jueves, 26 de noviembre de 2009

Hablar por hablar / 6

Y de nuevo otra semana de trabajo, de nuevo la radio, la oficina, su casa. Una noche cuando estaba con su madre viendo la televisión sentados los dos en el sofá, Joaquín le atacó con algo que hacía a menudo.

Mamá ¿Por qué no me cuentas lo del cuelebre?, parece mentira, con lo viejo que eres y quieres que te cuente las historias de niños, venga mamá, que sabes que me gusta, pues pienso contárselos a tus amigos para que se burlen de ti, venga, sí.

El cuelebre es hijo de una serpiente y un dragón, tiene escamas en el cuerpo, vive en los montes y cuida los ayalgues, los tesoros, grandes tesoros de monedas de oro, para que nadie se atreva a robarlos aunque tengan las liendas, los mapas donde están los tesoros. El cuelebre es muy fiero y asusta a los hombres y a los niños, se los come vivos después de gritarles, pero sólo se los come si no le dejan alimentos porque el cuelebre come mucho. Lo mismo le da vivos o muertos, si tiene hambre se come a los hombres, por eso tienes que dormirte pronto y no provocarle, porque si tiene hambre y te ve despierto te comerá.

Esta parte del sueño te la inventaste tú, no, de eso nada, es cierto, y ahora sigue vigente, así que déjate de radios y duerme que si no el cuelebre te comerá entero, le decía su madre con una sonrisa burlona.

Pero sigue, sigue, el cuelebre cuando está ya viejo se va a la mar y allí cuida sus tesoros y descansa. Y mamá y si me pego con un cuelebre lo mismo le puedo ganar, imposible, tienen como una armadura de escamas que les hace muy fuertes, casi invulnerables, son grandes y fieros, o te duermes o te come.

Y ambos rieron imaginándose al cuelebre mitad besugo mitad vampiro comiéndose todo lo que pasara por su lado y Joaquín pensando que su madre siempre había adaptado el cuento a lo que quisiera que hiciera él en cada momento. Que le veía delgado, el cuelebre se comía a los que comían poco, que estaba poco en casa, el cuelebre tenía preferencia por comerse a los zascandiles, que suspendía una asignatura, el cuelebre nunca perdonaba a los malos estudiantes.

Venga, a dormir y acuérdate del cuelebre y apaga pronto la radio, que si no lo mismo te lleva, al caribe, de viaje de placer, y besó a su madre camino de la cama, hasta mañana, duérmete pronto que si no me das mucha guerra por las mañanas, sí mamá, eso suena a ya haré yo lo que quiera, que no, hasta mañana.

Sin saber por qué el cuelebre hizo su efecto balsámico y aquella noche Joaquín durmió a pierna suelta sin apenas escuchar unos minutos de la radio, de vez en cuando su reloj biológico se llenaba y dormía como un bebé horas y horas, justas aquellas que tenía de débito con el reloj y que iba acumulando en noches en las que apenas dormía escuchando aquel programa.

Como otras veces, después de haber dormido tanto se levantó con la sensación de tener más sueño que nunca y eso afianzaba su vieja teoría de que cuanto más tienes más quieres, cuanto más duermes más ganas tienes de dormir. Esa teoría con poco sustento científico le hacía ser especialmente moderado en todo o en casi todo, no fumaba porque le gustaba el deporte, no bebía mucho, no odiaba nada y se entregaba sin límites a sus amigos y sobre todo a su mejor amiga Ana, era la teoría de la limitación pero sólo aplicada a ciertas cosas,


© 2009 jjb

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1 comentario:

Anónimo dijo...

Nunca había oído hablar sobre el "Cuelebre". Es un ser algo terrorífico para un niño pero seguro que hacía el efecto deseado por su madre. Así, gracias a "Cuelebre", comería, estudiaría y dormiría.
Lo que tanto nos asusta de pequeños, al llegar a la edad adulta incluso lo recordamos con cariño y los monstruos no eran tan feos, ni los demonios tan malos....