquello no era bueno, papá, que era mucho mas listo y con muchísima mas experiencia, debería haber llegado a la misma conclusión mucho antes que ella, pero papá seguía allí, sin articular palabra, riendo a veces, serio otras, pero con aquella mueca que se le había quedado desde que volvió del hospital, no lograba entender por que el seguía mirando aquello y no lograba liberarse, pero mientras lo pensaba, decidió quedarse junto a el para estudiarle, para intentar buscar una forma de ayuda para quitarle de aquello y de paso volver a tenerle como antes, aunque por otro lado seguía un poco molesta con todo, pero estaba en un momento tan bueno, único, jamás en la vida había tenido sus propias conclusiones y estaba muy orgullosa de ello, se sentía adulta, y se sentía feliz, y además, también por primera vez, no le había contado a nadie lo que le estaba pasando, y eso era también un gran avances, sin ella saberlo, quizás intuyéndolo,
Gracia empezaba a tener lo que muchísimos mortales jamás han tenido ni tendrán, eso que los poetas de otro siglo, los tratadistas pasados de moda y otros monstruos intelectuales llamaron vida interior y que un poeta humilde, brillante y luminoso resumió en los versos que casualmente la madre de Gracia había subrayado hacia tantos años, que ya había olvidado:
Converso con el hombre
que siempre va conmigo
-quien habla solo espera hablar a Dios un día-;
mi soliloquio es plática con ese buen amigo
que me enseñó el secreto de la filantropía.
que siempre va conmigo
-quien habla solo espera hablar a Dios un día-;
mi soliloquio es plática con ese buen amigo
que me enseñó el secreto de la filantropía.
© 2009 jjb
Mi infancia/Parrafo del poema de Antonio Machado
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