miércoles, 18 de marzo de 2009

Nueremberg /5

Y la cena se fue desarrollando entre palabras, entre preguntas ingenuas que encerraban preguntas profundas, midiéndose, como el mide el niño hasta donde llegará su madre cuando no hace lo que le dice, en ese juego universal y milenario que tiene como resultado la irresistible atracción o el mayor de los desprecios sin saber muy bien porque ocurre una cosa y otra, allí seguían, mirándose, investigándose, escudriñando palabra a palabra lo que cada palabra podría querer decir, buscando en las respuestas y en las preguntas, en los gestos, en unas manos, en una mirada, en la forma de decir y en la forma de callar, en los silencios, en ese proceso medido y espontáneo.

El estaba atraído por ella, pero eso no era nada nuevo, estaba metido en una larga carrera por seducir al mayor numero de mujeres posible sin saber demasiado bien por que y sobre todo para que, y siempre que encontraba una mujer hacia un breve análisis que las dividía en interesantes o no interesantes, y aunque ellas dieran muestras de interés, si estaban en el grupo de no interesantes, no había nada que hacer, pero aunque ellas le fueran esquivas, absolutamente frías, definitivamente no interesadas, mas le interesaban, mas codicia demostraba por aquella pieza con dificultad de cobrar. Ni siquiera se había planteado la posibilidad de que aquello era un razonamiento machista, porque aun no existía la conciencia de aquello, y ser machista no era un valor negativo, todavía estaban en aquella época en la que las mujeres eran tuteladas por la ley como si fueran discapacitadas, ni siquiera discapacitadas porque aun no existía ese termino políticamente correcto, las mujeres era tratadas como incapacitadas, y necesitaban el permiso de sus padres o de sus esposos para abrir una cuenta corriente, un negocio, viajar, o tomar decisiones económicas, Quedaban aun años, decenios, para la plena integración, y sinceramente, en aquel momento a nadie le interesaba ese asunto.

Ella estaba interesada por el, por alguna razón que seguía sin entender era incapaz de decirle lo que tenia ensayado desde hacia tiempo, que tenia novio, que tenían pensado casarse en los próximos años sin una fecha definida, pero la decisión estaba tomada, era solo eso, cuestión de tiempo, pero se sentía tan a gusto allí, en aquel sitio diferente a todo, lejos de la rutina de su casa, lejos de su novio, al que quería, aunque le tenia dentro de los capítulos rutinarios. Su relación se había ido transformando en una obligación, en la que era necesario ahorrar, era necesario trabajar mas para conseguir ahorrar mas, era necesario cuando se veían no gastar demasiado, era un pre matrimonio con todos los inconvenientes que un matrimonio puede tener y pocas ventajas, solo la ilusión de hacer algo en común, de luchar por una casa, unos hijos, unas comodidades que sus padres no habían tenido, pero era tan monótono el sentido común, que estaba feliz en aquel pequeño restaurante alemán, en compañía de un hombre sin que ello fuera una falta, o un delito, solo fruto del trabajo, era un colega, no había nada que ocultar, y sobre todo, y así lo había descubierto felizmente, no había nadie de quien ocultarse porque estaban a miles de kilómetros de envidias, dimes, diretes, equívocos, cotillas y conversaciones, estaban en la mitad de ninguna parte y le gustaba, quizás esa fuera la razón por la que no le dijo nada y dejo correr la conversación que el iba desgranando, que ella iba disfrutando, dejando llevar por el ambiente, por aquel recio vino blanco alemán del Rhin, de aquella maravilla desconocida que era una noche diferente a todas las noches de los últimos tres años.

La matrona alemana vino con la un papel y un plato y una sonora repetición de la palabra Quittung, iban a cerrar, se estaba apagando la imaginaria música de violines que habían conformado la banda sonora de aquella cena onírica, y empezó la guerra de los sexos, no, no, pago yo, que no, de eso nada, era un problema de estatus, un hombre jamás debía dejar pagar a una mujer, pero ella era una mujer practica y decidida, por eso la matrona que lo había intuido le había dado la factura a ella, y ella fue muy clara, los dos estamos en un curso, somos colegas, nuestras empresas nos pagan los gastos, y pagamos a medias, y esto no es discutible, y su voz no dejaba dudas de que efectivamente aquello no era discutible, pero por primera vez en su vida él aplico el sentido común en su relación con una mujer, era cierto, ambos estaban allí y ambos cobraban los gastos de sus empresas, y asintió, y fue a echar mano a su cartera y entonces se dio cuenta, dios mío, había olvidado cambiar sus pesetas, no tenia marcos alemanes y no tenia ni idea de cómo salir de aquel embrollo.

© 2009 jjb

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