domingo, 29 de noviembre de 2009

Hablar por hablar / 8

Volviendo a casa después de una boda, en el coche, despacio, Joaquín conducía y envueltos por la noche estaban en silencio. En ese silencio de los que han compartido tanto tiempo que ni siquiera un silencio prolongado les pesa. Pensaban cada uno en sus cosas, posiblemente ambos en lo mismo, o quizás no. De repente, Joaquín le miro a Ana sonriendo. Ana le devolvió su sonrisa y la amplió con un beso en la mejilla, ¿y no vamos a hablar nunca tu y yo de boda?. Ana se rió. Si te digo que estaba pensando en eso no me creerías. No, contestó Joaquín burlón. Tendremos que hablar de ello. Yo ya sabes que no tengo prisa, que tú eres el que organiza todo, jajajajaja - se reía Joaquín - aquí la que manda eres tú, y lo sabes. Lo único es que lo haces de tal manera que parece que soy yo y eso es más complicado. Pero tú y yo sabemos quién manda y no nos importa a ninguno de los dos. Y ambos construyeron la complicidad de nuevo que les llevaba a casas distintas, distantes, separados y juntos, mira yo lo que había pensado… Y Ana sin ninguna sorpresa de Joaquín le explicó una boda milimetrada hasta el último detalle. Él sabía que ella lo había pensado, pero también sabía que no le hubiera dicho nada si él no hubiera sacado el tema, y aquel era el momento.

Joaquín escuchó pacientemente todo el plan. De vez en cuando retiraba unos segundos la mirada de la carretera para que Ana tuviera la certeza de que estaba atento y le escuchaba. Realmente estaba viendo como aquella mujer era su complemento ideal, su alter ego, la parte que cubría su enorme desprecio por las cosas concretas y materiales. Y aunque los detalles no le interesaban lo mas mínimo sabía que si ella se diera cuenta, y tenia un ojo certero para ello, habría problemas. Por eso estaba aparentemente muy metido en lo que Ana decía con precisión de cirujano.

Y una cosa, ¿Cuándo has pensado que será?. Ya te lo dije. No nos darán hora antes de un año y medio. Y eso si mañana empezamos los tramites. Un año y medio. Madre mía, para unas prisas, y ¿si te dejo embarazada agilizaremos los tramites?. Rieron, y Ana le besó en la mejilla otra vez. y siguió su interminable lista de posibilidades y alternativas. Ana no era tonta y sabía perfectamente que tendría que repetirlo todo, en parte o en su conjunto, una, dos y quizás más veces, a Joaquín y a otros. Pero lo asumía. No le importaba. Quería a Joaquín y sabía su forma de ser. No era ella muy partidaria de cambiarle, aunque sabía también que si lo intentara las posibilidades de éxito eran escasas por no decir nulas.

Y así, con Ana contando su plan de bodas y Joaquín conduciendo y aparentando estar muy interesado, fueron camino de casa de Ana, camino del fin de aquella boda principio de otra boda. Adiós mi vida. Adiós cariño, mañana te llamo, no le hagas sufrir a tu madre, levántate, si, sois dos brujas ella y tu, adiós, adiós.


Y Joaquín puso el piloto automático a casa y seguía pensando lo que más le interesaba, compartir su vida con Ana, estar juntos en esos momentos que no estaban ahora, hacer una familia, tener una mujer con la que todo es suyo y todo es tuyo, tener un hijo. A ser posible que se pareciera a ella, vivir otra componente de la vida, hacer una vida. Sólo le obsesionaba eso, su madre, su amiga. No quería dejarla sola, no quería que se sintiera mal, y estaba seguro que era muy tarde para contarle nada. Quizás mañana, quizás pasado, pero hoy no.



© 2009 jjb

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