martes, 24 de marzo de 2009

Nueremberg /8

Tomaron cerveza alemana, estaban en Baviera, y el carácter de los bávaros es el menos alemán de los habitantes de aquel país, probaron diferentes clases, comieron salchichas, empezaron a cantar, bajito, canciones de los Beatles, mal cantadas, él, que hablaba bien inglés por ser su idioma materno no se sabía la letra, y el que se sabía la letra asesinaba el idioma, pero les gustaba tararearlas y saber que tenían algo en común. De los Beatles pasaron a recordar su niñez, y sin saber muy bien por qué el holandés dijo que cuando era niño su madre le decía que se cambiara de ropa interior por si le pasaba algo en la calle, y a todos, en dispares países, en distintos idiomas, sus madres les habían dicho lo mismo, enfatizando en que les pasara algo en vez de en la higiene, era increíble que tuvieran cosas tan comunes a pesar de las distancias, y era increíble que lo estuvieron recordando en aquella noche mágica al calor de la cerveza alemana.

Después se contaron los chistes, y comprobaron que los chistes malos eran los mismos en todos los idiomas, que los tontos de los chistes eran diferentes en cada país, los judíos, los polacos, los de lepe, los gomeros, pero eran los mismos chistes y la misma crueldad con aquel grupo que variaba de país en país, y era magnífico poder compartirlo a luz de los bancos de aquella cervecería alemana en la que posiblemente se celebró alguna victoria nazi, o no, porque Nueremberg había sido especialmente castigada por la aviación aliada que había arrasado la ciudad completamente, y el plan Marshall había reconstruido, piedra a piedra, hasta el último centímetro de la misma, sólo faltaban los muertos, pero días después verían que sentados en una terraza al aire libre, aquellos jóvenes alemanes, que hablaban sin prejuicios, muchos años después de la guerra, insultaban y hacían gestos a los aviones americanos que sobrevolaban la ciudad y que despegaban de alguna base yanqui cercana.

Aquella noche fue hermosa, de exaltación de la amistad intereuropea, de protección a Ana que cada vez más se apoyaba en él, de conocer a gente que parecía tan lejana y era tan cercana, de disfrutar de la magia de estar en un país extranjero y descubrir segundo a segundo nuevas cosas, nuevas sensaciones, pero cerraban demasiado temprano todo en aquel país, y se vieron en la calle, en donde entonaron alguna canción más de los Beatles, Across the universe, Lucy in the sky with diamonds, en una ejecución aventurada y cercana al tercer grado de la intoxicación etílica.

Y no se separaba de ella, y ella le buscaba con sus ojos cuando alguno de los compañeros del grupo le intentaba decir algo, él era feliz en su papel de censor y protector excelso de la única dama del grupo, ella tenía instalada la sonrisa eterna que sólo un clima privilegiado puede dar, todos sabían donde estaban las islas en las que vivía Ana, pero la mayoría estaba enterándose que aquellas islas eran españolas, y casi al final, cuando estaban nombrando la comisión que en días posteriores buscaría una discoteca de horario razonable, y otros buscaban el sistema para encontrar un taxi, alguien, quizás el italiano, posiblemente el holandés, le preguntó ¿y qué tal Franco?, y esa pregunta no la tenía prevista, pero logró acuñar una de esas respuestas rápidas e ingeniosas que le estaban haciendo famoso, eso, pregúntaselo a Ana.

Y se lo preguntó a Ana, que le volvió a buscar con la vista, y él le hizo un gesto de evasiva, como si le dijera, ni caso, no le hagas ni caso, y ella le miró con una sonrisa aún más cálida, quemando las posibles repeticiones, pero Ana creyó entender que decía algo parecido a Franco, cada vez entendía menos el inglés de aquellos, y lo achacaba a que no eran ingleses, aunque tampoco entendía ni una sola palabra del irlandés, y menos del inglés, pero a pesar de que no era sencillo estar con un grupo al que no entendía, lo estaba pasando muy bien, era cómplice de la magia que se había creado, y se alegraba de que hubiera alguien cercano que le apoyara, alguien con quien contar cuando se acabaran los argumentos, la suerte estaba de su lado, pero, ¿por qué le seguía sin contar que tenia novio?, daba igual, nada le podía estropear aquella experiencia que contaría tantas y tantas veces después a amigos, familiares, hijos y quizás nietos, aquel grupo dispar cantando bajito canciones de los Beatles en una plaza de Nueremberg, aquellos locos atropellándose en las palabras, soltando risotadas, no sabía porque le había preguntado él a quiénes se dedicaban los chistes de tontos en Canarias, pero después le pareció oír gomeros a los extranjeros, también entendió Lepe, y suponía que los nombres que decían eran los nombres de los agraviados por los chistes en los otros países.

Ana, en el taxi, un Mercedes, por una autopista alemana impoluta, junto a su amigo y apoyo, tuvo conciencia de que era feliz. El taxista les miraba, y no lograba entender de donde habían salido aquellos locos, pero estaba seguro que estaban borrachos, el taxista también era feliz por la carrera y la seguridad de que le iban a pagar.

No hay comentarios: