lunes, 6 de abril de 2009

Nueremberg /16

Otra noche en blanco, otra vez aquella tormenta de sensaciones, aquel tumulto de sentimientos encontrados, aquel deseo irrefrenable frenado por ese sueño intermitente y duermevela, que parece que no es y es, que te da la sensación de no dormir y duermes, todo le daba vueltas, pero entre tanta incertidumbre había varias certezas, aquel saber recordado del baclava, aquel imán interior que le arrastraba y la certeza de que por muchas noches en blanco, por muchos golpes de pecho, por mucha llamada moral a la rectitud y al respeto, se iba a entregar a el en el momento que la llamada de la naturaleza lo reclamara, y había notado ya esa llamada, y no quería volver a perder el tren de la posibilidad perdida. Su mente practica le había llevado a sopesar los riesgos y las ventajas, cierto es que le daba igual el resultado, pero curiosamente el resultado no había sido negativo, nada que perder y mucho que ganar, una razón mas, todo estaba a su favor, y sin embargo las horas pasaban sin dormir, o al menos con la sensación de que no estaba durmiendo, con tanta sensación sublime, con tanto sentimiento elevado, tampoco olvidaba que al día siguiente tendría el cutis horrorosamente feo y tendría que aplicarse mas en su cuidado, y también se sorprendía por reparar en las partes menores de aquella historia.

El había pasado una tarde agradable, en aquella casa, con aquellas niñas que tan buenas espectadoras habían sido, el adoraba a los niños,
desde hacia tiempo, quizás porque con ellos podría resolver una timidez latente que le había costado mucho trabajo disimular, con ellos nunca había tenido problemas de relación porque con ellos no era necesaria ninguna formula, ni tratamiento, eran llanos y directos y reían y lloraban como reacciones primarias a lo que les sucedía, no le gustaba que sus padres les pegaran, y no le gustaba que lloraran, también le costaba definir esa edad en la que los niños dejan de serlo y se convierten en pesados censores que solo tienen la costumbre de fastidiar, pero aquellas niñas eran encantadoras y además no se sabían los trucos básicos que el había coleccionado para sorprenderlos, eso le había permitido refugiarse en ellas mientras los demás hacían lo que era costumbre hacer, ellos hablar de fútbol, ellas hablar de sus cosas, sin saber muy bien que eran sus cosas. Pero desde que cogieron el microbús otra vez volvió a pensar en ella, a seguir con su obsesión. Esta vez todo era distinto, no estaba pensando su estrategia de acercamiento, las maniobras para seducirla, los sistemas de ataque, ni tenia planeado el asalto final, solo pensaba en ella y como no hacerle daño, lo único que nada le había importado hasta entonces, salvo en la primera o segunda ocasión, tampoco la entendía muy bien, con otras sabia identificar su comportamiento media hora después de iniciar la conversación, eran previsibles, como las películas malas, como los libros aburridos, con Ana no, nada era previsible, ni su primer beso, ni aquella mano que se había encontrado en la suya, quizás pensando tanto en ella, había bajado la guardia y no estaba preparado para saber sus pasos, su trayectoria, pero no le importaba, es mas, aunque la deseaba, tampoco el hecho de acostarse con ella era lo primordial, eso también le preocupaba.

Y así pasaban la noche, y así iban pasando los días y aun no se habían dado percatado que la cuenta atrás estaba ya empezada, y que quedaba menos tiempo del que llevaban allí, y que aquel cuento se estaba terminando sin tener visos de resultados, y al darse cuenta, ambos, les embargo una sensación de prisa, de urgencia vital, de por primera vez no permitir que el tiempo se detuviera y plantearse que hacer y sobre todo, eliminar lo que no querían hacer. Ese día no había citas formales, ese día tendrían que buscar una excusa para volver a estar los dos solos, perdidos en la ciudad, ajenos a los escasos seres humanos que allí les conocían.

Por la mañana, en el desayuno, después de una sonrisa y un buenos días, Ana no perdió un segundo, invéntate una buena excusa en ingles porque esta tarde vamos a estar tu y yo solos por Nueremberg, el balbució algun
a incoherencia, pero ella se levanto con su plato para servirse en el buffet, explicándole de esa manera que no era una sugerencia lo que le acababa de decir, un good morning fue el inicio de la invención.
Esta tarde vamos a ir a ver a unos amigos míos españoles en Nueremberg, no podremos ir con vosotros, todos los componentes del grupo pusieron una risa burlona y contestaron con una “ja” alemán
que sinceramente sonaba a sorna, pero eran muy educados, y con aquello termino el capitulo de chanza, Ana no entendió pero intuyo que la excusa ya estaba en vigor y se dio por satisfecha, el microbús les esperaba y volvieron a repetir su periplo diario.

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