miércoles, 18 de noviembre de 2009

Don Pelayo

¿-737

Primer rey de Asturias, inmediato sucesor de don Rodrigo, último soberano de la España visigoda. Sobre la genealogía de don Pelayo existe una gran confusión, ya que las fuentes con frecuencia entremezclan las leyendas y mitos con los datos históricos verídicos. Pese a ello es normalmente admitido que falleció en el año 737 y que gobernó el reino de Asturias entre el 718 y el 737; también suele ser reconocido como hijo del duque Favila, como padre del rey Favila, e incluso en determinadas crónicas como nieto del propio Recesvinto.

Entre el 19 y el 26 de julio del 711 se dio la famosa batalla de Guadalete, en la que Rodrigo fue totalmente derrotado, en parte porque muchos de los nobles hispanogodos abandonaron la batalla o se pasaron al bando de los hijos de Witiza y los musulmanes.

A partir de este momento es cuando aparece en la historia la confusa figura de don Pelayo como sucesor de don Rodrigo al frente de la cristiandad hispanorromana.

Pelayo se hizo fuerte en el norte de la cordillera Cantábrica y de los Pirineos, sectores ambos que apenas habían recibido influencias ni de romanos ni de visigodos. Los musulmanes mantuvieron las guarniciones frente a los pueblos del norte, cántabros, astures y vascones, que habían conservado su estructura social primigenia compuesta por una mayoría de hombres libres y con unas diferencias de clase muy pequeñas.

Todas las crónicas y textos que se conservan de la vida de don Pelayo son muy posteriores a los hechos que narran. Ello no contribuye en nada a separar los acontecimientos verídicos de la mera fabulación propagandística de los reyes posteriores. Un hecho altamente significativo del reinado de don Pelayo es que no se conozca ninguna moneda acuñada por él, cuando sí se han conservado monedas visigodas y romanas, mucho más antiguas.

Todo ello, las leyendas fabulosas y la falta de datos históricos fehacientes sumergen la vida de don Pelayo en las oscuras lagunas del mito y hacen prácticamente imposible realizar un estudio serio en el que ambos aspectos, mito y realidad, aparezcan diferenciados con nitidez.


Pese a todo, la opinión más generalizada, o al menos la que ha gozado de más éxito entre los historiadores medievalistas, es la de Pelayo como miembro de la estirpe visigoda y en concreto, como hijo de Favila, el duque de Cantabria, que pertenecía a la familia de Rodrigo y en cuya corte había desempeñado el cargo de conde de los espatarios o de la guardia real. Pero lo que merece destacarse realmente de don Pelayo, con independencia de su origen, es que él y su grupo familiar, muy arraigados en la sociedad indígena, lograron imponer una hegemonía estable que permitió la cohesión de distintos clanes y linajes para que bajo su dirección luchasen contra el Islam, y sobre estos grupos indígenas tradicionalmente poco cohesionados entre sí y tendientes al individualismo, llegaron a implantar una jefatura vitalicia que acabó por convertirse en hereditaria y dar origen a la monarquía astur.

Como hemos dicho, la genealogía de Pelayo es un tema que entraña gran dificultad, y algo parecido ocurre con lo concerniente a sus primeros años de vida. De nuevo aparecen varias hipótesis, todas ellas mezcladas con la leyenda y provenientes de fuentes contradictorias. Por un lado, algunos textos hablan de que una vez muerto o preso Favila (el padre de Pelayo según estas fuentes), por orden de Witiza, cuando aún vivía el rey Ervigio (aunque no está claro si aún reinaba o ya había sido sucedido por su yerno Egica), a causa de los celos, sin que se sepa a ciencia cierta si los tenía Witiza de su esposa, a la cual creía amante de Favila, o del propio Favila, ya que Witiza era el amante de la mujer de este. El caso, es que según estas fuentes, una vez caído en desgracia o muerto Favila, don Pelayo tuvo que huir a los territorios de su padre en Cantabria, donde la familia tenía poderosos aliados. Muerto Ervigio (si es que no había muerto ya con anterioridad), Witiza trató de apresar a Pelayo, el cual aprovechó para emprender una peregrinación a Jerusalén y huir de este modo del vengativo rey.

Otros historiadores no dan crédito a la historia anteriormente citada y afirman que Pelayo se crió y vivió en la corte durante el reinado de don Rodrigo y gozó de la confianza de este, hasta el extremo de que ocupó un destacado lugar en la batalla de Guadalete del 711, la cual supuso el fin del reino visigodo de Toledo y la implantación en casi toda la península de los árabe-bereberes de Tariq. Tras esta batalla, Pelayo, escapó a las montañas de Asturias ante la debacle del ejército hispano. Cuando la noticia de la muerte de Rodrigo llegó a Asturias, las proezas militares de Pelayo, unidas a la confianza que el difunto rey tenía en él y al alto puesto que en la corte de este desempeñaba, pusieron a Pelayo en una posición inmejorable para convertirse en el nuevo rey. De este modo, los nobles supervivientes al desastre de Guadalete, así como un grupo de obispos del sur peninsular que habían llegado a Asturias huyendo de los invasores, y los restos del derrotado ejército hispano, eligieron a Pelayo como caudillo y posteriormente rey.

La mayoría de los historiadores admiten que entre el 716 y el 718 Pelayo fue proclamado como rey de Asturias en algún lugar entre Cangas de Onís y Covadonga.

Los primeros tiempos del reinado de don Pelayo vinieron marcados por la extrema debilidad de sus fuerzas, ya que contaba con muy pocos combatientes con los que hacer frente a los continuos avances de las tropas musulmanas de Musa ibn Nusayr y de Tariq. La debilidad era tal que en el 714 tuvo que retirarse hasta los Picos de Europa. En este punto una vez más aparece la leyenda y las fuentes se distancia. Por un lado, algunas hablan de que Pelayo fue capturado bien en la batalla de Guadalete, bien inmediatamente después y enviado a Córdoba, donde permaneció cautivo hasta el 717, fecha esta en la que pudo escapar y se refugió en los Picos de Europa, donde fue nombrado rey. Esta visión tiene escaso fundamento ya que fuentes tanto cristianas como musulmanas confirman la oposición encontrada en el 714 por Musa ibn Nusayr en sus razzias por el norte de la península.

Algunas fuentes hablan de que don Pelayo no huyó a Asturias tras la derrota de Guadalete sino que permaneció oculto en Toledo hasta que ante la proximidad de los invasores, el obispo de Toledo, Urbano, decidió huir de la ciudad junto con los nobles cristianos que en ella se encontraban y que entre todos transportaron las valiosas reliquias y todo el tesoro de la rica iglesia de Toledo a Asturias. El encargado de dirigir dicho traslado sería Pelayo y debido a su prestigio personal, al éxito de la operación y al favor y confianza del obispo de Toledo y de los nobles que participaron en dicha acción, Pelayo fue elegido caudillo de los habitantes del norte y poco después aclamado como rey.

Lo cierto es que la idea de los dirigentes musulmanes de extender el Islam por Europa a través de la Galia, supuso un gran alivio para el acorralado Pelayo, ya que la presión sobre los cristianos del norte de la península disminuyó enormemente. Eso permitió que don Pelayo y sus hombres llegasen incluso a derrotar a algunos destacamentos musulmanes, como entre los años 717-722 cuando lograron derrotar la expedición de castigo enviada por el caudillo al-Hor y comandada por el general Alkama en Covadonga, lo que consolidó el pequeño grupo insurgente. En dicha campaña y por parte de los musulmanes es posible que tomasen parte algunas de las personalidades que aún entonces defendían la legalidad dinástica de los hijos de Witiza, como por ejemplo el obispo Oppas.

La referencia más antigua sobre la batalla de Covadonga se encuentra en la Crónica de Alfonso III en la que se asegura: (..).Pelayo, habiendo conseguido escapar a los musulmanes y refugiándose en Asturias, es elegido rey por una asamblea, y organiza la resistencia de los asturianos en el monte Auseva, en la cova dominica (Covadonga). Contra él marcha un ejército innumerable, mandado por Alcama, compañero de Terec, y con el que va también Opas, hijo de Vitiza y metropolitano de Toledo o Sevilla, quien mantiene con Pelayo un dramático diálogo. Fracasada la mediación intentada por Opas, comienza la batalla; pero la flechas y las piedras lanzadas por las hondas se vuelven para herir a los atacantes, que acaban por huir quedando Alcama muerto y prisionero Opas. Al bajar los fugitivos el monte Auseva, para alcanzar Liébana, un monte se desplomó sobre ellos, muriendo 63.000 caldeos(..).

Posiblemente el mito de Covadonga y el motivo por el cual las crónicas cristianas han magnificado el acontecimiento se deba a la necesidad de encontrar una actitud heroica en los primeros combatientes contra los musulmanes por parte de los reyes posteriores, los cuales usarían esta mitificación como motivo de legitimación y de engrandecimiento de su propia ascendencia. Por otro lado, es bastante probable que al no existir una crónica cristiana de la batalla realizada en las mismas fechas en las que esta se produjo, la tradición oral, que sería la fuente de transmisión de los hechos, tendiese a mitificar a los protagonistas y a dar mayor importancia a lo que en su momento no la tuvo. Pese a todo ello, la importancia de Covadonga fue doble, por un lado, se convirtió, en reinados posteriores, en el símbolo mítico de la resistencia de los cristianos frente a los musulmanes, un claro ejemplo de ello es la leyenda de la Cruz de la Victoria que pasó de ser una simple cruz de madera que Pelayo usó como estandarte en Covadonga, a convertirse en el símbolo de Asturias después de que Alfonso III la recubriese de oro y piedras preciosas, y la convirtiera en poco más que un elemento de culto y sagrado dada su supuesta bendición divina.

Lentamente Pelayo aglutinó en su reducto de Cangas a todos los cristianos de las tierras vecinas, hasta que el puñado de montañeses que en un principio compuso el grueso de la tropa del rey asturiano, pronto se convirtió en una numerosa hueste que aprovechó los territorios abandonados por los musulmanes al otro lado de las montañas asturianas para hacer pequeñas incursiones que de tener éxito daban lugar a un nuevo asentamiento, con el consiguiente crecimiento del territorio asturiano; pero que si motivaban la respuesta de los musulmanes, eran abandonados y sus moradores regresaban a la seguridad de las montañas en espera de tiempos mejores o de una oportunidad más propicia. Fue este el lento proceso lo que dio origen a la expansión del reino cristiano de Asturias a costa de las conquistas iniciales de los musulmanes.

Tras diecinueve años de reinado, en el 737 Pelayo falleció dejando de su matrimonio con Gaudiosa dos hijos, Favila que le sucedió en el trono asturiano y Ermesinda, la cual contrajo matrimonio con el que a su vez sería el rey Alfonso I el Católico. Pelayo fue enterrado en la iglesia de Santa Eulalia de Abamia, en Cangas de Onís, que él mismo había fundado para tal fin. Existe la tradición, totalmente infundada, de que los restos del primer rey de Asturias fueron trasladados a Santa María de Covadonga durante el reinado de Alfonso X el Sabio, pero de dicho traslado no hay ningún tipo de prueba y no es admisible el epitafio que existe en Covadonga sobre la supuesta lápida, ya que este data del siglo XVIII.

Fuentes: Wikipedia
EUM

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