miércoles, 4 de febrero de 2009

Los renglones torcidos / 2

Al principio creí que era una mentira más, decía que yo era su primer cliente, pero eso ya lo había oído otras veces de mujeres con una previsible larguísima lista de clientes. Después no fui el único, pero seguí siendo su primer cliente, sin que se diera cuenta que el hecho de saber que otros pagaban por la felicidad que yo obtenía de ella, me hacía tanto daño. A ella parecía divertirle aquello, y sonreía ampliamente mientras pasaba su brazo por mi espalda, probablemente aquello era parte del cursillo acelerado de marketing y ventas que había recibido de manera espontánea el primer día de las más antiguas del local, y que tan bien aplicaba.

Mis visitas a aquel tugurio no aumentaron, solo amplié mi horario y reduje el numero de mujeres semanales, de varias pasó a una sola y siempre era la misma; llegó el día que ya ni se acercaban las demás y avisaban a Ágata de mi presencia. Hablábamos antes y después de hacer el amor, y me contaba cosas de su tierra, y banales historias que pasaban entre aquellas cuatro paredes forradas de botellas, rellenas de humo.
Mi vida cambió, todo lo que antes era una actividad, ahora era un impedimento para estar con ella, pasaba el día pensando en Ágata, imaginando lo que estaba haciendo en ese momento, que casi siempre eran actividades incompatibles con su vida nocturna y difusa. Lo mismo la imaginaba haciendo macramé que acudiendo a misa con su anciana madre y un gorrito, el misal en la mano, la mirada perdida, el día es muy largo y los enamorados suelen rellenar espacios pensando tonterías, pero sus tonterías le hacían hacer aún más largo el intervalo de tiempo que estaba sin ella. En casa parecía un fantasma, ya le había tenido que explicar a mi mujer que tenía problemas en el trabajo para justificar mi absentismo sexual, mi apatía personal y mis continuos balbuceos ante la pregunta más insulsa y más previsible.

Y pasaban las semanas, los meses, las estaciones, y mi vida seguía anclada en el mismo rail, en la misma ilusión, en la misma onda, ya no valían las excusas y el débito conyugal era un asunto del pasado. A ti se te puso ese mal carácter que tan bien conservas y quisiste inaugurar una nueva etapa de nuestra relación en la cual sólo te diriges a mí a gritos, pero nada me importaba, nada excepto ella y mis tardes con ella, Después, cuando se casó la mayor, me tuve que ir a dormir a su habitación, y fue para mi un respiro porque quedaba mucho menos patente nuestra distancia estando como estábamos alejados, pero nada me importaba, solo ella.

Un día Ágata estaba muy alterada, había tenido un problema muy grave la noche anterior, había habido una redada y ella no tenía papeles, le habían dado quince días para que presentara papeles o tendría que abandonar España, llevaba años como turista, y no tenía ni contrato, ni nada, sólo la promesa de un cliente que decía que se casaría con ella con solo pedírselo; pero ella no quería, era un tío violento y sucio, un autentico patán, yo lo oía y cada vez me parecía mas que me estaba pidiendo algo sin querer pedírmelo, y cada vez era más lo que me hacia despreciar a aquel tío.


© 2009 jjb

No hay comentarios: