Y Sancha era feliz viendo a tantos niños, oyéndolos reír, gritar, pedir, tanto que aunque hacía mucho tiempo que no lo hacía, aunque se había jurado que no lo volvería a hacer, se bajó de su pedestal y se fue al campo, más concretamente a la Casa de Campo, a pasar el día. Y yo, que ese día había quedado con mi amiga Merche, amiga de la infancia, que no acudió a la cita porque después me explicó que se había ido a casa de su hermana, cuando vi que doña Sancha se bajó de su sitio, no lo dudé un instante, y me fui con ella.
© 2010 jjb
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario