martes, 24 de marzo de 2009

Nueremberg /7

Un microbús, asépticamente alemán, a la hora prevista, por aquellas carreteras que no tenían ni un solo papel, ni una sola bolsa de plástico depositada, por aquellas autopistas alemanas de fama entonces, y después, él, sentado al lado de Ana, feliz y relajado tras la confidencia, porque sabía que había un nexo de dependencia que le hacía sentirse más seguro, según iba avanzando aquel vehículo por la periferia de Nueremberg, más se afianzaba en él la opinión de que Triumph era el dueño de la ciudad, muchos edificios con el nombre de aquella empresa, polígonos enteros, un emporio que parecía dar trabajo a miles y miles de trabajadores de aquella industria que hacía máquinas de oficina, era una empresa importante, y él se sentía orgulloso de ser parte de aquello.

Llegaron a un edificio en una zona industrial rodeada de otros sitios que parecían más antiguos, aquel era un lugar de nueva construcción, con líneas anodinas, muy impersonal, pero cómodo para usar y olvidar. Entraron a una amplia sala que tenía distribuidos ordenadores en las mesas, uno para cada dos personas, y empezaron las salutaciones.

Ian estaba allí, todos los demás también eran hombres y venían de Italia, de Francia, de Inglaterra, de Holanda, de Bélgica, y nunca más de dos personas, todos se saludaron, y todos miraban mitad sorprendidos, mitad admirados por Ana. Tras la media hora de relación social necesaria, el delegado de Triumph Adler para aquel evento, un alto cargo que acaba con la palabra fuhrer, les hizo un discurso en el que apelaba a su inteligencia, a su rectitud, a sus habilidades, para recoger todo lo que se les daba en aquel curso con aprovechamiento.

Después llegaron los que compartirían con ellos los días siguientes, Ana estaba a su lado, compartiendo aquel ordenador, Ana le miraba y sonreía, con esa sonrisa de necesidad y dependencia, Ana cada vez se sentía mas cerca de él porque nada a su alrededor era inteligible, y él era su nexo con la realidad.

A una hora que jamás recordaría hicieron un corte para comer, y fueron a un edificio cercano, una antigua factoría aún vigente, pero a la que le quedaban muy pocos días, allí había un comedor de empleados, de obreros, que les miraban extrañados, comieron allí lo que la asepsia alemana entendía lo que era una comida, unas salchichas y sauerkrat, ese chucrut que hemos traducido aquí, mesas de madera, bancos de madera, Ana le hablaba, y alguien se acercó, ¿sois españoles?, sí, yo soy de Belmonte, en Cuenca, llevo aquí cinco años, soy obrero de la fábrica, paisano, somos de Canarias y de Madrid, qué alegría verte, la alegría es mía, no hablo con nadie, no hablo alemán, y es muy difícil ver españoles por aquí, ¿sois nuevos en la fábrica?, no, estamos en un curso, aquí al lado, ¿un curso?, que raro, pero de verdad qué alegría, tengo que irme, ¿cómo esta España?, dios mío, ¿cómo esta España?, quién podrá saberlo nunca, pero ambos mintieron y dijeron que bien, adiós, adiós, y Ana le miró, y el miró a Ana, y empezaron a entender que aquello que habían visto marginalmente era cierto, que muchos españoles habían emigrado a Alemania, a Francia, a otros países de Europa en busca de mejores oportunidades, en busca de una vida mejor.

Tras la comida volvieron al curso, él traducía las líneas generales, ella callaba, el curso seguía, y a las cuatro de la tarde terminó el primer día, salieron y el microbús les esperaba en la puerta para devolverles a su hotel, ahora con más pasajeros.

Deshicieron el camino, volvieron al hotel, su hogar, y después, como habían quedado, todos se fueron en transporte público al centro de Nueremberg, a conocer la ciudad, quizás a conocerse.

Y allí, en el centro desembarcaron, para comerse la ciudad, para conocer sus interioridades, para conocerse entre ellos, para disfrutar cada segundo, personas de distintos países, de distintos orígenes, de distintas religiones, de distintas ideas, juntos y condenados a entenderse, sin prejuicios, sin necesidad de ellos, con ganas de conocer, con ganas de saber, solos en la noche de una ciudad alemana.


© 2009 jjb

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