lunes, 23 de febrero de 2009

Gracia /4

Y así pasaban las horas, los días, las estaciones, los años, con el único punto de referencia de un cumpleaños, las navidades, el cambio de ropa, y mirándose al espejo con la intima sensación, quizás la desesperada esperanza, de que el tiempo no corre, que eres la misma que eras hace unos años, que todo sigue inmutable.

Y un día, a las 12 y veinticuatro, sonó el teléfono, mire es su marido, que ha empezado a encontrase mal, nada no se preocupe, le hemos llevado al hospital, si, nada no hay que preocuparse, estamos a la espera del médico, si, venga, estamos en urgencias. Las campanas de aquella casa tocaron a rebato y la revolución diaria se convirtió en un caos totalmente fuera de la costumbre, y Gracia no sólo no lo entendía, además no le gustaba nada todo aquello. Llamadas a sus hijos, llamada a la puerta de la vecina, mira, mi marido, por favor quédate con la niña, no tardo nada, Gracia cariño ven a casa de Lali, mamá tiene que irse, no quiere, Gracia por el amor de Dios, no quiero, carreras y desbarate, nervios y temores, la vida se había vuelto desagradable cuando a falta de otras noticias lo desagradable es el cambio de la rutina de años.

Larga espera en el hospital, sus compañeros se fueron cuando vieron que ella se hizo cargo, miradas de preocupación, toses, nervios, una sala de espera de las urgencias de un hospital es el escaparate de la incertidumbre, la suma de mentes que luchan por escuchar buenas noticias aunque presumen que lo que van a oír no les va a gustar, antesala de cambios de vida, de cambios de hábitos, y en general de cambios que casi nunca son buenos y algunas veces son irreversibles. Pero una sala de espera de urgencias de un hospital es un lugar en el que nadie quiere estar, ni los médicos porque tienen que dar explicaciones, ni los que esperan, ni siquiera los desamparados que prefieren la calle y morirse de frío a cobijarse allí y morirse de pena. Ella buscaba algo donde perder la vista, algo en lo que matar el tiempo, pero no había demasiadas cosas y ninguna le hacia olvidar la tremenda preocupación que tenía.

Ha tenido un accidente cerebro vascular, un ictus, como consecuencia de ello tiene una hemiplejia, está estable, sedado y con ventilación asistida, le dijo un jovencito con pijama verde y aspecto de haber acabado la carrera de medicina no hacía muchos meses. Intentó traducir esa jerga indescriptible no sólo por lo que le decían sino por su estado de nervios, no sabia exactamente qué era, pero interpretaba que estaba vivo, que estaba tranquilamente durmiendo y debía tener problemas pulmonares porque le había puesto oxigeno como a su prima Dolores. Ya lo sabía ella, el tabaco no podía ser bueno y tarde o temprano necesitaría oxigeno como Dolores, pero bueno, habría que esperar al repartidor el día que trajeran las bombonas, y él podría tener cierta autonomía, o lo mismo se lo quitaban.

¿Y podrá salir hoy?, señora, ha tenido un accidente cerebro vascular, y tiene una hemiplejia, la parte izquierda de su cuerpo está, y desgraciadamente estará, inmovilizada, eso a la espera de nuevas observaciones, es muy grave, no sabemos cuando saldrá, de aquí pasara a la UCI y de allí, cuando sea posible, pasará a planta, pero no es cuestión de un día o dos, hay que tener paciencia, le tendremos informada. Buenas tardes.

Y allí se quedó, con la sensación de que el mundo se le venia encima, hemiplejia, jamás lo había oído, no tenia referencia, no tenia ganas de aceptarlo tampoco, pero se había jurado que no lloraría, por si le dejaban entrar a verle, y no lloró, o al menos nadie le vio echar lagrimas, porque su llanto era un llanto interno, intenso, solitario, clandestino y muy profundo, dejando que piedra a piedra su vida se desmoronase, aunque quería a su marido y había compartido con él años de vida, sinsabores, pocas alegrías y muchas penas, solo acertaba a pensar qué seria de su niña, olvidando que era la vida de él la que estaba en juego.



© 2009 jjb

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