Atrás había quedado la Universidad, y esa idea de que siempre se te ha olvidado un examen que aun hoy a veces tengo. Estaba buscándose la vida en lo que sabia hacer, metiendo la cabeza, haciendo traducciones técnicas y programas para ordenadores, en aquella época eso era un poco raro, teniendo en cuenta que los ordenadores no eran exactamente como conocemos los ordenadores ahora, les llamaban “cerebros electrónicos”, aunque ya la gente empezaba a llamarlos por un nombre que hizo fortuna, IBM, y decían: en la oficina tenemos una IBM marca Univac bastante grande.
Ese es uno de los secretos que ni los mejores expertos en marketing pueden planificar, como se convierte un nombre de marca en un nombre de un producto o un verbo. Por ejemplo todos los coches tienen un delco, que es el nombre de una conocida marca de distribuidores, o se tomaba entonces una casera, que era una gaseosa de la marca que fuera, los anglosajones en vez de pasar el aspirador hacían “to hoover” por la marca de aspiradores, o aún usan hoy unos Kleenex para limpiarse la nariz, son milagros del lenguaje. Posiblemente sea obra de austriacos, que es sabido que son los mejores expertos del mundo en marketing, han logrado convencer al mundo entero que Hitler era alemán y que Beethowen era austriaco, y nadie sabe como han logrado conseguirlo.
El caso es que haciendo traducciones y programas ganaba un dinero, y dentro de un orden era feliz sin tener jefes ni horarios estrictos, llevando una vida de bohemio con pasta, es decir lo mismo que cuando estaba estudiando pero con dinero. Y de repente, le dieron un cargo con un titulo larguísimo y un sueldo miniaturico, pero que servia para viajar, y sobre todo, para conocer, aquella incipiente red de distribución que empezaba a surgir, el nuevo negocio de lo que llamaban de manera grandilocuente, y en aquel momento tan alejada de la realidad, como “ordenadores personales”.
Después de la sorpresa del nombramiento, casi de inmediato, le meten en una avión y allí se ve, camino de Frankfurt, con una situación equidistante entre el pánico y la ilusión, con los ojos abiertos como platos y una maleta hecha de prisa y corriendo y con la certeza de que algo se le iba a olvidar, y siempre se le olvidaba algo. Se había informado sobre el aeropuerto de Frankfurt, mas concretamente le habían asustado con ese aeropuerto, le decían que era inmenso y que en el se perdían personas, maletas, perros y objetos. Nada se podía añadir al miedo que ya llevaba, bueno si, un miedo recién descubierto al avión, que por primera vez apareció y que después fue su compañero de viaje durante tantas y tantas ocasiones.
Un avión de Lufthansa, posiblemente un DC 9, quizás un modelo similar, lo cierto es que no estaba para modelos, con su tripulación perfectamente alemana hablando alemán con total soltura, y el implorando para que su inglés estuviera a la altura del inglés de aquellos alemanes.
© 2009 jjb
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