viernes, 27 de febrero de 2009

Gracia /8

Las drogas nunca son buenas, eso dicen al menos los que sentencian sobre la vida, lo cierto es que cualquier vicio es absurdo, pero son vicios, formas de comportamiento, costumbres forzadas, renuncias y ruinas, pero ser adicto a la televisión es una droga socialmente aceptada, útil cuando no tienes nada que hablar, efectiva en momentos de incertidumbre, la televisión te pone la banda sonora de tu vida, las imágenes de ensueño, hace familiares a guapos desconocidos, te hacer odiar a malos reconocibles, incrementa las necesidades de información inútil, y sobre todo, te permite que sigas sin pensar, sin plantearte preguntas que te deberías hacer si la televisión no existiera, te deja seguir viviendo en la inopia, en el limbo de los mansos, acudir idealmente a ese lugar al que va María los fines de semana, te permite permanecer ajeno a todo lo que pasa o puede pasar, trivializar las cosas o al menos, no darles la mas mínima importancia.

Y Gracia y su padre seguían allí, enfrente de las imágenes, repitiendo escenas repetidas diariamente, con algunas sonrisas culpables y a veces una mirada furtiva, pero Gracia si miraba a su padre, y se daba cuenta, poco a poco, muy poco a poco, que su padre apenas movía la mano con la que antes señalaba los territorios que ambos conquistaban, que su padre tenia dificultad para levantarse del sofá, para hablar las pocas palabras que articulaba, que a veces, si el día había sido especialmente duro, su palabras sonaban distintas, su boca se movía de manera especial, diferente, su padre no era el mismo, pero en el universo de Gracia la explicación de aquello acababa en que su padre ya no la quería, que ya no era su niña, pero estaba mal papá, cuanto le costaba coger una silla para moverla, cuanto le costaba empujar un mueble, ya no se subía a la silla para cambiar una bombilla, ya no le decía a mamá lo que tenia que hacer, ya no era igual que antes, todo había cambiado, y a Gracia le seguían sin gustar los cambios, pero Papá estaba raro, parecía, no se, parecía que no estuviera como las personas normales, como mamá, como sus hermanas, como el resto de la gente, como papá antes de que estuviera fuera, estaba raro. A Gracia le había costado mucho tiempo darse cuenta que no era igual que los otros, que ella no hacia las mismas cosas, que era diferente. Sus hermanas iban a trabajar, tenían novios, salían y entraban cuando querían, se cambiaban la ropa, compraban sus ropas, a ella se las compraba mamá, y le gustaba la ropa que le compraba, era cómoda y no picaba, ella no hacia las mismas cosas que hacían sus los demás y ella estaba en casa mas tiempo que los demás, bueno, menos mamá, que siempre estaba en casa con ella, ella y mamá eran diferentes, pero mamá mandaba mucho, a todos, pero sobre todo a ella, mamá era la jefa, y había que hacerle caso, hasta papá le hacia caso cuando a veces le decía cosas, Gracia se sentía diferente, y no sabia por que.

Un día encontró un papel en la calle, se agacho para recogerlo, ya en casa le pidió a su hermana que se lo leyera, era un papel oficial, y empezaba así: Vehermar S.a. C/ Fisco Nacional (D.G.i.) S/ Medida Cautelar (Autónoma) Cámara Nacional de Apelaciones en lo Contencioso Administrativo Federal (Sumarios)… no entendía nada, ¿Qué querría decir?, pero le gusto aquel nombre, vehermar, le sonaba a tierras lejanas, a historias remotas, a razones por las que jugar con papá, vehermar, que nombre, que palabra que se traducía en imágenes, vehermar, repetía un día y otro, vehermar, Gracia era un poco mas feliz cuando decía aquella palabra como si fuera una indulgencia, una liberación, un placebo, vehermar, que nombre. Era su nombre secreto, el que no le contaba a nadie, ni siquiera a su madre.

© 2009 jjb

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