viernes, 5 de junio de 2009

Camino /22

Muerto Franco, coronado el Rey, Arias mantenía la esencia del régimen, pero empezaron a verse cambios, imperceptibles al principio. Suárez, un franquista de uniforme, empezó despacio y con mano firme la auto inmolación del franquismo, con una manga ancha que nadie aceptaba, unos por traición otros por continuidad. Comenzó un complejo proceso de poner piezas sin que se cayeran las demás para convertir un régimen fascista en un régimen democrático en el que cupieran todos, incluidos los excluidos por el régimen y también los fascistas que habían juzgado, torturado y asesinado a los excluidos.

Y Camino pedía la República y amnistía, y estatutos de autonomía. Veía tan cerca la democracia como cercano el fin de su época universitaria, no era consciente de que era testigo de una época histórica que después diluyó en los recuerdos vagos de una juventud lejana. Vio cómo las cortes franquistas votaban a favor de su liquidación por el mismo principio de disciplina que las alimentó, vio cómo se legalizaba el gran enemigo, la gran bicha, el Partido Comunista, cómo Carrillo, el enemigo general y máximo del régimen, entraba con peluca en España, cómo se votaba y ella pedía la abstención, la reforma, cómo se aceleraba la consecución de derechos que siempre habían pedido en la calle y cómo aquel hombre, Suárez, al que nadie creyó y muy pocos quisieron, llevó a la práctica algo muy sencillo, hacer normal lo que a nivel de calle era normal.

Vio también cómo la extrema derecha asesinaba demócratas, cómo ETA asesinaba demócratas, cómo a trancas y barrancas, a golpe de manifestación, algunas cosas iban cambiando y por fin un día se convocaron elecciones democráticas en la que podrían participar todos los partidos políticos.

Eso era lo más parecido a lo que siempre quiso, eso era el final de sus deseos políticos y el final también de su adolescencia. Camino siempre había mantenido una idea, los cambios en el hombre no son violentos, pasan suavemente de una etapa a otra, mientras que en las mujeres cualquier cambio en las etapas de su vida lo tienen marcado de manera violenta, la menstruación como factor indicativo del final de la niñez, la menopausia como principio de la vejez y múltiples ejemplos pequeños que le afianzaban en su teoría, y que los adelantos científicos, con el aumento de la esperanza de vida sobre todo, parecían empeñados en contradecirla y todo aquel proceso, tan intenso, tan atractivo, también le valía para reafirmarse.

Las elecciones, las primeras elecciones democráticas en las que muchas generaciones podrían votar se iban a celebrar el 15 de junio, en esa fecha Camino tendría 20 años. El franquismo, entre otros muchos matices tenaces de falta de fe en las personas, establecía la mayoría de edad a los veintiún años, exactamente nueve días después de las elecciones Camino podría votar, pero no el día 15. Camino no había podido participar nunca en unas elecciones democráticas, ni en un referéndum, ni en nada, porque aún no era mayor de edad, ni lo sería hasta nueve días después de las primeras elecciones democráticas después de tantos años.

Y eso no sólo no le gustaba, sino que le daba la sensación ya conocida de llegar tarde siempre a cualquier sitio, por otro lado no le era ajena, ni era sencillo, pasar de la rebeldía épica, romántica, juvenil, abnegada, a la participación madura, a todo lo que la democracia tenía de orden, de matiz, de sensatez, con lo bien que había vivido contra Franco, sabiendo que los malos estaban tan delimitados, tan bien definidos, tan reales y visibles.

Y empezó a ver cosas que no le gustaron, vio que los que antes acudían por el mero hecho de ser convocados, ahora matizaban convocatorias, alegaban estrategias, declinaban presencias; vio que la anarquía de la rebeldía estaba ahora marcada por la disciplina de la acción conjunta y eso, aunque posiblemente necesario, estaba regañado con la absoluta libertad que Camino no estaba dispuesta a entregar. Vio disputas y capillas, fisuras y lejanías, posturas y distancias y sobre todo, vio desconvocatoria, por eso y por muchísimas razones mas, volvió a refugiarse en lugar seguro, de nuevo volvió a lo que nunca había olvidado, a lo que siempre había sido fiel, a sus libros, a su poesía, a ver el mundo a través de las palabras escritas de otro, a esa sensación intima del tacto del papel, al olor, a la abstracción de una historia, de una palabra, se volvió a entregar a su amor más permanente, al único que jamás le abandonaría en su vida, que jamás le trastocaría sus ideas y al único al que se entregaría sin más ataduras que las que su tiempo le permitiera.


© 2009 jjb


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