lunes, 8 de junio de 2009

Camino /23

Y allí empezó su verdadera reforma. Juan se acercó un día a ella, le pidió perdón y con una sonrisa y ni una sola palabra le perdonó, le dijo que se había afiliado al Partido Socialista y con otra sonrisa también eludió el tema, le dijo que se iba a casar y le dijo que iba a ser candidato al Congreso por León, su provincia natal y aquello no necesitó de una sonrisa, sino un tratado de intenciones, Juan me ha costado mucho tiempo liberarme de ti y junto contigo de mis cargas del pasado, por fin lo he logrado, te he deseado lo peor, te he odiado como nunca creía que podría hacerlo, pero ahora sólo te deseo que seas feliz, sólo te deseo lo mejor, pero podemos seguir siendo amigos, claro que si, mintió Camino y empezaron una larga conversación sobre temas banales, proyectos de futuro y planes de vida, estaban formalizando la congelación de relaciones que les llevaría a una larga, aburrida, carente de pasiones amistad que permanecería en el tiempo porque no necesitaba alimentación y carecía de más pretensiones que las formales y protocolarias.

Allí quedó sellada una relación y abierta otra, allí quedó abierta una puerta a una vida distinta que tras aquella metamorfosis que llevó a Camino de la larva a la mariposa, hacía que ahora viera las cosas de otra manera, entendiera el mundo de otra forma, poniendo cierta distancia entre ella y las cosas, buscando la protección de los daños sufridos para intentar evitar nuevos daños.

Se entregó a su trabajo, su oposición, el primer centro lejano de cualquier parte, su primera experiencia docente y su constante cita con los libros, su obsesión, su verdadera pasión. Conoció el amor, esta vez en formato más práctico y con leves señales de brutal pasión, conoció el amor en su faceta confortable, con vocación de hijos y cumpleaños y domingos por la tarde. Y también disfrutó de él, aunque su corazón inquieto, amaestrado por ella misma, seguía a veces dándole alguna señal inquietante.

Llegó por méritos y puntos a sus orígenes y allí estableció su casa, la llenó de muebles, la complementó con biberones y cunas y allí conoció a otra Camino que desconocía pero que se fue convirtiendo en más madre y más humana, que tenía los miedos vistos en sus hijos que ella despreciaba cuando se declaraba en rebeldía y, como tantos, empezó a querer mucho más a sus padres cuando ya era demasiado tarde.

Fue leal a su matrimonio y fiel a sus libros, fue esposa, madre y maestra ejemplar y lo aceptaba sin fisuras mientras pudiera tener el apoyo y la puerta de salida de un poema, una historia, un cuento.

Con Juan mantuvo una relación epistolar y después gracias a la tecnología una relación cibernética, él era un político de fuste, citado en muchas ocasiones como posible ministro, cargo importante en su partido, martillo de la oposición, portada de los diarios en muchas ocasiones y habitual de los programas de debate en la televisión.

Después de su experiencia cordobesa, Camino había convertido aquellas cuartillas en una obsesión, trató de poner las piezas del puzzle en orden, pero nada parecía tener sentido, todo era muy complejo, muy confuso, apenas sabia nada.

Unas cuartillas manuscritas, un nombre escrito, una inicial antes del nombre y el apellido, un apellido corriente, unos versos dentro de un libro de versos, había buscado Manuel Gil en Internet y después de un empresario de venta de futbolines aparecía un tal Ildefonso Manuel Gil, lo cual coincidía perfectamente con aquella inicial, había accedido a la información que sobre él había y a pesar de que para la mayoría de los mortales era un desconocido, había tenido una vida agitada, azarosa; era un poeta en una dictadura y Camino entendía que los poetas tienen especial mal encaje con las dictaduras sean del signo que sean, tenía una vida especialmente atractiva y no lograba entender cómo no había sabido nada de él antes de aquella visita a Córdoba, y lo que más le aceleraba la velocidad de la sangre, lo que más le traía de calle, ¿habría escrito él aquellas cuartillas? ¿fue su mano la que escribió aquello?.

Se empapó de la vida del poeta, le siguió con el fervor de la devota, buscó hasta el último detalle de su vida, buscando un trozo de él, buscando su vida y sobre todo, ese momento en el que sus vidas se habían cruzado a través de unas cuartillas en un viejo libro de poemas.

© 2009 jjb


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