jueves, 19 de noviembre de 2009

Hablar por hablar

Todas las noches, a las tantas, desafiando las más elementales normas del descanso, tentando a un más que posible sueño terrible durante una mañana de trabajo, escuchaba la radio, un programa loco en el que personas dispares decían desde lo más obvio y sensato hasta verdaderas locuras. Allí se enteraba de las más terribles desgracias, de los más disparatados asuntos, de situaciones que parecían obra de los guionistas de un programa de televisión y allí tenía una conexión con un mundo que no era el suyo noche tras noche, madrugada tras madrugada.

Muchas veces a primera hora de la mañana se había jurado que nunca más, que dormiría normalmente durante toda la semana laboral y no sólo los sábados y domingos, robándole tiempo al tiempo de ocio, pero cuando llegaba a la cama todos los días otra vez ponía el aparato de radio de la mesilla, con el volumen bajo para no molestar a su madre y escuchaba un poco de deporte y mucho de aquel programa que le robaba sueño y le atraía tanto.

Se llamaba Hablar Por Hablar y le hacía gracia oír noche tras noche las mismas cantinelas, hola, enhorabuena por el programa, yo lo oigo desde hace muchos años y no me lo pierdo un sólo día, me hace mucha ilusión hablar contigo Gemma, yo no soy Gemma, ah sí sí, perdona, eres Mara, que líos me hago. No, yo soy Cristina, uy perdona Cristina, es que estoy muy nerviosa, bueno pues como le decía a tu compañera Gemma, tengo un problema con mi marido…

Lo cierto es que primero fue Gemma, después Mara, después Cristina y después Macarena, todas mujeres, todas conduciendo el programa en la madrugada con muchos silencios, sin decir una sola palabra ni de rechazo ni de aceptación por muy grande que fuera la burrada que pudieran decir, y lo cierto es que se oían muchas burradas en las noches más animadas.

Mira, es que tengo una novia y resulta que voy a su casa y allí he conocido a su madre y también me acuesto con ella, y me sabe mal porque mi novia no lo sabe, y lo malo no es eso, lo malo es que el padre ha venido hace poco porque estaba embarcado y también me acuesto con él, y la verdad yo no sé con quién quedarme. Santo cielo, aquello no podía ser cierto, pero nadie decía nada, la locutora sembraba un silencio que a veces era tan largo y tan profundo que su interlocutor creía que la técnica había fallado, ¿me oyes?, ¿estás ahí?, y era sólo el silencio de la noche y la banda ancha a lo que cada cual quisiera contar por muy extrema o increíble que fuera la historia.

A Joaquín le gustaba aquello y por qué negarlo, le gustaba mucho más cuando los casos que se contaban eran escandalosos, escatológicos, tremendistas o creaban un ambiente de opiniones diversas. Había noches que se arrepentía de haberse quedado despierto porque sólo aparecían maridos felices, esposas satisfechas, embarazadas recientes, saludadoras oficiales, llorones impenitentes, y según él esos días de calma radiofónica no pasaba nada, por eso sólo podía remediar no quedarse dormido por la esperanza de que alguien dijera algo fuera de lo común.

El día era duro para Joaquín, su trabajo de administrativo en una gestoría la verdad es que no le proporcionaba muchas alegrías y mucho menos alguna situación audaz, extraordinaria o distinta. Contabilizaba facturas en un ordenador con un programa de contabilidad y lo más osado que le podía pasar es que se le borraran unos cuantos meses de la contabilidad de un cliente o que no le cuadrara un cierre y hacía ya tiempo que por su experiencia aquello no pasaba.

© 2009 jjb

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