lunes, 1 de junio de 2009

Camino /18

Quedaba sólo un año para acabar sus respectivas carreras y pasado el verano volvieron a reunirse donde la costumbre parecía obligarles, en el bar de la estación de Salamanca. Lo cierto es que sólo el primer año Camino había vuelto en tren y Juan le había ido a buscar allí, pero a pesar de que habían cambiado las costumbres de viaje, el encontrarse en aquel lugar había persistido. De nuevo las sonrisas, de nuevo la alegría del encuentro, de nuevo la dulce sensación de Camino de volver a encontrarse con su compañero y sentirse segura y cercana. Le daba tanta sensación de seguridad y calma el poder verle, tocarle, sentirle, era tan agradable esa sensación que a veces temía por la dependencia.

El caso es que aquella vez notó, nada, un pequeño, levísimo, una mínima expresión de que algo no encajaba del todo, un pequeñísimo toque de atención que le avisaba de que algo estaba pasando, había pasado o iba a pasar. ¿Qué pasa? te noto frío, él le miro con los ojos del que se ve descubierto antes de tiempo, el le expreso con su mirada, parecía, el mas profundo cariño, pero después vio que lo que realmente pretendía era profunda clemencia, y con dificultad, como nunca antes había balbuceado, le dijo, tenemos que hablar.


Juan me asustas ¿qué me tienes que decir?, ¿te ha pasado algo? tenía que habértelo dicho antes, desde niño tengo una amiga que fue compañera de colegio, hubo una relación un poco infantil antes de venir aquí y durante este tiempo la veía en las vacaciones, era agradable, pero no te quise decir nada porque no estaba seguro de mis sentimientos, este verano, por primera vez me he dado cuenta que sentía por ella algo más que atracción y hemos decido casarnos en cuanto acabe la carrera.

Cuando el cielo se caiga sobre nuestras cabezas y el mundo deje de ser mundo tal y como lo planteamos en la actualidad, la sensación de vacío y contrariedad que tengan los seres humanos al ver que eso ocurre será muy parecida a la que tuvo Camino en ese momento, en el que se le cayeron las columnas en las que había asentado su vida desde hacía mucho tiempo, menos de lo que le parecía, pero más de lo que es una aventura. Pero no sólo eso, Juan era el amante perfecto, el amigo, el confidente, el compañero, la amiga y ella no era nada sin todas esas piezas, por lo que se le estaba empezando a desmoronar su vida, se estaba empezando a quebrar todo aquello en lo que creía.

Juan intentó seguir, pero yo te quiero mucho y podemos seguir siendo amigos, por nada del mundo quisiera hacerte daño. Aquella palabra fue el detonante de la explosión de Camino ¿daño? ¿daño? cabrón de mierda, que llevas años engañándome con otra y ahora me dices que la otra es mejor que yo y que gracias por los servicios prestados pero ya no te valgo para entretenerte, ¿daño? tú que vas de progre y eres un machista asqueroso que sólo piensa con el pito, en donde tienes tu única neurona, de donde salen tus ideas, un progre tú, que lo único que quiere es … y Juan le imploraba, no grites, Camino por favor, no grites, vámonos, qué le debo, Camino por Dios, claro el señoriíto ya ha follado durante años y ahora que se acaba su estancia en Salamanca se va con la novia de toda la vida y encima quieres que me calle, tú eres igual de cabrón que todos, eres un fascista con carnet del partido comunista, un… y lo del carnet hizo que las miradas de todos en aquella estación se volvieran, un señor, con cara de despistado, se acercó a ellos y les dijo con un tono bajo, casi imperceptible de voz, por favor hagan el favor de irse de aquí, están en peligro, salgan de aquí ahora mismo por favor. Y Juan cogió de la muñeca a Camino que seguía gritando y se resistía a irse, la sacó de la estación, la alejó razonablemente del peligro y esperó pacientemente que acabara su larga lista de improperios que acabó con un sonoro, vete, déjame en paz, no quiero volver a verte, vete.

Y Juan bajó la cabeza y se fue, sin una sola lágrima de culpabilidad en la cara, con cara seria, con consciencia del peligro, pero pensando en el futuro y en los buenos ratos que habían pasado juntos. Apretó el paso y se perdió entre las calles de bares aledañas de la plaza Mayor.

Tras soltar todo lo que había soltado, al ver que Juan se iba, Camino se desinfló, se derrumbó y comenzó un llanto profundo, sin solución, con la rabia que nunca había sentido expresada hasta la última lágrima, rota por la verdad y huérfana de sentimientos puros. Quería venganza, pero sólo podía llorar y llorar, como una Magdalena, con la pasión saliendo por cada uno de los poros de su piel y con su alma hecha trizas.


© 2009 jjb


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