jueves, 12 de noviembre de 2009

Verónica /35

Iban conociéndose poco a poco al mismo ritmo en el que se iban queriendo, porque como ocurre con las historias de amor duradero ,el tiempo juega a favor de la consolidación. Pronto, sin saber cómo, empezaron a hablar de boda, de hijos, de compromisos y lo que al principio le sonó a chamusquina, después iba tomando cuerpo, se iba asentando como un tema corriente.

Se habían convertido en una pareja estable y lo que en la oficina fue al principio un secreto acabó por convertirse en un secreto a voces para finalmente, coincidiendo con otra escapada de los compañeros una noche a tomar copas, hacerlo público. Contaron con la complicidad de sus compañeros que con una sonrisa malévola pusieron su mejor cara de sorpresa al conocer la noticia de su boca.

Un día recibió una llamada de Lola. Él, salvando sus contradicciones, amparándose en su situación sentimental estabilizada y totalmente ajena de dudas, quiso hablar con ella. Hola, ¿te has olvidado ya de los pobres?, no, qué cosas dices, me gustaría hablar contigo, no sé si eso es una buena idea Lola, ha pasado mucho tiempo pero creo que debemos hablar, está bien, hoy no puedo, mañana, mejor ¿pasado mañana?

Se sorprendió a sí mismo porque ese día nada le contó a Verónica. Al día siguiente se sorprendió aún más porque se inventó una excusa para no salir juntos del trabajo como hacían todos los días. Un amigo, sí, con problemas, si acabo pronto con él te llamo. Verónica no puso ninguna objeción ni tuvo ninguna reticencia, porque pasando como pasaban su vida entera juntos, no había sitio para la desconfianza ni la sospecha.

Pero no le había dicho nada, como si quisiera ocultar ese encuentro, como si le diera una importancia que no debía, que no quería que tuviera. Verónica conocía a grandes rasgos la historia con Lola, incluso el capitulo intermitente de la otra Verónica, todo tamizado por la versión que él quería haberle dado y todo dulcificado a favor de la pretendida dignidad perdida, sin embargo él le había dicho que aquello era agua pasada, que nunca jamás, que todo aquello ya no movía molinos.

Hubiera sido sencillo decirle me ha llamado Lola y quiere que hablemos, yo iré porque quiero que sepa que estoy contigo y que nada me une con el pasado que ella representa. Al fin y al cabo eso es lo que se había estado diciendo como razón para contradecirse en sus intenciones anteriores. Pero no sólo no lo dijo sino que lo ocultó, quizás había razones en su subconsciente que ni él mismo conocía.

Y fue, volvió a hacer aquel camino que tantas veces había andado en el pasado y del que tan infausto recuerdo tenía de la última vez que lo recorrió, pero le resultaba agradable cuando lograba abstraerse y pensar en todas las veces anteriores.

Lola estaba igual, quizás más guapa con aquel jersey de cuello alto negro que le daba un brillo especial a su cara y sobre todo resaltaba aún más sus ojos. Le recibió con una sonrisa de comprensión y de pasado, le abrazó en un abrazo sin intenciones intentando recuperar en ese contacto todo el tiempo que estuvo sin su amigo, quizás también sin su amante.

Se sentaron, se miraron con la mirada de ayer, se fundieron en silencio en explicaciones innecesarias, en palabras no dichas, en momentos recuperados. Era como si toda su relación pasara en un segundo delante de sus ojos, como si les pasara lo que dicen que les pasa un segundo antes de morir a los que mueren. Ellos estaban vivos y recordando lo mejor de un pasado que ya casi habían olvidado y que estaban empezando a incorporar.

© 2009 jjb

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