jueves, 23 de abril de 2009

Nueremberg /29

Empezaban a anunciar los vuelos y aquello se estaba acabando. Él le cogió la mano, se besaron en aquel aeropuerto, en aquel lugar de prisas y búsquedas, en aquella locura de lenguas y razas, se besaron como dos enamorados antiguos que se están despidiendo intuyendo que será por última vez. Se estaban besando y de nuevo se hacían ajenos al mundo, tenemos que irnos, adiós mi niño, adiós Ana, no lo hagamos más largo y se colgó de su cuello y le besó para después pasar el dedo por su boca y sonreírle de nuevo con mirada profunda, hablamos. Y esas fueron sus últimas palabras, iban por distintos caminos a distintos aviones que les devolverían a su sitio y por ello a la realidad, volvieron la cabeza para mirarse alguna vez, y alguna vez coincidieron, Ana llevaba un bolso grande y él un maletín y según se distanciaban, aceleraban el paso para no perder el vuelo que les esperaba.

Embarcaron cada uno en su sitio, se sentaron en sus asientos, se abrocharon los cinturones y asistieron por separado a ese teatrillo habitual en el que las azafatas gesticulan con ensayadas posturas que nadie atiende. Él estaba sentado en el asiento más cercano a la ventana y de repente una mujer con un aspecto magnífico, alta, escultural, de su misma edad, con una falda que superaba los límites de lo razonable, le saludó, hola, éste es mi asiento, quitó de su sitio los papeles que había dejado, discúlpame, no pasa nada, en un inglés con un rotundo acento alemán, gracias, perdona.

Ana esperaba el despegue al lado de su compañera, una mujer de mediana edad posiblemente alemana, posiblemente casada, posiblemente en busca del sol de Canarias, de Tenerife, de su tierra. Pero ella no estaba muy atenta a ella, estaba ansiosa por sacar su tesoro, lo tenía guardado en su bolso y en cuanto hubieran despegado pensaba disfrutar de él, con esa sonrisa que se le había quedado, con ganas de llegar a casa, pero con la satisfacción de un curso muy bien aprovechado, y cuando pensaba en eso no podía por menos que ampliar su sonrisa, contenta con su ocurrencia. La alemana no paraba de moverse, posiblemente porque tenía miedo a volar, pero a Ana le daba lo mismo.

El avión de él había despegado y ya había desaparecido la señal luminosa de no fumar y mantener abrochado el cinturón de seguridad, inmediatamente había sacado su paquete de cigarrillos y amablemente le ofreció uno a ella, que tenía su paquete en la mano. Era una maldad y él lo sabia, su tabaco era ducados, un tabaco fuerte, tabaco negro, que a pulmones no acostumbrados les entraba como una cuchilla, es tabaco español de mucha calidad, muy bueno, le dijo aquel canalla que por primera vez empezaba a engañar a una alemana que no conocía las labores del tabaco español. La primera calada de ella, fue seguida de inmediato de un ataque de tos, aquel cigarrillo le quemaba en la mano, pero por educación no se atrevía a tirarlo, él se jactó durante un rato de aquella escena de lucha entre la supervivencia y la educación y por fin le cogió con cuidado el cigarrillo, que apagó en uno de los ceniceros. Liberada, encendió uno de los suyos, tabaco americano, que mata igual, pero de manera mucho más suave.

Ana no podía entenderse con aquella alemana gesticulante, porque no compartían un idioma común, es más, la alemana tampoco hablaba inglés, lo que hubiera sido igual, pero intentaba comunicarse con Ana de una manera incomprensible. Ana no le prestaba mucha atención, pero le hizo olvidar durante un momento su tesoro y se puso a pensar la cantidad de cosas que tenía que hacer cuando llegara y la cantidad de cosas que habrían surgido en su ausencia.

Yo me llamo Ania, soy de Colonia, voy a Madrid a hacer prácticas en un hotel, he estudiado dirección de hoteles y en España hay muy buenos hoteles, estaré tres meses en Madrid. Dios estaba de su parte, aquella criatura iba a estar el tiempo justo, ni un día más ni un día menos y no se iba a encontrar sola en una ciudad extraña, y qué mujer, además alemana, lo que evitaba muchísimos esfuerzos y explicaciones, era una europea y no como las chicas españolas que, según su criterio y los tratados internacionales, todavía no habían llegado a Europa.



© 2009 jjb

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