lunes, 29 de junio de 2009

Ramiro I

782-850

Décimo rey de
Asturias desde el 12 de junio del 842 hasta la fecha de su muerte. Nacido probablemente en Oviedo en el año 792 y muerto en esta misma ciudad el 1 de enero de 850.

Hijo del monarc
a astur Vermudo I el Diácono, nació después de producirse la abdicación de su padre, al que apenas conoció puesto que falleció en el año 797, cuando contaba aproximadamente con 5 años. Ramiro pasó la mayor parte de su infancia y su juventud en la corte de Alfonso II el Casto, el cual parece que le tuvo en alta estima, ya que nunca esperó tener un heredero. Así recibió una educación esmerada, que le hizo ser un gran amante del arte durante toda su vida y una sólida formación militar, que completó participando en algunas de las campañas emprendidas por su protector.

Tras años al servicio de la monarquía astur, finalmente en el año 829, cuando contaba con 37 años, fue asociado abiertamente al trono, puesto que parece claro que Alfonso II hizo público su deseo de que éste le sucediera, en una asamblea de notables reunida en la ciudad de Oviedo. Además el rey Casto, que consideraba a Ramiro un hombre merecedor de toda su confianza decidió enviarle en el año 830 a Galicia, en calidad de gobernador, otorgándole poderes absolutos. Así R
amiro tras recibir instrucciones del monarca partió inmediatamente a tierras gallegas, donde permaneció por espacio de 12 años, cumpliendo en opinión de todos los cronistas cristianos, con la tarea que se le había encomendado. No hay duda que estos años fuera de la corte asturiana le ayudaron a formar un importante círculo de seguidores, los cuales le mostraron su apoyo en los momentos difíciles.

En cuanto a la vida familiar de Ramiro hay que señalar que éste contrajo matrimonio aproximadamente en el año 820, a la edad de 28 años, con una dama de orígenes gallegos.

El 20 de marzo del 842 se produjo la muerte del anciano rey Alfonso II. Ramiro que recibió rápidamente la noticia de la muerte del monarca, se encontraba en aquellos días ultimando los preparativos de su segunda boda, en la región denominada como Vardulia, posteriormente núcleo originario del condado de Castilla; ya que tras quedar viudo había decidido contraer nuevas nupcias con una dama de ésta zona, llamada Paterna. El futuro rey astur, al parecer confiado de que los nobles respetarían los deseos de Alfonso, no emprendió camino inmediatament
e para estar presente en la elección, pero su ausencia provocó que un destacado noble de la corte llamado Neopociano, se proclamara rey con el respaldo de un número importante de notables, los cuales posiblemente no veían con buenos ojos el hecho de perder su prerrogativa de elegir al monarca, pues como ya se ha mencionado prácticamente Alfonso había nombrado a Ramiro como su sucesor.

No tardó Ramiro en conocer la noticia de que el trono astur había sido ocupado, por lo que rápidamente tomó medidas para derrocar al que él y los suyos consideraban como un usurpador. Así en vez de dirigirse a Oviedo, Ramiro decidió regresar a Galicia, concretamente a la ciudad de Lugo, donde parece que conta
ba con firmes partidarios, con el propósito de formar un ejército. Reunidas las tropas dejó a su hijo Ordoño como gobernador de Galicia y partió inmediatamente hacia Asturias. Neopociano por su parte también tomó medidas para derrotar al aspirante a ocupar su puesto y se puso en camino con la intención de frenarle junto con un importante grupo de hombres, antes de que éste pudiera llegar a Oviedo. Días después ambos ejércitos se encontraron en el valle de Cornellana, donde muy pronto algunos soldados de Neopociano cambiaron de bando y abrazaron la causa de Ramiro. La batalla definitiva tuvo lugar en las proximidades del río Narcea, donde el futuro monarca logró infligir al usurpador una importante derrota, la cual obligó a Neopociano y a los escasos efectivos que habían sobrevivido al envite, a retirarse precipitadamente a Oviedo. Poco duró la huida de éste, ya que poco tiempo más tarde dos condes leales a Ramiro, Escipión y Sonna según indica la Crónica de Alfonso III, lograron hacerle prisionero en Pravia. Neopociano fue duramente castigado por Ramiro I, ya que tras ser condenado a perder los ojos por su traición, fue recluido en un convento hasta el final de sus días. De este modo despejado el camino, los ejércitos de Ramiro I se dirigieron a Oviedo, donde éste fue coronado el 12 de junio del 842, a la edad de 50 años.

Una vez instalado en el trono, Ramiro I intentó reafirmar su autoridad con el fin de evitar nuevas sublevaciones, por lo que tras poner en orden la administración y colocar a hombres leales en los principales puestos de la corte, pasó a asegurar la paz de todos sus dominios, de este modo su primera medida fue perseguir a los bandidos instalados en las montañas. La extrema dureza con la que aplicaba Ramiro la justicia muy pronto fue conocida en todos los rincones de su reino, de este modo todos los cronistas coinciden en señalar que además de las duras condenas impuestas a los ladrones, a los cuales se les sacaba los ojos, el nuevo monarca sintió una gran aversión hacia los hechiceros y adivinos, los cuales si caían en manos de las autoridades eran condenados a perecer en la hoguera.

A pesar de los esfuerzos Ramiro no pudo disfrutar de tranquilidad por mucho tiempo, ya que aproximadamente un año después de su llegada al trono (843), los piratas normandos atacaron la ciudad de Oviedo. Fueron derrotados y se vieron obligados a huir, pero poco después los piratas pusieron rumbo hacia las costas gallegas e intentaron atacar el Farum Brecantium (Betanzos), aunque una vez más fueron rechazados por las tropas del monarca y partieron hacia la ciudad de Sevilla, aunque notablemente mermados. Tampoco pudo Ramiro evitar los problemas en el interior, ya que según nos indica Alfonso III en su crónica este tuvo que hacer frente a varias sublevaciones de la nobleza. Así, el primero de estos levantamientos fue dirigido por un prócer llamado Aldroito, el cual de acuerdo con Neopociano, que continuaba intrigando desde su lugar de retiro, intentó asesinar a Ramiro, aunque una vez descubierto éste fue condenado por el monarca a acompañar al mencionado Neo
pociano en su celda y en su ceguera. Por su parte el segundo de los intentos por derrocar a Ramiro estuvo dirigido por un conde del palacio llamado Piniolo, el cual parece que logró reunir a un número considerable de partidarios, de tal modo que tras su sublevación se inició una guerra civil, en la cual salió victorioso el monarca.

Por lo que respecta a al-Andalus, hay que destacar que Abd al-Rahman II a pesar de los numerosos problemas internos a los que tuvo que hacer frente, consiguió organizar una expedición en contra el reino de Asturias en el año 846, la cual tenía como misión impedir que Ramiro llevara a cabo la repoblación de la ciudad de León. Así, a pesar de que los musulmanes no lograron destruir definitivamente las murallas defensivas de la mencionada ciudad, pudieron frenar este intento expansivo de la corte del rey asturiano. Alfonso III en su crónica menciona que durante el reinado de Ramiro I, los musulmanes realizaron otra incurs
ión en territorio cristiano, esta afirmación parece que esta corroborada por algunas fuentes musulmanas, las cuales comentan que al-Mundir atacó algunos territorios de Álava, obteniendo importantes resultados, aunque en opinión de los cronistas cristianos Ramiro I logró salir victorioso en los enfrentamientos que mantuvo con los cordobeses.

Ramiro I falleció como consecuencia de haber sufrido fiebres elevadas, el 1 de enero del año 850 en la ciuda
d de Oviedo, tras haber reinado durante aproximadamente 8 años. Sus restos fueron enterrados en el panteón de los reyes de la catedral de la mencionada ciudad y el trono fue ocupado por su hijo Ordoño I.

Es necesario resaltar por último que durante toda su vida Ramiro I sintió una gran afición por las distintas manifestaciones artísticas, especialmente por la arquitectura, como prueba el hecho de que fuera precisamente en su época cuando se construyeron algunas de las obras más importantes del llamado románico asturiano, como son las iglesias de Santa María del Naranco, San Miguel de Lillo o Santa Cristina de Lena.

Fuente: EUM
Wikipedia


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1 comentario:

Anónimo dijo...

Permíteme escritor sentarme en uno de tus bancos de piedra. Sólo un momento, sólo por esta vez. Estoy cansada del camino.
Está bien éste de Ramiro I, pero préstame aquel otro, al lado de la Reina Sancha. El mejor banco, el único posible. Quiero saber si es verdad lo que me han contado. Si estas estatuas oyen en silencio nuestros pensamientos, nuestras vidas. Le narraré una historia contada sin palabras, como se cuentan las verdaderas historias, a impulsos del corazón, soñando sueños, recorriendo las venas en su río de vida, tragando lágrimas, inundándonos de rabia, rezumando soledades, ahuyentando miedos, desgranando traiciones.

Es posible que la Reina Sancha rebaje su corazón de piedra a mi altura. Es posible, que mi verdad, que no la verdad, quede presa en los pliegues de sus cendales blancos y quizá alguien o tu mismo, escritor, una tarde, una mañana cualquiera, se siente en ese banco, en silencio, y oiga sin oír mi historia.

Le dejaré algo a cambio: la luz azul tan límpida del cielo de su reino, el aire frío de su montaña, el verde jugoso de sus prados, la nieve derramándose mansamente en la noche, la dulzura del fruto maduro. Verá en mis ojos el manto dorado de sus bosques al llegar el otoño, la pasión, como licor profundo, de los hombres de su tierra. Si escucha atentamente oirá el rumor de los avellanos, los reclamos de amor de los grillos en eras lunadas, los gemidos del agua precipitándose entre gargantas de piedra, el sonido cantarín del habla de su gente …le recordaré a Siti….:




“ ……,así empezó todo………………………………………………………..”.