viernes, 20 de febrero de 2009

Gracia /3

Gracia era tan insistente cuando atacaba un tema, como inconstante en su insistencia, es como cuando te comes un helado deprisa y te entra ese terrible dolor en la nariz que parece que te vas a morir, pero que inmediatamente después pasa y las cosas vuelven a su normalidad. Si Gracia cogía un tema, no perdía ni un segundo en nada más que eso, pero a los dos minutos ya estaba en otra cosa. Es verdad que los niños le miraban, por esa costumbre que tienen los niños y los adultos humanos de mirar descaradamente lo que consideran diferente, en realidad no miran por la diferencia, sino porque en su fuero interno, en muchos casos, confunden diferente con inferior, y en ese enorme grupo muchos meten a las mujeres, a los negros, a los pobres, a los menos inteligentes, a los que mas quilos tienen y a todos aquellos que no concuerdan con una supuesta normalidad que no existe. Todos somos diferentes, pero ser diferente no significa ser inferior o superior, es sólo una riqueza cromática que nos ahuyenta de la normalidad impuesta por los boletines oficiales. Gracia no estaba orgullosa de su diferencia, porque no tenía conciencia de ella, y por más que su madre le advertía que no hablara con extraños, nadie le parecía extraño, todos eran muy normales, excepto su padre que era el ser más extraño y más atractivo del mundo, capaz de llevarle donde nadie le llevaba sin recordarle las mil y una cosas que cada día tenia que hacer y diariamente olvidaba.

Su madre un día leyó en una revista que en Estados Unidos había una corriente de padres con niños de síndrome de Down, que realizaban operaciones de cirugía a sus hijos para que sus rasgos fueran normales, normales decía la revista, y no le parecía descabellado, su niña parecería una niña normal, nadie le miraría. Pero su sentido común, ese que le había permitido sobrevivir en tantas ocasiones dolorosas, volvió a salir y a decirle que hasta la cara de su niña, carita de guapa, era de lo más normal del mundo, que aquellas operaciones eran como las que esos amantes de los animales hacen a sus perros, cortándoles de tajo las uñas, para que no les destrocen los muebles, es ese grupo numeroso de amantes de los animales que practican con mas ahínco el amor a los muebles amparados en el que apenas lo notan. Gracia ni entraba ni salía en esas cosas de las revistas que no leía, y que rara vez ojeaba para ver los colorines.

Su vida tenía pocos cambios, pero empezaba de nuevo diariamente. Cualquier pequeño problema es un gran problema con Gracia, si algo le pica Gracia se rasca, y nadie, ni su madre siquiera, puede convencer a Gracia que cuando tenga la pomada puesta no se debe tocar, además es lo lógico, si te pica te rascas, mamá a veces dice cosas raras. Una buena sopa es un buen motivo para jugar con la cuchara si no tienes prisa para comer, y no se sabe muy bien por qué mamá tiene tanta prisa en que coma. A veces las medicinas
acababan en algún sitio de la casa porque a pesar de ser de colores no sabían muy bien, y así seguía la vida, comenzándola de nuevo cada día, con su madre procurando estar al amparo del santo Job y aplicando la única fórmula aplicable: cariño y paciencia en dosis suficientes y abundantes. Y al caer la tarde su padre de nuevo, y Gracia que parecía que el día sólo había transcurrido para que llegara ese momento, y ella y su padre como dos niños felices de encontrarse para jugar a ser niños y ejercer el oficio con la maestría de dos niños con experiencia.

A veces su madre creía ver la tremenda injusticia de su papel, todo el día empeñada en educar a la niña, en atenderla, en cuidar del espacio domestico, de no parar un segundo, y el papel de su marido que se llevaba la gloria jugando, sonriendo y llevándose las mieles, la parte más amable. Pero era tanto el alivio de responsabilidad que sentía en esas horas, tanta la sensación de libertad que percibía en aquellos momentos, que cualquier otro asunto carecía de importancia, no llegaba a ningún sitio.



© 2009 jjb

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