miércoles, 7 de abril de 2010

Sancha /11

Y Alfonso casó con la princesa británica Victoria Eugenia de Battenberg a la que familiarmente llamaban Ena y que trajo a la Corte española algunas costumbres británicas y mucha, muchísima paciencia para no perder el oremus con aquel marido al que es casi imposible poner adjetivos que le califiquen, salvo digno descendiente de su abuela Isabel que murió después de haberle visto reinar algunos años.

Su abuela Isabel, una vez muerta, volvió a España, para ser enterrada en el Panteón de los reyes del Monasterio del Escorial, en ese lugar que el destino desata circunstancias imprevisibles a los reyes. Isabel fue enterrada frente a su marido y así están ahora más cerca de lo que nunca lo estuvieron en vida. Sin embargo María de las Mercedes, amada esposa de Alfonso XII, fue enterrada en una capilla del Monasterio fuera del panteón real, ya que en ese panteón sólo pueden ser enterradas reinas de España que hubieran tenido descendencia. Así aquel amor está separado ad infinitud.

El día de la boda de Alfonso XIII con Ena hubo una gran fiesta en Madrid. El pueblo se echó a la calle y Sancha fue partícipe de la alegría de todos aquéllos que pasaban a su alrededor. Y como durante todos los siglos la ignoraban, fiesta grande en la ciudad porque no todos los días se casa un rey. Actos públicos y comitiva que venía de las Cortes a Palacio y en la calle Mayor. Desde un piso por encima de Casa Ciriaco alguien tiró una bomba a la carroza Real ocupada por Alfonso XIII y su esposa. Gritos, confusión, carreras y gritos. Después rumores, el rey había muerto, la reina había muerto. Milagrosamente no fue así, nadie pudo explicarse por qué, hubo muertos y heridos y el causante de aquella masacre, de aquel magnicidio frustrado fue Mateo Corral un anarquista que posteriormente fue detenido.

La bomba la lanzó a la carroza real escondida en un ramo de flores. La trayectoria era perfecta pero no contó con los cables del tranvía que desviaron el ramo para ir a caer en la multitud que se agolpaba en las calles para ver a la real pareja recién casada.

A Sancha estas cosas le preocupaban y creía ver el comienzo de una época convulsa al ver que se tiraban bombas contra las multitudes. No podía entender qué mente podría pensar aquello, cómo era posible que alguien pudiera atentar de aquella forma contra personas indefensas, y después Alfonso, y Ena. En fin aquel matrimonio no empezaba bien, y Sancha rezaba para que transcurriera dentro de los límites de la normalidad incluso del aburrimiento.

Había oído a unos que se sentaron en su banco, que la nación más próspera del mundo era Suiza. Les había oído citar que tras años de guerras, asesinatos, incendios, enfermedades y matanzas, Italia había dado como fruto el Siglo de Oro. La época más fértil en cuanto a arte, música, conocimientos científicos y evolución humana. Doscientos años de tranquilidad y sosiego en Suiza, de paz y normalidad, había dado como resultado el reloj de cuco.

A Sancha le había resultado graciosa aquella frase y le gustaba recordarla estando más cerca en su pensamiento, deseando fervientemente que España se pareciera más a Suiza que a Italia. Pero ella sabía desde hacía siglos que la cosa no era así, que los ánimos no eran esos, y que los españoles estaban más cerca de Italia que de Suiza.

Aquella boda quedó teñida de sangre por la bomba del anarquista que después murió a manos de un guarda jurado. La pareja real salió indemne y el asunto quedó zanjado, aunque la protección real se aumentó y los nervios del responsable de la seguridad del rey estuvieron de punta a partir de ese día.

Dejando aparte los muertos y heridos la cosa al final había acabado bien, pero sus familias no dejaron aparte nada.


© 2010 jjb

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