miércoles, 13 de enero de 2010

Hablar por hablar /23

Por alguna ley no escrita se hacían grupos de hombres y mujeres. Ellas normalmente sentadas en la mesa, ellos en la barra o deambulando. Era un grupo de amigos compacto, con vínculos profundos y continuados, que aún no se habían desintegrado por fuerza de los acontecimientos. Era en aquella ocasión la fase previa a una boda pero podía ser igual la preparación de las navidades, un viaje o la celebración de las fiestas. Se les notaba a gusto juntos y juntos pensaban la organización, alguna maldad para los novios y la logística.

Ya habían organizado los traslados, así que ni era necesario que llevaran a alguien, ni nadie les llevaría. Habían contado con que Joaquín no bebía con lo cual no había problemas añadidos. Tampoco necesitaban conductores abstemios porque en aquella ocasión cuadraban las cuentas. Así que Ana y él se dirigirían por sus propios medios hacia el lugar de la boda, lo cual por otro lado le gustaba a ambos porque así no dependían de los retrasos o adelantos de terceros.

La tarde transcurrió animada y dio paso a la noche. Siguieron las bromas, las confidencias, las conversaciones, y al final llego la hora de irse. Nos vemos el sábado. Sí, nos vemos en la boda. Por enésima vez a los novios les preguntaron si lo habían pensado bien. También les recordaron de nuevo que aún estaban a tiempo de echarse atrás. Unos y otros repitieron las frases habituales, los tópicos y después de darse besos y despedirse como si no quisieran hacerlo se fueron cuando ya parecía imposible que lo hicieran.

No me has hecho ni caso en toda la noche. Ana ya sabes lo que son estas reuniones, no me dejaban ni de bromas, además te veía muy entretenida charlando con las chicas. Pero qué sé yo, un momento, una caricia, algo. Ni caso me has hecho, menos mal que te lo perdono todo. ¡Que no cariño!, que no me dejaban ni un segundo. A ti lo que te pasa es que te da vergüenza que te vean tus amigos teniendo un detalle tierno conmigo. Como sois todos muy machotes no se puede tener un gesto de cariño con tu novia. ¡Que no!,¡ de verdad!, me he acercado un par de veces y estabais venga a hablar y no he querido decir nada.

Alejado estaba el tono de Ana de un enfado formal ni siquiera del comienzo de una batalla campal. Eran ráfagas que de vez en cuando le lanzaba y que le recordaban que no debería olvidarse de ella ni siquiera en aquellos momentos. Él sabía las intenciones y también que aquello no duraba mas allá de un par de minutos, de un ratito, y que siempre acaba con un beso y con una cara de enfado artificial finalizada con una sonrisa. Por eso se defendía lo justo para que no pareciera que se ausentaba del tema y para no empezar una discusión de mayor calado.

Ya no se verían hasta el día de la boda y Ana no paro de darle los cientos de detalles que debería recordar, que coincidían milimétricamente con los que su madre le iba a decir en varias ocasiones hasta el día en que tuviera que prepararse. Por eso Joaquín fingió interés, asintió en lo básico y puso énfasis en darse por enterado de los detalles y el conjunto. No debió hacerlo mal porque Ana pareció convencida que por primera vez en su vida recordaría los detalles prácticos que le había dicho. Por si acaso, volvió a decirle los más importantes aspectos del asunto. Después se besaron y Ana se fue.

Joaquín de vuelta a casa en el coche iba pensando en esto y en aquello, en la boda inmediata y en la suya próxima. Pero lo cierto es que no quería agobiarse y dejó de darle vueltas a la cabeza. Pensó en temas banales, en asuntos carentes de importancia, en cosas sin trascendencia.

© 2009 jjb

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