miércoles, 28 de enero de 2009

Amaneceres /3

Aquella tarde fue al banco de piedra, a su banco de piedra, cuando ella llegó se saludaron pero él no empezó la lucha como venia haciendo muchísimo tiempo, se quedó sentado, con su carpeta al lado y con la cara ni risueña ni con muestras de enfado, muy natural. Ella notó algo raro, algo que era distinto, pero no sabia qué. Empezaron a hablar, el colegio, los “sabes qué”, las cosas pequeñas que diariamente pasaban, pero allí no pasaba nada, él estaba sentado, sin moverse, sin pretender nada. Estaba muy raro, algo pasaba. ¿Te pasa algo?, no, ¿por qué?, tengo ganas de que llegue el domingo, me han dicho que una de las películas es muy buena. Allí pasaba algo, pasaron las horas, se fueron a casa, ella estaba preocupada, se le había hecho muy larga la tarde, el no había hecho nada y la conversación no daba para cubrir tantas horas, algo pasaba.

Al día siguiente él igual, la misma historia, sin ningún síntoma ni de enfado ni de volver a actuar como siempre. Ella totalmente despistada, sin saber qué estaba ocurriendo, sin poder entender qué pasaba por la cabeza de él, sin querer preguntar por miedo a la respuesta y por primera vez, con un deseo irrefrenable de sentir las manos de él los breves segundos que antes percibía y que ahora sabia que disfrutaba, estaba claro, ya no le quería, y posiblemente hubiera otra.

Aquella noche su madre se preocupó muchísimo, la niña no quiso cenar y en su habitación pudo escuchar un llanto contenido, posiblemente estuviera a punto de tener el periodo pensó, pero ni siquiera en esas circunstancias lo había hecho antes, algo pasaba.

Nada cambio aparentemente en los días siguientes, el seguía distante, no era distante, porque seguía siendo amable, encantador, simpático, pero ya no jugaban como jugaban antes, y ella echaba tanto de menos aquellos juegos.

Dos semanas después no pudo más, ante la sorpresa de él, le agarró por la cintura, y así estuvo diez segundos eternos que casi logran el mismo efecto que el despertar, él sonreía con cara de pillo, de estrategia cumplida y ella hacía de tripas corazón en aquel sentimiento contradictorio entre el placer, la vergüenza y el pecado. Pero para su sorpresa prevalecía el placer por el pecado. Después retiro su brazo, le miró intentando ver en él algo que delatara su reacción, pero nada vio diferente, y aquella noche volvió a llorar, y su madre se volvió a preocupar, y al día siguiente se fue al colegio sin la ilusión de todos los días.

Aquella tarde volvió a pasar la mano por el mismo sitio, él no dijo nada, ella dejó reposar el brazo apenas unos segundos más, pero le gustaba mucho, y a él también. El tenía su guerra particular que le llevaba ora a mandar la estrategia a hacer puñetas, ora a seguir cosechando éxitos con ella. La tentación era muy fuerte, pero por primera vez se sentía dueño de su vida y manejaba la situación con placer y sin prisas, bueno con prisas comedidas y con una frialdad que a él mismo le asustaba.


© 2009 jjb

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