miércoles, 4 de noviembre de 2009

Verónica /30

Nada había cambiado en mí, era Verónica la que había cambiado. Se lo intenté explicar, decirle que el mundo me gustaba como estaba, que aunque no entendía muy bien mi relación con una mujer y no lograba entender cómo había ocurrido, no pensaba en ello, no juzgaba, que esta vez ni siquiera me juzgaba a mí misma, aunque todo ello chocaba con mi férrea educación judeo cristiana, pero no me quería escuchar, estaba obsesionada y su obsesión era yo.

Le hice jurar que no haría nada, conseguí que me asegurara que no te haría
nada a ti, confié en que cumpliría, pero me mintió, no sé qué hizo, pero lo cierto es que pasaba más tiempo entre tus llamadas, volvías más cariñoso, más entregado y desaparecías más y más tiempo, no sabía nada, pero eras diferente.

La última vez, desde que te vi el último día, pasó más tiempo que nunca, meses, muchísimo tiempo, en ese intervalo Verónica y yo hemos estado más unidas que nunca, más amigas, menos amantes y tú no aparecías.

Y hace unos días me llamas y Verónica se vuelve loca al enterarse, y después me vuelves a llamar y cancelas la cita y a Verónica le entra de repente una alegría tremenda, y me doy cuenta que algo pasa, que algo está pasando que tiene que ver conmigo y que nadie me cuenta, y empiezo a hilar y recuerdo tu confesión, y la cabeza me da vueltas. Le pregunto a ella que me cuente lo que ha estado haciendo y me dice que nada, pero su estado de ánimo la delata y yo callo.

Me vuelves a llamar hoy y entonces ya no me queda ninguna duda, estáis jugando conmigo. Ella y tú, una broma macabra de la que desconozco los detalles pero que me duele en la ignorancia por ser vosotros, que enmaraña una historia ya de por sí complicada para mí, en la que se mezclan pasiones, principios y razones y de la que no estoy muy contenta. Y ahora llegas tú y me pides explicaciones, cuando posiblemente seas tú el que me las tenga que dar por primera vez a mí.

Lola esto no me está pasando, tú, Verónica, no, no es posible, dime que no es posible, dime que no es verdad. No puede ser verdad.

Y Lola le miraba con ojos de comprenderle pero se sabía la víctima de todo aquello, era consciente de que él también se sentía la víctima, más aún no podía entender, no aceptaba. Físicamente era imposible para él asumir el amor entre dos mujeres, o el sexo, o cualquier otro tipo de relación entre dos mujeres similar a la relación entre un hombre y una mujer. Era algo parecido a lo que sienten los musulmanes con el cerdo, era visceral, grabado a fuego en algún cromosoma, en la información básica de su adn, en la llave maestra que regía la electricidad de su cuerpo, Lola lo sabía, pero no podía acumular más pasadizos a su tremendo y complicado laberinto.

¿No vas a explicarme lo tuyo con Verónica?, la pregunta la podía haber hecho cualquiera de los dos pero fue Lola quien le preguntó. Él dudaba entre mantener su vista fija en el pelo de Lola, que le evitaba tener que mirarle a los ojos y el suelo que le servía de refugio para intentar pensar en una respuesta aceptable. De nada le sirvió hacer como si no hubiera oído, apenas conseguir unos segundos para encontrarla.

¿Cómo te atreves a preguntarme eso con lo que tú has hecho?, ¿con qué derecho te crees?

Exactamente con el mismo que crees tú tener, ¿o es que crees que el amor entre dos mujeres es un delito?

© 2009 jjb

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