miércoles, 17 de diciembre de 2008

Amor adoptado

Fausto bebía vino blanco, mucho vino blanco, le gustaba especialmente el de Rueda, pero no le hacía ascos a ningún otro tipo. Tenía un español potente con un fuerte acento italiano, y gesticulaba como un italiano, Fausto era italiano, debió ser un apuesto joven y de aquella belleza post adolescente aún le quedaba un poco de coquetería levemente femenina.Estaba en una vieja taberna cerca del Teatro Real y al ver que los camareros me trataban cordialmente, empezó a hablar conmigo, yo respondía a sus preguntas y sus comentarios con la distancia suficiente para tomar medidas en cuanto dejara su tono educado. La ciudad te hace poco a poco esa costra que te defiende y te distancia, pero que sobre todo, evita dolores innecesarios.Hablaba alto y hablaba mucho, apoyando sus palabras con “como si diche” y poniendo a sus manos como un elemento más de la conversación. No se si me habló de las altas temperaturas para el mes del año en el que estábamos, las maravillas del vino blanco español, o qué se yo, me dijo muchas cosas, y yo aprendí a responderle con un leve rictus que simulaba una sonrisa.Era una tarde de diciembre de 2004 y aquel hombre seguía bebiendo vino blanco cuando le tendí la mano y le dije que debía irme, ya nos veremos amico, dijo él, y yo me fui pensando si aquel hombre tenia incontinencia verbal, quería ligar conmigo o simplemente quería relacionarse con los nativos. Tampoco me importaba demasiado.Después de unos días, en el mismo sitio, salió como una exhalación del salón que hacía las veces de restaurante, y a voz en grito me decía, questo e una merda, la sopa de ajo no tiene ajo, ni sopa, e una merda, antes era un buen sitio, ahora non e uno buono sitio. De nada me sirvió decirle veinte veces que se lo dijera al maitre, ni que yo nada tenia que ver con aquel establecimiento, salvo ser cliente habitual del mismo y decirle que era un sitio de calidad, estaba muy enfadado, y quería gritar sus verdades.Por allí pasaba Pedro y le llamé, jamás me perdonará el detalle, diciéndole al vociferante italiano que él si era de la dirección, y le soltó palabra por palabra el discurso que me había soltado a mi previamente, sin escatimar ni un merda ni ningún otro epíteto descriptivo. La cara de Pedro estaba entre el odio hacia mi y la aceptación de la critica, pero aquel hombre parece que se calmó evacuando la perorata, y por las explicaciones que le daba Pedro mientras me clavaba sus puñales visuales.Pedro se fue no sin antes afear mi conducta, aquel hombre se fue al restaurante, Pedro dejó dicho que les invitaran a unos espirituosos, y al cabo de un rato aquel hombre volvió y se sentó junto a mí. Yo me temía otra repetición del discurso, pero el tono era otro y las palabras eran distintas. Me contó que estaba con el maestro mas de cuarenta años, ¿Qué maestro?, el mejor compositor del mundo, la única leyenda viva de la opera, el que estaba dirigiendo su opera en el Teatro Real, el maestro.

© 2008 jjb

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Icaria,bonita historia Para Maria, cuantos sentimientos reprimidos, se me viene a la memoria aquella cancion que decia: Y DONDE IRAN LOS BESOS QUE GUARDAMOS Y NO DAMOS..deberiamos expresar los sentimientos antes de que sea demasiado tarde, no?

Anónimo dijo...

uy, estoy deseando de que llegue mañana, para seguir leyendo tu hitoria, esta promete.
un saludo