lunes, 18 de enero de 2010

Hablar por hablar /26

En silencio, con el silencio sonoro de la noche. En una escena prácticamente igual a la que vivieron unas semanas antes al salir de la anterior boda. En aquella ocasión hablaron por primera vez de su boda. Ahora los dos recordaban aquel momento como si hubiera sido unos minutos antes. Se miraban a veces furtivamente, otras coincidían y como si supieran que ambos pensaban en lo mismo. Sonreían cómplices un segundo, sólo un momento.

Fue aquel cambio de rasante, uno más. Ni peor ni mejor, una línea continua que conminaba a no adelantar. El coche con aquella pareja ascendiendo a velocidad adecuada. No había muchos coches, pero había intuido coches en el otro lado porque se veían las luces. Un conductor adelantando donde no debía, una velocidad desmesurada. Y allí, un poco antes de coronar la loma… un segundo, nada, un choque brutal. Un segundo de terror, un ruido estremecedor, un coche que huye, un coche que hace ver lo que aquel loco que adelantaba por donde no debía y que había huído había hecho. Silencio, sonido de intermitentes, carreras, pánico, intentar ayudar y no saber. ¡Están muy mal! Una tensa espera. Una interminable espera para ver a lo lejos luces azules, seguidas de luces rojas que se acercan muy despacio, muy despacio.

Un coche me adelantó en el cambio de rasante pisando la raya continua, chocó con ese coche y salió huyendo. En el coche hay una pareja joven,¡ están muy mal! No, no se la matrícula del coche que chocó. No la memoricé, ¡están muy mal!

El personal de las ambulancias hizo su trabajo rápido y eficiente. Los inmovilizó, intentaron estabilizarlos y les evacuaron al hospital más cercano.

Ingresa un varón. Paciente varón de edad aproximada 25 años. Ingresa por accidente de coche. Hechos los controles se le detectan lesiones incompatibles con la vida con lo cual se inicia el protocolo de deceso y se da conocimiento a la policía judicial.

La muerte tiene eso, un protocolo, una forma de actuar. Por qué, por qué, no, protocolo. Hay que llamar a los familiares. Debemos activar el protocolo de defunción y yo me cago en los protocolos, especialmente en el de defunción. Llamar a la madre, la madre no es una palabra, es una persona que ajena a todo eso jamás asimilará los protocolos. ¡Jamás aceptará la realidad!

¡No, no quiero, no! ¡No quiero protocolos! ¡No, por favor, no! Avisen a la familia, busquen los teléfonos, cumplan el protocolo. María ¿tienes los teléfonos? Sí, ya voy para allá. Haz el favor de acabar. Sí, te preparo el quirófano. Sí, llama a urgencias.

El varón ingresado presenta opciones incompatibles con la vida. ¡Dios mío!, ¡incompatibles con la vida! Eso es un eufemismo de la muerte. Y Joaquín, a efectos de los literatos de la muerte ya no vive.¡ Está muerto!, muerto en una carretera secundaria a manos de un inconsecuente. En un segundo, sin justificación ni razonamiento, ni lógica, ni nada ¡Dios mío!, ¡cómo explicarlo, cómo razonarlo, cómo aceptarlo! No me valen los certificados, ni los partes, ni las alegaciones, ni las pruebas, no.¡ No quiero, no puedo! ¡Me cago en las autopsias, maldigo lo cierto! ¡Eso no es verdad, eso no es posible!

© 2009 jjb
votar

Add to Technorati Favorites

No hay comentarios: