miércoles, 17 de junio de 2009

Camino /28

De nada sirvieron las llamadas de Juan, de nada sirvió que Jiménez cada día estuviera más cariñosa, y le preguntara más y más por aquellas cuartillas, Camino por favor, me asustas, nada, había decidido olvidar eso para siempre y sólo en aquel momento de crisis profunda consigo misma, en la que no tenía un enemigo visualizable, sólo matices, sombras y al final el recuerdo de su padre, quiso entender más, quiso saber más y no sabia nada, sólo encontró refugio en las palabras de los poetas, sólo se encontró confortada en el calor de las palabras, en el arrullo de un libro, en el abrazo de la transmisión de la belleza a través de la literatura.

Pero nada más, volvía a estar sumida en el abismo que otras veces había conocido, del que nunca dejas de salir pero olvidas, en aquellos momentos Camino sabía de su fragilidad y se encerraba en su concha, hermética, insalvable, barrera de cariños y de odios, muralla de buenos y malos, muro de sus negaciones y sus despropósitos, su concha era la vuelta al sentido común cuando le salía aquel brote revolucionario y canalla que siempre había intentado mitigar y que con los años intentaba olvidar.

Dentro de su concha procuraba no tener referencias recientes, ni lejanas, sólo aquello que le fuera grato, era como si dentro del agujero el avestruz estuviera viendo su película favorita, parar unos segundos el mundo para poder esbozar una sonrisa que no acabara en una lágrima, era un refugio anti sentimientos negativos, protones dolorosos, la fisión nuclear de Camino en espera de aguas más mansas, de océanos cómplices, de singladuras amables.

La vida y la guerra se le habían juntado en un punto de su vida en el que los recuerdos empezaban a pesar más que los proyectos, en el que no había perdón, porque no había posibilidad de alternativa, en el que lo importante era lo que tenías y no lo que podías tener y le dolía tanto su padre como le quería.

Así, recomponiendo una por una todas las enmiendas a la totalidad de su propia ley de memoria histórica, comprendió que de nada servía el perdón, que de nada servía la mano, que no ayudaba para nada la venganza ni el castigo, sólo, únicamente, servía para honrar a aquellos que injustamente habían sufrido la locura, solo servía lo que es la primera víctima de las guerras, la verdad, la memoria, el sentido común.

Nada era igual ahora, todo había cambiado, la economía, la orografía, la comunicación, la forma de ver las cosas, la indumentaria, todo, sin embargo lo que siempre ha sobrevivido, pensaba Camino, es la palabra, un verso es bueno o malo, esta cargado de fuerza y nos transmite algo, sea de ayer o sea de hace unos siglos, nadie puede matar la palabra, puede intentarlo, puede declarar desafectos a los poetas, pero no puede evitar que años después alguien se emocione leyendo lo que dijeron.

Y pensó de nuevo en su padre, y en su tío Carlos, del que nadie hablaba en su casa, pero que las circunstancias y la vida le había puesto enfrente de los fusiles que mandaba su padre en el frente, había muerto allí, y nunca había dejado pensar Camino si la bala que mató a su tío llevaba el nombre de su padre grabado. Aquella idea, por retorcida y cruel le atormentaba, pero no podía hablar de ello con nadie, ni de su familia, ni mucho menos de fuera.

Ahora, con el paso del tiempo, con la luz de los años, con la inteligencia acumulada de los libros leídos, sabía que aquella pregunta que tantas veces se hizo era inútil, porque aquella bala, saliera del fusil que saliera, mató físicamente a su tío y mató vitalmente a su padre, que sólo le citó una vez después de aquello, que era un tema prohibido en su casa, que aparentemente no existía, del que pensaba Camino que no se hablaba porque era una mancha negra en el expediente de su padre, pero que realmente era la razón por la cual su padre diariamente tuviera que ir a misa y que en su lecho de muerte, tras la extremaunción, tras una larga agonía, antes de morir, dijera, Carlos.


© 2009 jjb


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