El se había desinhibido, posiblemente por la tensión acumulada durante tantos días, o posiblemente por las copas que, comenzando después de la cena, y con desmesura en aquella fiesta en el hotel, le habían ayudado a hacer lo que Ana le había pedido, no forzar situaciones, dejar que las cosas siguieran su curso. también quería estar cercano a sus compañeros, porque a pesar de la intensidad de aquella historia con Ana, también le gustaba estar con gente de otros países, de personas que aunque lejanas geográficamente, tanto tenían en común con él, y allí estaba, plenamente integrado en aquella fiesta de locos, armado de su copa, y riendo las ocurrencias de unos y de otros, de vez en cuando se acercaba a Ana que hacia verdaderos esfuerzos para entender los gestos y mímicas de uno o de otro, y actuaba de traductor para intentar explicarle las incoherencias de su interlocutor.
En un momento determinado Ana se levantó, se acercó a él, y le dijo que estaba cansada, que subía a dormir, que hasta mañana, y le dio un beso en la mejilla. No se despidió de los demás entre otras cosas porque habría sido inútil, y discretamente desapareció. El siguió la juerga, en la que sus compañeros, al llevarle unas cuantas copas de ventaja, y pasadas unas horas, tuvieron que abandonar en penosas condiciones, acompañadas de cánticos inaudibles en distintos idiomas. El lamentable estado de todos, le llevó al recepcionista de noche a inflar la cuenta un poco más, lo justo para que no fuera aún más descabellada de lo que era.
Y después se repartieron por sus habitaciones, augurando una resaca mortal en la mayoría de los casos, él tuvo muchísimos menos problemas para dormirse que en días anteriores, de hecho, y tras un breve paso por el baño para hacer sus abluciones nocturnas, cayó desmayado en la cama nada más acostarse, aquella noche iba a ser más corta, pero sobre todo iba a ser diferente a lo que tenían previsto Ana y él.
Ana les oyó subir, les oyó sus cánticos incalificables, sus palabras en un imposible tono y en un timbre distinto, sus risas, y por fin el silencio, esperaba algo, pero no ocurrió lo que esperaba, y eso le produjo aún más incertidumbre, eso le alteró aún más, no le gustaba que las cosas no ocurrieran como ella quería, no le gustaba que las cosas se desviaran por derroteros que no tenia previstos. Y aquello no debía quedar así, pero nada podía hacer, nada que fuera efectivo porque él seguramente habría estado inmerso en la fiesta, habría bebido y no estaría para muchas bromas, ni para muchos líos, así que siguió allí, comida por las ganas de hacer y no poder, intentando dormir y estar en vela, enfadada y comenzando un tenue dolor de cabeza que prometía ser peor con el paso del tiempo y las horas sin dormir.
El silencio se hizo con el hotel de nuevo, el pesado sueño, toses dispersas, alguna que otra visita de urgencia al baño, y la vigilia de Ana en su habitación, y del recepcionista en la entrada, sólo alterada por alguna cabezada que de vez en cuando daba perdiendo el equilibrio y la compostura, la noche se iba apagando y el día comenzaba, iba a ser un largo día, y unos por los excesos, y Ana por la falta de sueño, lo empezarían en desigualdad de condiciones y en un estado muy poco recomendable para nadie.
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