martes, 10 de febrero de 2009

Los renglones torcidos / 6

y lloré, y lloré, y lloré, y lloré, y lloré, y lloré, y lloré, y lloré, y lloré, y lloré, y lloré, y lloré, y lloré, y lloré, y lloré, y lloré, y lloré, y lloré, y lloré, y lloré, y lloré, y lloré, y lloré, y lloré y lloré, y lloré, y lloré, y lloré, y lloré, y lloré, y lloré, y lloré, y lloré, y lloré, y lloré, y lloré, y lloré, y lloré, y lloré, y lloré, y lloré, y lloré, y lloré, y lloré, y lloré, y lloré, y cuando ya no me quedaban lágrimas me fui a casa, lo que aún seguía llamando mi casa, y aquí he escrito esto, que sólo verá la luz cuando yo ya no esté aquí, porque sé que no me atreveré a dártelo, solo quiero decirte que soy consciente de mi grave error, de la enorme metedura de pata, y de la pérdida de mi dignidad y del respeto a mi mismo, pero te juro Verónica que jamás he querido a otra mujer como te he querido a ti, y quiero que sepas que tu eres lo más importante que me ha sucedido en esta vida.

Verónica cerró aquellos folios escritos a mano y doblados en tres partes para que pudieran caber en el sobre americano en el que estaban, ponía en letras grandes “para verónica” y lo encontró en aquellas inspecciones regulares que hacía en la leonera de su marido. Allí donde se había refugiado cuando se acabó su matrimonio de manera real aunque no formalmente. Ella se metía allí con la excusa que se daba a si misma de entrar a limpiar, pero realmente quería indicios, pistas, evidencias, algo que le hiciera odiarle aún más. No era exactamente odio, porque había agotado ya todos sus sentimientos hacia él, era hartazgo, repulsa, la transformación de una adoración total a una desafección absoluta. Casi nunca encontraba nada, y se limitaba a limpiar un poco por allí, un poco por allá, para que su conciencia no se intranquilizase. Su matrimonio destrozado seguía vigente, porque sus convicciones religiosas, pero sobre todo sociales, le impedían lo que ella llamaba un escándalo. También había razones económicas, pero no le gustaba pensar en ellas, y casi siempre lo justificaba todo en no dar un disgusto de muerte a sus hijos, sus hijos, que ya estaban al corriente de todo y esperaban pacientemente a una regularización que nunca llegaba. El sexo había dejado de ser un problema, prácticamente desde que se casaron hacer el amor era un ratito un par de veces por semana que normalmente no le producía una satisfacción plena, pero siempre calló, su educación a la antigua hacía ver a aquel hombre, su marido, como el dueño de su destino, de su hacienda y también de su cuerpo. Lo único de lo que ella era responsable era del buen funcionamiento de la casa, de traer hijos decentes al mundo y de mantener el honor de la familia intacto. Sonaba muy antiguo, pero ella lo observaba con minuciosidad de religiosa de clausura.

Le había sorprendido aquello, es cierto que lo leyó porque ponía que era para ella, aunque estuviera escondido en un sitio poco visto, pero igual lo hubiera leído si el destinatario fuera otro, ella buscaba razones y al encontrar tantas, la carta le había sorprendido. Volvió a dejar la carta en el sitio que la encontró, en casi las mismas condiciones en las que estaba, cerró la habitación de nuevo, y pensó en ello día y noche. quería contestarle, pero tenía dos graves obstáculos: su incapacidad de unir palabras, de escribir coherentemente, y su miedo a que lo que escribiera pudiera ser entendido por su marido como un puente tendido para una posible conciliación. Si algo tenía claro es que no quería que nada cambiara del estatus actual, y no quería bajo ningún concepto que su marido se le acercara lo más mínimo; aunque no lo aceptaba lo que realmente quería era hacerle daño, clavar un afilado estilete en el sitio en el que mas le doliera y después seguir siendo una señora. Y tras darle muchas vueltas al asunto dio con la solución, su amiga Lupe, amiga de la infancia, de las escasísimas personas que sabían hasta el mas mínimo detalle de su vida, y sobre todo, que escribía unas redacciones perfectas, con estilo, con clase, en la clase de lengua y literatura en su colegio de monjas.

© 2009 jjb

1 comentario:

Anónimo dijo...

Un solo cuento....millones de realidades....en cuantos pequeños o grandes fracasos podemos reflejarnos...Esto es muy bueno y engancha...etoy impaciente por el próiximo