lunes, 23 de noviembre de 2009

Hablar por hablar /3

Y a continuación todas las llamadas pidiéndole a aquel hombre que no se suicidara, que la vida es bella, que todo puede cambiar, y la gran duda ¿haría lo que decía que iba a hacer? Todos sabían que meses atrás había salido en los periódicos que un joven que había llamado al programa diciendo que lo iba a hacer realmente lo hizo y ahora estaba Joaquín, y posiblemente todos los demás oyentes, con el alma en vilo pensando que si este iba en serio o era una vez más una forma de llamar la atención.

Nada se supo aquella noche y tampoco se supo nada sobre el caso en los periódicos, ni siquiera en la televisión o en la radio, y Joaquín seguía dándole vueltas a aquello. Suicidarse era algo que jamás en la vida se había planteado, era absurdo, la vida a veces no era benevolente, pero merecía la pena vivirse. Era un vitalista, no había en él motivaciones morales, sólo un gran deseo de vivir y disfrutar todo lo bueno que le daba el mundo, por eso no cabía en su mente que alguien tuviera siquiera la intención de suicidarse.

Pero lo que más le llamaba la atención era saber definir si el hecho del suicidio era un acto de valentía o una gran cobardía, alguien que ya no es capaz de sacar su vida adelante, que le faltan ánimos para seguir, ¿de dónde puede sacar los arrestos para tomar unas pastillas, disparar un gatillo o saltar por un puente?, era complicado saberlo, pero ajeno totalmente a él, que incluso en los malos momentos había tenido siempre ganas de vivir.

El tío de la radio había hablado con voz firme, parecía dispuesto a hacerlo, ¿qué proceso mental le habría llevado a esa decisión?, probablemente habría visto, si todo aquello fuera verdad, más puertas cerradas que abiertas, se le habrían caído los pilares en los que se sustentaba su vida.

La locutora puso esa noche la grabación en la que salía el suicida de la noche anterior, pero nada se sabía de él, ni durante todo el programa se tuvieron noticias, estaba tan pendiente de saber sobre el suicida que no se enteró muy bien de los que aparecían por allí aquella noche.

A las cuatro, muerto de sueño y sin noticias del presunto suicida se durmió como siempre, como un niño y cuatro horas después su madre le despertó con jovialidad al principio y amenazándole seriamente después con toda clase de desgracias, castigos y maldiciones. Serían ciertas después de que ella dijera, ya no te digo más, quédate dormido que yo me voy, entonces se levantaba apresuradamente, le propiciaba un sonoro beso a su madre y le regañaba por ser tan tarde y que no le hubiera llamado, su madre sonreía y él empezaba su rapidísimo ritual higiénico que acababa con un café y unos mordiscos a una galleta saliendo después al grito de adiós mamá disparado por la puerta de casa, camino del trabajo.


Después otra vez lo mismo, la contabilidad, los asientos, las facturas, charla con sus compañeros y camino de casa a comer. No solía hacerlo porque a su madre no le gustaba que oyera aquel programa de radio, pero durante la comida le habló del presunto suicida de hace dos noches. Fue su error, su madre atacó de nuevo, no era que le importara que oyese el programa, el problema era la hora, el problema es que no dormía lo suficiente para lo que su madre entendía por suficiente, y por eso no le hacía ninguna gracia que noche tras noche estuviera perdiendo el tiempo con aquellas historias descabelladas. No me gusta Joaquín, pero mamá si no hago daño a nadie, no me gusta, por las noches debes dormir, no perder el tiempo con tonterías, está bien, pero vete a saber que habrá hecho ese hombre.

© 2009 jjb

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