miércoles, 11 de noviembre de 2009

Verónica /34

Lo malo fue al día siguiente, cuando tuvo que elaborar una teoría sobre lo ocurrido y volver al trabajo, en donde intentaba adivinar sonrisas de complicidad en cada uno de los que veía. También la vio a ella, que parecía estar menos tensa de lo que estaba él. Al salir del trabajo se fueron los dos y con toda la naturalidad del mundo retomaron el asunto donde se había interrumpido el día anterior y lo remataron en casa de ella. Justo cinco minutos después de fumarse el cigarro de después, él tuvo la sensación de que era feliz y esa era una sensación que hacía también mucho tiempo que no sentía, fuera cierto o no lo fuera. Entonces supo que ya se había terminado la convalecencia y que estaba preparado para afrontar la realidad, fuera cual fuere.

No tenía prisa en remover los fantasmas del pasado porque estaba demasiado ocupado en recuperar el tiempo perdido con aquella mujer que se había introducido en su vida, sin que ya pareciera que hubiera hueco para otra.

Lo que más le sorprendía, que no era lo único porque aquello parecía una confabulación del destino, es que se llamara Verónica, como si aquello fuera un guiño macabro, una burla. Ya se había tomado la molestia de indagar sobre ella, porque hasta el día que se encontraron sólo sabía que era muy trabajadora, muy eficiente, simpática pero con carácter, y que había terminado su carrera de Derecho aunque nunca había sido abogada. Ahora sabía que no le gustaban las mujeres, dato muy importante, que era absolutamente tierna en su trato y dura en sus convicciones, que le gustaba la vida y sobre todo vivir y lo más importante, que él se sentía muy bien a su lado, como si una cobertura de protección invisible le arropara.

Fueron días suaves, un regalo después de los días amargos, aún más saboreados por ello, y le daba miedo sentirse así porque pensaba que era un anticipo de otros días peores, pero aquello seguía por cauces mansos, amables, propicios. Él se dejaba llevar de la mano de Verónica, la nueva Verónica, que lograba con una sola mirada vencer sus mas recónditos puntos oscuros, que le sabía dar la dosis exacta en cada momento de lo que necesitaba, fuera esto dulzura, mano dura, comprensión, discrepancia o silencio. Nada le ligaba con el pasado, nada le importaba de lo que había hecho o dejado de hacer.

La vida era benevolente con él y no quería que parara. Aprendió a hacer compatible estar permanentemente con su pareja, aprendió a quererla y aprendió que no pondría en juego aquel regalo que no esperaba, por lo que se puso como disciplina no relacionarse con nadie que no supiera Verónica y a, de ser posible, hacerlo junto con ella.

Ella sabía que él había tenido muchas aventuras y él sabía que a ella no le gustaba. Ella había tenido un novio eterno que un día se despidió sin decir adiós y al que durante años había odiado y echado de menos a partes iguales, pero ya ni siquiera podía mantener ningún tipo de sentimiento hacia él porque estaba demasiado lejano; hacía mucho tiempo que había muerto en su interior, sólo conservaba el miedo a que le pudiera volver a ocurrir, que de nuevo necesitara años, paciencia y medicinas para superarlo, y él también lo sabía.


© 2009 jjb

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