viernes, 5 de diciembre de 2008

Benito

Vino de su Extremadura, a donde vuelve cuando puede. Llegó como llegaron tantos en aquel tiempo, porque sencillamente no había trabajo en su pueblo y tuvo que probar suerte en la gran ciudad. Armado de su mayor fuerza, sus ganas de trabajar, y con un envidiable sentido común que nunca le ha abandonado, se buscó la vida en aquel Madrid. Trabajó de camarero y haciéndolo acabó en el Café de Oriente en la plaza del mismo nombre en la que está el Palacio Real en Madrid. Cogió una habitación en una pensión, y después de trabajar buscaba también la complicidad de la ciudad para hallar lo que todos los jóvenes del mundo buscan y han buscado.

Benito se convirtió en una institución en el Café de Oriente, allí estaba siempre con una palabra amable, una broma o una sonrisa, se casó, tuvo hijos, y desde que yo le conozco no ha parado de trabajar. Viene diariamente en su moto, se cambia de ropa para ponerse su uniforme, se atusa el pelo, y tose después de tomarse un café. El pelo lo tiene blanco, porque los años pasan, pero para él pasan despacio. Benito es mi amigo, su historia es una historia importante, pero previsible, su trabajo, su familia, su pueblo. Ha sido buen todo, buen padre, buen marido, buen trabajador; razones por las cuales jamás saldrá en los periódicos.

Un día, estando en el Café de Oriente se coló un pájaro, un humilde gorrión de ciudad, que empezó a moverse como Pedro por su casa por el Café. Al principio la gente se molestaba un poco, al fin y al cabo los gorriones están vivos, se mueven, hacen cosas, pero el gorrión entraba y salía con absoluta libertad y se convirtió en un elemento mas del Café, como las mesas, como los clientes, como Benito.

El gorrión era absolutamente libre, no estaba amaestrado, hacía lo que quería, que fundamentalmente era comer las migajas que dejaban los clientes, beber agua de la barra de zinc y dormir en cualquier sitio que hiciera un poquito de calor en invierno y un poco de fresco en verano.

El caso es que un día, en el que no debería haber mucho trabajo, algún compañero de Benito dijo que el pájaro no tenía nombre, y así era. Empezaron a darle vueltas al asunto, buscando nombres, hasta que a alguien se le ocurrió, Benito.

Y con ese nombre se quedó el gorrión, Benito. A partir de entonces y por algún motivo desconocido, el nombre se hizo común entre los que allí trabajaban y los clientes. El gorrión Benito era casi más conocido que el camarero Benito, pero el camarero estaba tan contento con su ahijado, que no le importaba su rápida fama.

Un día aparecieron por allí los de la televisión, y empezaron a grabar al Benito que volaba, hicieron un bonito programa que explica gráficamente la vida y milagros de Benito. Gracias a la tecnología, aún hoy se puede ver aquel reportaje de Benito y el Café de Oriente.

Después de aquello la fama de Benito aumentaba, él seguía saliendo y volviendo, pero un día Benito se fue y no volvió más, quizás la ciudad le tendió una de sus trampas, posiblemente se perdió en algún camino, probablemente realizó su tránsito al cielo de los gorriones.

Benito dejó un vacío en el Café de Oriente, pero unos meses después llego otro gorrión que no era Benito, pero que empezó a serlo, y desde entonces, desde hace años, siempre hay un Benito de inquilino, el otro Benito, el humano, se ha trasladado a la Botillería del Café, un poco más allá.

No hay comentarios: