viernes, 20 de noviembre de 2009

Hablar por hablar /2

Después comer en casa con su madre que sí le gustaba, no sólo porque su madre era para él la mejor cocinera del mundo, sino porque desde niño su madre no sólo había sido su valedora, su cuidadora, su más devota esclava de tiempo y desvelos, también había sido a tiempo ilimitado su compañera de risas junto a su hermano, su cómplice de mil aventuras que imaginaban, su fuente de inspiración para volar en el mejor de los aviones sobre mares desconocidos, para correr miles de aventuras a lomos de un diplodocus cazando tiranosaurios con un hacha de silex en una llanura verde y extensa. Los tres, jugando en el suelo del comedor y riendo después de las locuras que se les ocurrían, haciendo payasadas sin límites, estrujando la vida en su parte más amable, eran una piña de sonrisas, de tiempos que fueron y quedaron que ahora se ampliaban con la conversación de adultos pero siempre con el poso y el anhelo de arrancarle a las malas noticias su punto de amabilidad.

Después vuelta al trabajo, por las tardes aún tenía más sueño y al segundo café de la máquina, del que el más bondadoso apelativo que recibía era “aguachirri” parecía ser más persona, pero sólo se sentía totalmente bien cuando quedaba media hora para salir y estaba cercano el momento en el que se encontraría con Ana, su novia.

Desde que la vio le gustó, eso que sólo tenían los dos siete años, después ni la costumbre ni la rutina mataron aquel primer sentimiento que se fue ampliando y ensanchando, que se fue afianzando y sobre todo que se iba descubriendo un día tras otro. Hoy no sólo sabía que la quería, sino que también sabía por qué. Le gustaba su cuerpo por partes y en conjunto, le gustaba su forma de andar, su forma de hablar, su forma de mirar, le gustaba que fuera callada y que cuando le gustara una cosa hablara por los codos, le gustaba que fuera tierna y le gustaba que fuera cabezona, tenaz como una garrapata, jamás abandonaba una causa que hiciera suya, le gustaba su mal genio de pascuas a ramos y su buen humor persistente y obsesivo, y no le gustaban más cosas porque aún no las había incorporado en la lista, pero casi con toda seguridad las incorporaría con el tiempo.

Eran la pareja ideal para unos, una buena pareja para otros y unos pesados para algunos que no entendían que siempre estuvieran riéndose de sus propias bromas, celebrando sus propias fiestas particulares en medio de los demás, pero lo cierto es que ellos aunque con gente eran ajenos a lo que ocurría en el resto del mundo, estaban tan ensimismados en ellos dos que ni siquiera se daban cuenta de que aquello pudiera molestar a alguien o dar motivos de envidia.

Y cuando dejaba a Ana volvía a casa y allí encontraba a su madre y una sonrisa, un par de besos, algo de cena y sentados en el sofá frente al televisor le gustaba acurrucarse junto a ella y que le hiciera cariñitos en el pelo, como cuando era pequeño, como a un niño, y se quedaba dormido por culpa del sueño o quizás por aquellas caricias que le devolvían a su niñez. Veía así lo que ponían en la televisión sin ver realmente nada y después se levantaba, se desperezaba y se iba la cama para oír la radio, esperando alguna mujer barbuda, un tragafuegos o el niño de siete cabezas.

Hola Cristina, mira como le he dicho a tu compañera es que me voy de vacaciones con mi novio y quiere que antes vaya al médico a que me recete las pastillas y a mí la verdad no me hace ninguna gracia. Quería saber si alguien me podía dar consejo porque creo que mi novia me pone los cuernos. Estoy a punto de suicidarme, ya no me interesa la vida en este mundo, estoy harto de todo esto y me voy, no quiero saber nada más, adiós.

© 2009 jjb

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